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miércoles, 18 de diciembre de 2013

QUÉ VOY A DESEARTE.?



Que sigas creyendo en los sueños y en las esperanzas abandonadas en el fondo de la caja de pandora. Que las estrellas que buscas las encuentres en mi mirada mientras escuchas mi voz y notas mi aroma cerca de tu pelo.

Que en tu copa siempre sobre un poco de vino,  que se llene tu mesa de peces y pan. De bexos tus manos.

Que en tu cama se repose sobre mantas de plumas, sueños y orgasmos, que descanses mecida entre los latidos de mi pecho, mil flores, mil besos y algún verso.

Que te ennoblezcan los años y dejen en tu corazón esperiencias, certezas y sueños cumplidos entre tus dedos.

Que reposes todas las noches, incluso en aquellas en que las estrellas andan solas, que te tropieces conmigo en tus sueños, jugando con el pelo que cae por tu cara, que me toques con mi recuerdo.

Que no florezca la sal en tus heridas, que quien tu más quieras siempre sople en ellas. Que tus pies caminen descalzos pisando la arena de cien playas desiertas de desesperanza y llenas de futuro

Que se claven mis ojos en tu mirada, que los recovecos de mi pecho sean tu almohada en las frías noches de invierno.

Que un ligero susurro de bienestar baile de puntillas por tus pestañas, mientras se clavan mis ojos en tu mirada como se clava la verdad y la razón en el tiempo.

Que el cartero de Neruda no pierda tus cartas ni sus sellos, que encuentres lo que buscas en aquel lugar en que habitan mis besos perdidos.

Que las estrellas vespertinas se engarcen en tu pelo y entre cintas de color índigo brillen en tu espalda, esa que desea recorrer mis dedos.

Que encuentres las caricias robadas, las perdidas y las que no te he dado. Que la risa, la sonrisa, de tus seres queridos recorra los pasillos y salones de tu casa, los bosques que pises y los ríos que saltes.


Que sigas aquí. Que sigas siendo y estando.

jueves, 28 de noviembre de 2013

DERECHOS Y desESPERANZAS


Repican las campanas a duelo
por los derechos perdidos,
Por todo este desconsuelo.

Permitidme que empiece esta entrada, (que aún no tiene titulo) con estas trece palabras que algún día tal vez sean un poema. Lo cierto es que la vida, como decía Violeta Parra nos a dado tanto. Pero es que últimamente nos encontramos ante situaciones absolutamente incomprensibles, inaceptables. Parece que lo quieren quitar todo.

Dicen que hay, que continua, una tremenda crisis que debemos pagar rescatando bancos. Tal vez sea verdad. Pero no quiero pecar de osado, o tal vez de necio, dicen los periódicos, (incluso los más conservadores) que el porcentaje de ricos ha subido desde la crisis, y que los ricos lo son más que antes. –no sé el porcentaje ni voy perder tiempo en buscarlo- pero creo que rondaba el 18%. Que la brecha entre ricos y pobres anda por el 30%.... que digo yo, y disculpen la ingenuidad, si antes habían 1000 manzanas  500 repartidas entre 10 o 12 y 500 con las que nos apañábamos el resto y ahora hay 900 manzanas 750 repartidas entre 10 o 12 y 150 para que nos apañemos el resto…. Pues, oye!!!! igual no  es crisis es otra cosa.

Se aprueba hoy una ley de educación sin ningún consenso. En contra de padres, alumnos, oposición, profesores, rectores de universidad…. Una ley que parece tan sólo gustar  a quien la hizo. Al parecer impulsado tan sólo por motivos ideológicos (joder si incluso darán subvenciones –no había crisis?- a colegios que segregaran por sexos. Retiraran filosofía… no nos de por pensar.)  Y mil cosas más
El expresidente de los empresarios dice que no sabía que debía  pagar impuestos a hacienda y pide justicia gratuita.

Trabajadores  de limpieza, que ganan menos de 1000€ al mes, permanecen 15 dias en huelga para defender sus puestos de trabajo, los pocos derechos que les quedan el pan de sus hijos y el calor para las noches de invierno. Lo consiguen, no sin ceder dinero y aceptar perdidas. La alcaldesa de Madrid criminaliza su actitud y pretende que se “”regule”” el derecho de huelga. Como pretende que se quejen? A besos? Poniendo sus chaquetas en la acera para que ella las pise mientras va del coche oficial a la peluquería? En su casa calladitos?

Instalan cuchillas, concertinas les llaman, por si poniendo un nombre poco conocido los filos de acero dejaran de reventar la piel y los sueños de aquellos que buscan un mundo mejor. Colocan cuchillas en las vallas que separan  esta mierda edulcorada de la mierda sin azúcar ni trampas que hay más allá, al sur, de las fronteras de Ceuta y Melilla. El presidente del gobierno tiene la desfachatez de decir que no sabe si las cuchillas cortan o no… Y un tipo así nos gobierna?

Privatizan la sanidad. Como si unos tuvieran más derechos que otros para curarse un cáncer o un hueso roto, como si el dolor fuera objeto de mercado. Privatizan la educación, claro, como va a ser que un hijo tuyo o mío pueda codearse con un hijo suyo. Pretenden leyes que criminalicen la huelga, la queja, el derecho a disentir a gritar que no estoy de acuerdo.

Quitan ayudas a los desempleados, argumentando que se aprovechan de la sociedad. Protegidos en su hemiciclo la hija de un condenado por defraudar a hacienda y que con una desvergüenza propia de un actor porno de los 80, no se inmuta al decir que su fortuna es debida a que le toco 4 ó 5 veces la lotería, grita “que se jodan”.

Y tantas, tantas otras cosas que no hacen más que llenar de decepción nuestra alegría y nuestras venas.

Parece que todos los días nazcan muertos, como los lunes sin pan, o las mañanas sin tus besos. Da la sensación de que pretendan que nuestros sueños se diluyan en sus cuentas corrientes como se diluye el azúcar en el café. Que se hundan chocando con el iceberg de su desfachatez como se hundió el titanic.

Hemos traspasado, nos han obligado a traspasar, demasiadas líneas. Hemos perdido demasiados derechos. Da la sensación de que se ha atravesado esa puerta que atravesó Dante en la que si miraban fijamente podías leer “abandone toda esperanza aquel que atraviese esas puertas”. Eso pretenden que perdamos la esperanza, los sueños. Que nos resignemos. Es cierto. Parece que hasta la esperanza se ha perdido.

Pero, tal vez las esperanzas habiten en ese lugar en el que habiten los poemas no escritos, las canciones no recitadas, el brillo de tus ojos cuando me miras. Tal vez la esperanza como los viejos dioses como el ave fénix resucita siempre, ya que anida en tu corazón y en el mío, en los corazones de todos aquellos que queremos un mundo mejor para todos. Descansa en las manos de todos aquellos que sabemos que es posible. Que si se puede.

Escupen contra la decencia. Nos quedan las mareas verdes, azules, blancas. Nos queda la ola y el aprendizaje de las madres y abuelas de la plaza de mayo, y de tantas otras, que nos enseñaron que la única batalla que se pierde es la que se abandona. Las viejas consignas de no pasaran. Nos queda saber que según que reclamaciones, según que luchas se han de mantener porque es justo, porque lo exige la dignidad y el honor, se han de mantener aunque el triunfo sea difícil, duro y escaso o incluso aunque se pierda. Puede que algún día encontremos arena de playa bajo algún adoquín ves a saber…


Es cierto, ellos tampoco van a abandonar. Tal vez la diferencia entre ese tipo de gente, y tu, y yo es que yo no pretendo ningún mal para nadie. No pretendo quitar nada a nadie ni que me mantengan, ni vivir del sudor o ahorros del prójimo. Quiero que no quiten nada a ninguna persona, quiero y quiero porque se puede. Quiero que dejen de caer hostias sobre los de siempre y que no caigan sobre ningún otro. (ni tan sólo sobre aquellos que llevan tanto tiempo dándolas, por más que se lo merezcan) Quiero que todos vivamos tan bien como sea posible.

lunes, 18 de noviembre de 2013

UN POEMA PARA TI.

Aquí tienes mis alas, cógelas son tuyas
muévelas con fuerza, sin miedo.
No temas ni saltos ni rompeolas,
ni a los Lestrigrones. Vuela.

Aprende de mi experiencia
repite mis errores y desastres
besa con fuerza, bebe despacio
acaria , mucho y con vicio

Respira, sueña, vive, vuelve siempre a ti
aguanta el corazón en las manos y en tu pecho.
Aquí tienes los colores de mi hilo de Ariadna
su principio su final y hasta su olvido

Aquí tienes mis manos que son tu manta
aquí tengo tu sonrisa que es mi abrigo.
Juguemos a  hacer, con papel, aviones

a salir volando, a ser amigos

viernes, 8 de noviembre de 2013

HAIKU

Mis besos perdidos
quiero encontrarlos
al sur de tu ombligo

jueves, 24 de octubre de 2013

DÉJAME QUE TE CUENTE


Siéntate un ratito conmigo. Siéntate y abre ese vino que guardas para las buenas ocasiones. Yo traigo aquí un ramillete de canciones y un paraguas, que aunque no abriremos jamás, podrá servir por si llueve. Siéntate conmigo y déjame que te cuente. Déjame que te cuente que cuando te marchas mi cama queda fría y algo vacía. Que no siempre digo la verdad, ya ves con los años yo también he aprendido el oscuro arte de mentir cuando la vida obliga a hacerlo, pero que miento muy pocas veces.

Déjame que te cuente, aunque tal vez ya lo sepas, que tengo muy mal genio, pero que soy incapaz de odiar, y que al final de los finales siempre acabo dando más peso a las cosas buenas, incluso a aquellos amigos que tal vez no se lo merezcan.

Que a veces echo de menos el lago que habita en tus besos, que no me gustan las despedidas ni el acre sabor que deja el recuerdo. Que para siempre no es tanto tiempo, tan sólo  los momentos en los que estemos vivos. Que me gusta beber de tu boca, enredarme en tus manos, perderme en tu pelo, soplar tus heridas, enviarte una poesía, atraparte en mis dedos, que me mires y sonrías, que te encuentres en el color de mis ojos, que existas, que seas y estés. Que me gustaría ser el lugar donde te escondes,  tu momento de recreo, tu mejor canción, la caricia de tus sombra, el poema con el que des la bienvenida al día, el murmullo que derrame sonrisas en tu boca. O, fíjate, el héroe de tus sueños que te salva en esas madrugadas grises y desagradables sin estrellas que acaricien el alma. 

Déjame que te cuente alguna de mis batallitas, como que me crié saltando entre almenas de un castillo en el que aprendí vida  y me rompí huesos. Tal vez por eso me encante soñar y aunque procuro tener los pies en el suelo mi cabeza se encuentra muy cómoda en el cielo.

Déjame que te cuente que no todas las palabras se las lleva el viento, algunas quedan engarzadas en el alma como un brillante en el mejor oro,  ese que  acaricia tu cuello o tus dedos.

Déjame que te cuente que a veces le escribo al viento, a veces a nadie. A veces a vos.

Déjame que te cuente que hay heridas que no se curan, que echo de menos a la persona que llamaba cirerer a mi sobrino y que no le puso nombre a mi hijo, su magia y sus dedos, su mirada fría llena de calor, de espurnas que revolotean en el aire diciendo “”cuidadito””. Su sombra, sus cometas de caña y plástico, sus aviones de papel, sus barcos de corcho y madera, pechinas en sus manos…. Su magia.


Déjame que te cuente que me gusta el olor de la nuez moscada recién molida y el de tu cuerpo al salir del agua del mar en las noches de verano. Que las mejores palabras se dicen en silencio, sin ruido. Que entre el blanco y el negro es mentira que haya toda una escala de grises… Hay un enorme manojo infinito multicolor. Ves a saber, tal vez, un arco iris que lleve a ese lugar en el que vale la pena intentarlo, en el que habitan nuestros sueños.

miércoles, 9 de octubre de 2013

SIEMPRE HAY UN BARCO QUE NAUFRAGA EN MADRID.

Tal vez, como siempre me pasa en estas fechas, el principio del Otoño y la caída de las hojas acres y las nubes con formas de dragones sin fuego me pille algo melancólico, sensible, emotivo y con sueños en las pestañas. No sé. Quizás sólo sea el polen que invisible vuela por el aire sobre las margaritas que siempre dicen que me quieres, y sobre las golondrinas que regresan. No sé.

El caso es que este hombre que soy. Mediterráneo. Acostumbrado a ver el mar casi a diario, a que la única visión infinita sea el eterno azul de Poseidón. Tras él montañas de mirada cercana y finita. Montes que aquí, en mi tierra, abrazan como una madre celosa el azul añil y sus ciudades. El caso, como decía, es que me he enamorado de una ciudad sin Mar. Una ciudad cuyas vistas Mesetarias son infinitas y dejas de ver allá donde los ojos y sus dioptrías  llegan.

Es verdad, no es la primera vez que mis pies hollan ese lugar donde se cruzan los caminos, donde no se concibe el mar. Pero, mira, no siempre uno se enamora a primera vista. Tal vez como da la sensación de que nadie es de allí, hace que cualquiera se sienta como en casa. Como en un pequeño barrio por grandes que sean los edificios que expanden sus sombras sobre tu espalda.

Alguien decía que “ Siempre hay un motivo que me lleva hasta ti, que ha muerto el silencio en las calles de Madrid”  Quique González “desde las ventas hasta chamberí…” dice  El maestro Sabina, “ Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid” El admirado Ismael  en su poesía abrazada de música decía “soy afortunado vuelvo a Madrid”.  Y tantos, tantas canciones tantas imágenes. Y, yo, yo también soy afortunado, porque no sé cuando, pero volveré a Madrid.

Tal vez fuese el Piccolo jugando por Chueca.  Haciendo gracias en otro idioma por las terrazas de Malasaña mientras cerveza helada “bientirá” recorría mi garganta. Que se perdiera tres segundos por los mercados de ostras, vino y copa grande, callos y arroz. Ves a saber. O los rizos, que como un reloj de bronce nos acompañan, jugando con un vientecillo que nunca ha pasado por el tamiz de la sal del mar pero que trae recuerdos de libertad de lucha. Las pintadas por las paredes que recuerdan que hay una dignidad que jamás conocerá el vencedor. No sé. Y puede que ese no saber sea lo mejor de todo.

El puente donde ya casi nadie se suicida. Los bares de la Latina y un vermuth compartido en casa de un anciano rey de vinos. Ratos de hablar, casi olvidados del reloj y su esclavitud, de todo un poco. De todo. De nada. De lo que ha pasado recientemente de su miel y su hiel, de lo que queremos que pase en días por venir. Libros y poesía. Hijos y Nietos. Abrazos de bienvenida. Abrazos de hasta luego. Una comida de viernes pendiente y copas de cada día por beber.

Madrid, un lugar al que ir, al que volver, en el que perderse por mercados de San Miguel y de San Anton, por calles cuyos nombres desconoces y no te importan. Camareros en Chueca que te dan unas copas y una cuerda  con la que jugar y atar entretenido al pequeño regalo de la vida. (ves a saber de donde sacó ese hombre una cuerda detrás de la barra) las sonrisas las sacaba de dentro, y eso, oye!!, se agradece.

Madrid. Un laberinto de sensaciones, que se agazapan en el zaguán de los buenos momentos.  Un lugar en el que tienes la sensación que encontrarás un amigo. Puede que para el momento en que lo necesites. Tal vez para siempre.


Por esta vez, permitirme que acabe con una canción. 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Xocolat


Es verdad, no podemos negar que el mundo está repleto de cosas oscuras, grises y desagradables. Eso es así. Pero también hay pequeños momentos  y pequeñas cosas, que nos proporcionan felicidad y satisfacción. No siempre esos instantes, esas cosas, son necesariamente difíciles o inalcanzables. Por aquí, por estas letras y estos rincones, hemos hablado de vino y café, de cerveza y copas. De vida y de muerte. Risas y lágrimas De noches perdidas, de noches ganadas, de momentos en que los besos pecaminosos ganan más que los besos que quedan prendidos en el aire, perdidos en tu boca.

 Ahora que parece que el sol empieza a marcharse a otros lugares dejando tormentas como siempre hace, al menos en esta tierra. Y se marcha dejándonos sin escusas parar seguir siguiendo Permitirme hoy ser algo más trivial. Hablemos de algo, a priori, poco sublime.

Del Chocolate, dejadme hablar de ese pequeño placer casi pecaminoso, casi onanista que es el chocolate. Ese pequeño placer que se disfruta en solitario. En esos momentos en que duerme la ciudad y que ya ha pasado el día dejando, posiblemente, preciosas palabras pugnando por salir de esa prisión que es la boca y de ese cruel carcelero, que muchas veces, durante el día, es la lengua.

Ese momento en que ha acabado la jornada, sus papeles, reuniones y sinsabores.  Todos duermen, el mundo descansa y te has quedado tú sólo contigo mismo, en las acogedoras alas del sofá y de tu recuerdo. Una pequeña onza de chocolate entra en tu boca. Chocolate sin leche, fuerte, mínimo 70% de cacao. Explota en las estrellas del cielo del paladar, como revientan las cucañas que guardan regalos y flores para los más pequeños, inundando  tu boca de ese sabor peculiar, indescriptible, tremendo, fuerte, entre dulce y amargo , como los besos que no  esperas,  esos que duran unos cinco segundos. Amigos, se para el mundo, es una tontería, nada serio ni trascendental pero el mundo se detiene un segundo. Y ese sabor que anega tu boca lleva a ese instante que hay entre tu sístole y tu diástole paz mecida en hamacas.

Tal vez sea el momento de repasar lo vivido horas atrás, lo bueno y lo malo. Pero el roció de chocolate que deja ese sabor en tu boca, mientras deseas dar otro mordisquito a la onza cada vez más pequeña, te invita a recordar lo bueno. Ya ves, sucede a veces que a pesar de lo obsceno de la vida. De vivir en un mundo repleto de problemas. En un lugar donde clavamos a un Dios y perdonamos al ladrón malo, tiene el fin del día y el inicio de la noche ese momento minúsculo en el que parece que nada importa, que todo esté en armonía como si la brisa que recorre las calles trajeran el susurro de un te quiero a mi oído.

Poco importa la prima de riesgo, la hipoteca, esa chica que no te mira, el ascenso que no obtienes, el color rojo de tus números en la cuenta corriente, el libro que aún no has escrito, el que aún está por leer, el vino que aún no has bebido, esa llamada por hacer…. Tan sólo importa respirar despacito, no escuchar nada, quizas  sólo esa canción que tanto te gusta, seguir leyendo poesía o el libro de turno y dar otro mordisquito a esa, cada vez más pequeña, onza de chocolate. Si. Sí ahí, en ese tercer o cuarto mordisco cierras los ojos es como escribir cartas al cielo o pintar una luna nueva sin nubes. Un antídoto contra la ordinariez y la monotonía. Un antídoto sin más

 Hay semillas que germinan en la tierra, fíjate, me da por pensar que algo, tan poco significativo, como un trocito de chocolate puede germinar en el corazón. Ayudar a ahuyentar los demonios y las penas.


Seria genial comerlo mientras miro como duermes. O compartirlo, tal vez acurrucada en los recovecos de mi pecho, mientras la vida pasa y las aves de invierno vuelven. No sé, es posible que los días por venir sean diferentes y la realidad del color que más te gusta.

martes, 27 de agosto de 2013

HAIKU

Dame un trocito,
de tu manzana.
Muerdela conmigo

martes, 23 de julio de 2013

ME GUSTA VOLVER.



Dice Joaquín Sabina en su maravillosa canción Peces de ciudad ( de todo su repertorio, esta está, sin duda, entre las 4 ó 5 primeras en mi lista de imprescindibles)“En Cómala comprendí, que al lugar donde has sido feliz no debes tratar de volver”. Miguel Ríos en su canción El Blues de la soledad, dice “ No preguntes más cosas, detén el olvido, entra a saco en la vida como un vendaval. Al lugar donde has sido feliz es mejor no trates nunca de regresar”. Y, oye!!, de ningún modo se me ocurriría contradecir a dos grandes maestros. No sé, tal vez sea la edad. Pero aquí, en esto, difiero con ambos. A mi si, a mi me gusta volver de tanto en tanto a esos lugares en los que he sido feliz.

Retozar un ratito en esos recuerdos. Ver una vez más, esa ciudad que tanto me gustó, con nuevos ojos. Respirar Venecia cuando llueve y cuando hace sol y ver que tal va aquel desconchón en calle Fiuvera o la “marea alta”. Volver a pasar por sus puentes y ver si, una vez más, me caeré en alguno de ellos. Volver a ver Montparnasse con la pupila más vieja. Repetir el mismo menú con boina y copas robadas en el Sena. Pisar una vez más la arena de mi playa. Maravillarme, de nuevo, con el ramillete de estrellas que brillan sobre Erg Chebbi y Hassi Labid. Probar tras años de maridaje de mi alma y mi piel si sigue sabiendo tan bien el Oporto escuchando fados en Alfama, mientras el Tajo sigue cadencioso su camino al Atlantico. Quiero volver, Fíjate , a ver como bailas tangos en San Telmo y que tal cantan las ballenas cuando dentro de unos años todo cambie para todo seguir igual. Me gusta, que le voy a hacer, volver una y otra vez a esos lugares en los que mi sonrisa dibujó una media luna en mi cara.

Claro está me encanta hacer cosas nuevas y descubrir, libros, rutas, paisajes, personas, momentos y músicas.

Pero, yo, quiero volver a releer ese libro que me emocionó y revisar esos sentimientos tras los años y las gotas de sudor que la clepsidra del tiempo va dejando perenne en la piel. Quiero, por ejemplo, volver a enamorarme de Glauka la vieja sirena y ver si ahora, con estas cuatro décadas, me siento más identificado con Ahram o con Krito. Me gusta volver a bailar entre letras cuyos compases ya creo conocer. Releo muchas veces los comics de mi juventud. Fíjate, será que aún creo que los buenos vencen sobre los malos.

Quiero volver, ya ves, cada noche a ese sueño en el que te encuentro desnuda y en el que tus pezones señalan la luna llena y tienen ese indescriptible e inconfundible sabor a mediterráneo y a Sal.

Volver a disfrutar, una vez más, esa copa ya bebida. Si, quiero probar nuevos vinos y los nuevos licores que la vida me brinde pero siempre querré volver a la ribera del Duero, y a los blancos de mi tierra.

Me gusta volver a ser ese lugar en el que te escondes. Ese recoveco en mi pecho en el que se posa tu cara cada vez que estas triste. Esos ojos en los que te reflejas cuando la vida te sonríe. Volver, incluso, a ese dolor, a esa amnesia del paladar que tiempo atrás se agazapó en el corazón.

Volver, a antiguos sonidos, a la banda sonora que acompaño mi niñez, los petardos de San Juan, las caídas en bicicletas, y las almenas de castillos en los que rompía mis huesos.

No creo que sea una cuestión de nostalgia o añoranza. No, no es eso. Tal vez tan sólo de ser igualmente feliz, en el mismo lugar en que lo fui. Serlo, nuevamente, con nuevos ojos, nueva vida, nuevas expectativas. Volver al mismo sabor con nuevo paladar.

jueves, 11 de julio de 2013

UN HAIKU PARA TI

Jugar, mirarte
bailarte en mis sueños
vivir queriéndote.

jueves, 4 de julio de 2013

SEX TIME

Hacía tiempo que no nos veíamos. De hecho, solíamos vernos tan sólo cuando tenías problemas. O cuando a mi me sobrevolaban penalidades.


Me sorprendió tu corte de pelo, siempre tan largo, tan arreglado, tan sedoso, y con un color tan natural. Me chocó vértelo corto, teñido de rojo, con flequillo cayendo sobre tus ojos negros y extremadamente pintados. Como si fueras algún tipo de bruja moderna. No era tu estilo pero estabas tremendamente guapa y sensual.

Me contaste de tus fracasos de estos últimos tres años, los que hacía que no nos veíamos ni teníamos más contacto que por pantallitas y maquinitas de por medio, de las nuevas heridas, de un divorcio complicado. Que dejaste el trabajo y volviste tras más de 20 años al tabaco.

Venias, decías, de un viaje por Rochefort y Saint Agnan. Francia siempre fue un buen lugar para irse a olvidar. Y allí me comentabas que te habías pasado los últimos tres meses buscando información e inspiración en Pauline Rèage porque querías escribir un libro, con historias similares a las que vivió O tras su paseo por el parque Montsouris Monceau.

-Desde cuando te gusta escribir? Te dije sonriendo y cogiendo tu mano. – no sé si me gusta, pero he dejado el curro y me apetece escribir una historia así-.

-Qué sabes de ese tipo de historias? - Te dije riendo casi a carcajadas y vaciando la primera botella de tinta de Duero.

-Nada, nada de nada jajajajajaja- y de nuevo tu sonrisa ilumino el mundo, y la estancia en la que estábamos.

Sería ese vino, no sé, o este fresquito del recién iniciado Otoño, o tu pelo rojo de bruja, o esa mirada de hembra perdida pero fuerte. No sé.

Qué tal si aprendemos algo más sobre el personaje de Anne Desclos?

-ufffffffff. Dijiste.

Decidí que se acabó el tiempo de hablar, de escuchar. Me fui hacia ti te cogí la muñeca izquierda, seguías llevando el reloj en la derecha. Mira algo que no había cambiado. Llevándote a la cocina cogí unas tijeras, te indiqué que cortaras las cuerdas en las que tendía la ropa. Lo hiciste obediente, sonriendo casi riendo, como si fuera un juego. Te miré con la mirada más acerada que tú habías visto. -Yo no estoy jugando-. Tú cara cambio un segundo como si te asustaras. Sonreí un poco y relajaste tu semblante.

Te lleve hasta la habitación y te puse cara a la pared, con la cuerda te di muy muy suavemente sobre los tejanos, justo debajo de tu cinturón negro. Callabas. Luego golpee fuertemente la cuerda contra el aire, chasqueando la brisa que recorría la habitación. Impetuosamente golpee el suelo y la pared, sin rozarte pero acercando ese improvisado látigo a tu piel morena. Te diste la vuelta y me miraste. Me acerque a ti con la cuerda en una mano y mi cinturón en la otra. Aparte tu flequillo rojo de tus ojos y mi lengua bailo con tu lengua del mismo modo que danzan los demonios en los aquelarres de invierno.

Te quité la ropa casi a mordiscos, casi a arañazos. Mi lengua bajó por tu barbilla, tu cuello. Me entretuve en ese delicioso hueco que se forma al final de tu cuello y deje allí mi saliva. Lamí tus pechos y mordí tus pezones. –Ahhhhhhhhhhhh- dijiste. Yo no dije nada. Seguí bajando y bajando, mis dientes se encargaron de rasgar tus braguitas, mis manos de acabar de arrancarlas. Escupí en ese lugar antes tapado por esa pequeña pieza de encaje morado. Introduje un dedo, dos, tres. Tú echabas para atrás tu cabeza. Intentabas de modo baldío cerrar tus piernas.

Deje de golpe lo que estaba haciendo, te cogí en brazos y te tumbe en la cama. Con mi cinturón, el tuyo, y la cuerda até tus manos y tus pies te quedaste, desnuda de cuerpo y con un alma aún escondida, en forma de X sobre la cama. Aún sonreías. Me mirabas, yo seguía vestido. Descalzo, tejanos y camiseta negra. Me quite la camiseta, la hice jirones y fui a tapar tus ojos. Apartabas tu cara, jugueteando como diciendo que no. Te abofetee suavemente la cara. Susurraste algo parecido a – hazlo otra vez- pero no sé lo que decías, lo hice algo más fuerte. Tape tus ojos y algo parecido a tu sonrisa se enseñoreo en tu cara.

Abrí la ventana y el ligero frio otoñal se adueño de tus pezones endureciéndolos. – donde estas?- -Eiiiiiiiiii, donde estas?- te deje un rato sola. Puse música, y mientras sonaba lascio ch’io panga me acerque de puntillas a la cama en la que permanecías atada, inmóvil, y con los ojos tapados. Lamí, impúdico tus oídos, olí tu pelo y tu cuello. Cogí una botella de vino y con ella empecé a acariciar todo tu cuerpo, pasándola por tu vientre y dejando que lamieras con tu lengua el frio y verde cristal. Llegue con la botella a tus muslos abiertos e imposibles de cerrar por las cuerdas que ataban tus piernas. Un ligero semblante de terror se aposentó en tu rostro.

Dejé la botella rozando tus muslos y el final de estos. Me acerqué a tu cara y te besé. Tu boca primero permaneció cerrada, un segundo o tal vez dos, luego la abriste desesperada lamiendo mi lengua mi barbilla mi cara y mi barba de dos días. Deje mis manos que aún mantenían tu sabor entre los dedos al alcance de tu lengua libertina. No desaprovechaste la oportunidad de lamer tu sabor. Quité la botella de ese lugar. La abrí y bebí un pequeño sorbo de vino que compartí con tu boca. Derramándolo entre tus labios. Bebías ansiosa. Y yo mordía tu lengua. Bajé hasta el sur de tu ombligo y mordí, lamí, y bese ese lugar que sin duda habías depilado pocas horas atrás. Te arranqué varios orgasmos. Ya no intentabas zafarte de las cuerdas ni de las ataduras.

-desátame- dijiste varias veces y yo te ataba más fuertemente. –Quítame la venda- a esto accedí tras algunas de tus petits morts. Ahora si, tras esto me quité los pantalones y me quede tan desnudo como tú. Te miré a los ojos, me mirabas complacida. Entré dentro de ti. Salí y deje que todo lo que en ese momento debía de salir de mi se esparciera sobre tu vientre, sobre tu pecho y sobre tu cara.

Estabas lindísima, atada, con hilos blancos que rápidamente iban transparentándose esparcidos por tu cuerpo. Especialmente morboso me pareció uno de esos pequeños hilos en tu ojo ya enrojecido.

Te desaté, acabamos el vino, los abrazos, los recuerdos y los besos. - Ya me dejarás leer tú libro guapa- te dije antes de marchar. Te despediste de mí con dos besos.



jueves, 6 de junio de 2013

PODRÍA

PODRÍA
Podría escribir sobre las mujeres que me amaron, a las que amé, y con las que ahora tan sólo comparto un pasado, unas caricias olvidadas en la espalda, alguna canción y una puerta cerrada, unos recuerdos, alguna herida y una piedra en la mochila. Ese ligero aire de incerteza que de vez en cuando se entretiene en mi pelo jugando con lo que pudo ser y no pasó.

Podría escribir de la indignación y la rabia que se aprieta en mis nudillos al escuchar las frías cifras de paro, lo truculento de un desgraciado que mata mujeres en su gimnasio. Sobre el enojo que aprieta en mi cabeza al leer que van a expedientar a un bombero que rehusó desahuciar de su casa a una anciana. Sobre la admiración a hombres como este y sobre el deseo de defenderle en ese expediente. (amigo no leerás esto, pero aquí estoy.)

Podría escribir sobre este recién nacido verano, sobre las canciones que he olvidado y los nombres que han pasado sin pena ni gloria a mi lado. Sobre las puertas abiertas que los rayos de sol dejan a la madrugada en el quicio de tu puerta. Sobre el delicioso sabor del vino cuando es compartido, con risas o con lagrimas. Sobre las cervezas fresquitas que compartiremos cuando el sol se esconda tras las montañas de mi playa. Sobre el delicioso sabor del pan de centeno, del queso y la uva en tu boca.

Podría escribir, ya ves, sobre los poemas de Catulo, o tal vez coger esta poesía  de Omar Khayyam :  ¿Que yo del vino soy devoto ciego?
        Y bien, lo soy.
¿Que soy infiel, idólatra del fuego?
        Y bien, lo soy.

Cada uno de mí en su idea fía;
mas yo, dueño de mí, tengo la mía:
         Soy lo que soy.
y comentarlo divertido y afable  intentando esclarecer las trampas que habitan en el corazón y sus recovecos.

Podría escribir sobre los cuentos que aún no te he contado,  o de aquellos que te he susurrado en las lunas de cuarto menguante, de vino y de rosas. Sobre la vida tras el arcoíris y sus manzanas. Sobre dioses olvidados. Sobre el lugar en que se enseñorearon héroes y villanos. Sobre la arena del desierto y el brillo de su noche. De la soledad del cierzo y la tristeza en tramontana. De la alegría que nos espera tras esa esquina. De este mundo que está bajo nuestros pies.

Podría escribir de las llaves que guardan secretos y de las que abren los libros escondidos bajo ellas. De lámparas de plata y terciopelo. De sirenas y serpientes. De un sol de invierto. De la huella de tu voz recorriendo el sendero de los dias. De un caballo loco, del incienso encendido. De las velas alumbrando el cuadro de Glorian Gray. De sexo al sur de tu ombligo y al final de tu espalda, de la saliva compartida. De los días que vendrán, de las noches olvidadas.

Podría escribir sobre el millón de agujas y rayos de luna que tus ojos clavan en mi mirada. Sobre la fiera que viviría por aquí cerca si mi paz no se meciera en tus rizos. Sobre el delicioso sonido que hacen tu culo y la palma de mi mano. Sobre el gozo asentado en mis manos, cuando mis dedos juegan con tu pelo, y tú, soplando, lo apartas de tu cara. Sobre el vacío carmesí que se aposenta en mi cama cuando duermo tan solo como algunas estrellas. Sobre la sequía de mi boca sin la humedad de tus labios.

Pero hoy,  ya ves, hoy…..  mis dedos estarán quietecitos y no escribiré  nada.



martes, 14 de mayo de 2013

VIVIENDA. DESALOJOS. ESCRACHES....




Últimamente parece que algunos se desgarran las vestiduras porque una cuantas personas acudan a la puerta de su casa a expresar su opinión. ¿tanto miedo da la verdad? ¿la voz?

Unas personas que están cansadas, hartas y hastiadas de ser los débiles, los perdedores, a los que siempre les toca la hiel y la sal, a los que se les niega la felicidad, para que unos pocos tengan la miel y las rosas a raudales. Ya está, ya está bien. Seamos serios y llamemos las cosas por su nombre.

La vivienda, la vivienda digna es un derecho y no sólo porque lo diga el artículo 47 de la constitución.  “”Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necearias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación…” No sólo por este precepto constitucional, que se olvida mientras se enarbolan algunos otros como si fueran leyes divinas, sino porque el más elemental de los sentidos nos hace ver la necesidad de salvaguardar un hogar. De tener un sitio donde reís y llorar, donde vivir y pacer.

Este derecho, se está conculcando cada vez más, en virtud del derecho, legitimo por otro lado, de hacer negocio, de prosperar y de crecer que tienen los bancos. Pero si bien es cierto que estos bancos están en su derecho de hacer negocios. Estos deben de hacerse con unos límites, con una razón. Tenemos dos bienes jurídicos protegidos que chocan como trenes en la noche. A saber; el de todo ser humano a vivir con dignidad, y el de los bancos a hacer sus negocios. Pero no nos olvidemos de un principio que debe regir, no sólo nuestro derecho, sino que debería regir también nuestras vidas “el Fabor Debitoris”  Algo así como la protección a la parte más débil.

Es obvio, la parte más débil es el desahuciado, el que echan de su casa, al que le quitan el pan y la sal, al que le roban los recuerdos y lo expulsan a patadas de su hogar dejando en ella los cuadros por recoger, los recuerdos marchitos, el olor del sudor por la pasión y el miedo. Los echan de sus casas dejando allí, las primeras sonrisas de sus hijos, los primeros pasos de sus nietos, los callos de sus manos cansadas de trabajar para levantar durante años lo que algunos se llevan en minutos. Dejan allí, ya ves, el desconsuelo y el aroma del último guiso aderezado con lagrimas y pimienta. No pueden los bancos desahuciar los cachos de corazón que quedan colgados en el techo y enraizados en las lámparas. Las risas que han recorrido el viento que entra por las ventanas. El ruido sordo de los gemidos de la noche anterior. Lo eterno del silencio que queda tras abrirse la puerta de una patada de la policía con un secretario judicial detrás y un directivo del banco con una corbata del precio de todos los muebles en el cuello, intentando tal vez, tapar sus vergüenzas.

Hay mil soluciones, mil maneras. No son nuevas ni las quitas ni las esperas. Debemos de proteger al débil, es una obligación moral, es lo que nos convierte en humanos. Podemos adoptar la dación en pago. Una quita de la deuda adecuada al valor de mercado. Una espera, el banco firma una hipoteca de treinta años (donde está el problema si está unos meses sin cobrar hasta que la parte más débil de ese contrato vuelva a trabajar?)

No es extraño que muchos acudan a los domicilios de algunos a gritar su desesperación y hartazgo. Estos, los gritados se escudan en su derecho a la intimidad. Cogen la Constitución como si fuera un escudo que sólo protege a ellos.

Esa misma constitución en su artículo 10 nos dice: Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificaos por España.  Y esta, la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 (ratificada por nuestro país muuuuucho más tarde) establece en su preámbulo: …”Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión…”

Luego, los escraches, o como diablos quieran llamarlo. No sólo son moralmente comprensibles, y razonables. Sino que deviene en una actitud legal. Es licito y coherente que alguien que ve como caen las estrellas sobre su pelo porque no tiene techo, que ya se le han secado las lagrimas de sinrazón y desconsuelo, que ya no sangran sus heridas porque su cuerpo no alberga más sangre, y que todo esto es así porque el estado no le protege y prefiere ayudar a un muypoderoso banco. Es legitimo, como decía, rebelarse. Y hacerlo, con un par de pancartas es una opción más que educada y respetuosa.

viernes, 3 de mayo de 2013

IMAGÍNATE.




Imagínate un mundo en que las nubes sólo fuera algo colgado en el cielo y no escondiera en sus formas leones, serpientes, conejos blancos o dragones a punto de vomitar, por su boca de afilados dientes, el rojo fuego  que anuncia el final vespertino del día. Imagina que  los millones de granos de arena de la playa no  escondieran castillos para que guardemos en sus almenas, empapadas del agua salada del mediterráneo, nuestra sonrisa y besos.

Imagina que la cerveza fresquita del norte tan sólo quita la sed, que el vino tinto de la ribera del Duero, del somontano, de montsant, o los blancos de rueda tan sólo sirvieran a aquellos que no les gusta el agua fría. Que el sol en su lento camino diario desde su cuna del este hasta su cama del oeste tan sólo calentara las cosechas. Que las estrellas y las pleyades no escondieran, en su resplandor nocturno, la certeza de que mañana puede ser mejor.

Imagínate que los poemas y las canciones de amor no  traen, secretamente, mi recuerdo a tu pelo, que una vela tan sólo tiene el valor de la luz que da su llama, que la lumbre de la llar de foc exclusivamente da calor a tus huesos. Que las sombras que danzan al son del replicar de esa fogata lo hiciera con precisión matemática y predecible, que las brasas que quedan tras el fuego no quemasen.

Imagínate que todo estuviera escrito, que la esperanza ya hubiera escapado del ánfora de pandora. Que la mantis  no hubiera robado el fuego al avestruz. Imagina que el futuro fuera cierto, que nadie te esperara al final del día. Que todas las preguntas tuvieran respuesta. Que el cuadrado cupiera en un círculo, que el reloj no diera las horas.

Imagínate que podemos explicar el amor. Que no me echas de menos.

Imagínate que no encuentras acomodo en los recovecos de mi pecho, que  mi verbo no es placentero en tu oído. Imagina que mi secreto no está en tu pelo, que no tienes dulces sueños, que no sueñas conmigo. Imagínate que me miras a los ojos y sólo ves un hombre.

Imagínate que Omar Khayyam sólo hubiera sido astrónomo y matemático y se hubiera olvidado de la poesía, que  Pablo Neruda se hubiera quedado sin cartero, que  Cernuda se hubiera quedado sin visitar el parnaso. Que ninguna saeta hubiera acertado a San Sebastián.

Imagínate que despiertas sin fuerzas ni esperanza, que todo estuviera hecho, que el olor del café no sorprendiera cada día, que su aroma no se enraizara perdido entre los dedos. Que todos dijéramos siempre la verdad, que siempre fuera verano. 

Imagínate que París es sólo una ciudad plagada de gente. Roma un lugar con viejos monumentos. África un lugar de animales salvajes. Londres un sitio donde beber cerveza o Albarracín un lugar olvidado. Imagina que Granada no tiene al albaicín. Que no nieva en el vall d’ Aran. Que no puedes perderte en Marrakech ni oler curry en Estambul. Que en Lisboa no sirven buen pescao.

Imagínate un mundo sin cínicos ni epicúreos. Que al golpear las palmas de las manos contra un tronco de árbol sólo hay ruido y no música. Que no puedes volver, que no hay marcha atrás. Que tu sombra no te siguiera. Que al dormir sólo descansaras, que jamás te visitaran en sueños. Que nunca te hubieran robado un trozo de corazón. Que nunca te invitan a cenar.

Imagínate que los dioses murieran sin dejarnos leyendas, que el oro del rin fuese de plata y su anillo no cupiera en tu dedo. Imagina que tras el arco Iris no hay manzanas que curan el alma. Imagina que todo está descubierto, que no hay una sorpresa tras cada esquina, que te conformas con lo que hay.

Imagínate que no tuvieras sueños.

viernes, 19 de abril de 2013

PARECE QUE LLEGA EL CALOR.



Parece que, como cada año, el sol y la luna han ido girando según lo previsto, que los solsticios se van aposentando en los sillones que les corresponden, que la nieve empieza a deshelarse perezosa sobre las cimas de las montañas. Parece, ya ves, que pronto el sol brillará más fuerte, y las olas vendrán, despacito, acompasadas y cadenciosas, a acariciar tus piernas con el  agua y la sal templadas.

Y, oye, el mundo sigue inhóspito y cruel. Maldito y estúpido. Buscando culpables en las victimas. Perdonando a los verdugos y echando de sus casas, sin perdón ni piedad, a niños que tal vez mañana no coman caliente. Pero, perdonadme, en ocasiones apetece olvidarse un rato de todo lo gris que envuelve los días y dejarse mecer por las cosas buenas.

A mí, personalmente, me apetece convertirme en sombra, de esas que tanto se agradecen tras el sol, y habitar en tu reflejo. Perderme en tu mirada. Enredarme en tu pelo. Compartir una canción al oído, o una poesía, o el roce de tus labios. Una lumbre en la que quemar periódicos y sus noticias. Robarte el escalofrió que recorre tu espalda cuando te sientes observada por mi verde mirada.

Podría esperarte en tus sueños, agazapado en algún rincón que sólo ocupe yo, y allí, en ese sueño, bajar a una palma de tu ombligo. Enterrarme en tus piernas y beberte a sorbos a ligeras lamiditas y besos. Probar contigo espejos, el veneno afincado en los botes pequeños, la confitura que se esconde en las botellitas de colores diminutas.

Apetece ser feliz a pesar de la pesadilla del mundo. Vivir, respirar, soñar, quemarse los ojos de  la felicidad que puede anteceder al verano. Traer paz y flores. Regalar un libro de José Luís Sampedro ( te debo un post maestro). Imaginar como sería su vieja sirena. -Tal vez se parecería a ti-, incluso soltar alguna lagrima recordando al hombre de tez aceitunada y, casi mis ojos, que habitó en su sonrisa etrusca. Vivir y escuchar. Tocar y sentir. Parar y seguir.

Serán estos primeros calores, de camisa blanca sin corbata,  los que traen en el aire vespertino de anocheceres tardíos, las ganas de dejar en el hueco de un árbol de la ciudad todos los besos que aún no te he dado, algún recuerdo del pasado. El proyecto de un viaje a tu ombligo.


domingo, 7 de abril de 2013

DOS AÑOS DE AMOR




En tu habitación vuelan dragones y brillan estrellas velando tu sueño. Ese sueño que ha venido a mecerse entre los balcones de tus pestañas, mientras tú andabas repartiendo caricias y abrazos entre tu madre y los recovecos de mi pecho, donde acabas, como casi cada noche, rendido de las experiencias del día. Feliz y amodorrado. No hay nada mejor en el mundo que verte dormido en paz.

Al dejarte descansando en tu camita no puedo evitar pensar que el fuego que prometió Prometeo, al menos el que me prometió a mí, eres tú y tu sonrisa,  el brillo en tus ojos, y el candor de tus manos, las chispas de felicidad que habitan en tus dedos y recorre tu pelo.

Dos añitos, cariño. Dos añitos piccolo guerrero. Hace hoy dos años que traes la primavera al mundo y a mis brazos. Dos años en los que el tiempo no clava sus agujas en mi piel, sino que acaricia mi cara con la ternura del roce de tus besos. Dos años en los que hemos aprendido muchas cosas juntos, a andar y perseguir las pelotas y las palomas, a correr tras los sueños, los dragones y el futuro, a cerrar los ojos cuando aprieta el cierzo, a “veure les gotes quan plou”. Hemos construido castillos de arena y viento en los que hemos dejado que habiten, por un rato, hasta que lo arrullen y se lo lleven las olas, caricias y fantasías.

Las primeras palabras pasadas por el tamiz de la infancia, las primeras frases inconexas y brillantes, los primeros abrazos apasionados, naturales y sencillos. Esos con los que tus bracitos aprietan todo mi cuerpo y mi cuello, mientras susurras “papaaaa” a mi oído justo cuando el primer bigbang de felicidad primigenia estalla tras mis costillas y mi pecho. Nunca nadie me cogió, ni cogerá, tan fuerte.

Ya ves, cuánto hemos vivido juntos en tan poco tiempo, cuánto hemos aprendido. De la mayoría de cosas no te acordarás. No te preocupes, yo te recordaré  cómo balbuceaste “paaaapa” hace tanto tiempo entre montañas y nieve,  los primeros pasos que diste en la playa, del resplandor de tus ojos reflejado en el de las “balenas”. De cómo gritas algunas mañanas “ Carrrrrrlos Pernil”, o “maaaaaaama vine”

Te recordaré esta parte tan maravillosa de la historia de mi vida, de tu vida, de la vida de tu madre. De la felicidad que esparces sin saberlo, como un sensible campesino reparte buenas semillas en los campos del sur,  sobre nuestras espaldas y en los toboganes de rizos de mama. Como enmarañábamos papeles con lápices de colores imaginando que eran “balenas, pingüins o llops”

Mientras un tigre blanco, un oso, un águila, un caballo, un hipopótamo, un mono, una vaca, un elefante, un León y su cachorro, un perro negro, un dálmata gran i un altre petit, un zorro, dos gatos, tres pingüinos, un castor, un mapache, una ardilla, dos cachorros de tigre,  una ballena, un búho del norte, una tortuga, dos lobos grises y una pantera agazapada vigilan tus juegos yo me asomo a la refulgente llama de tus ojos y me fundo entre tus besos y el porvenir.

Lo mejor es que aún nos queda tanto por hacer. Procuraré escribirte algo, como mínimo, cada año. Porque queda mucho:  Contar las estrellas tirados en la arena de nuestro mediterráneo mientras las olas acarician nuestros pies y la luna (Khonsu, ya te contaré) nos sonríe. Nadar en el agua de ese Mar. Aprender a sumar cuentos, a leer, a seguir. Los primeros nuevos dientes. Las primeras heridas. Los primeros éxitos, los primeros fracasos. El primer amor…. Tanto que aprender, tantas aventuras. Tantas cosas que uffffff, piccolo guerrero, aún queda todo. Todo un camino que andar y mil flores que regar.

Siempre te acompañare en el viaje y en la vida, incluso en los momentos en que tan sólo haya escombros a tu alrededor. –Sobretodo en esos momentos estaré cerca y con mis manos dispuestas.- y no habrá árbol lo suficientemente alto, camino difícil o mar embravecido que me impidan soplar en tus heridas, empujarte hacia la cima que quieras conquistar, darte el aliento que necesites si es que tus fuerzas se han agotado.

No voy a volar por ti, ni me pondré tus zapatos. Será tu camino, tus decisiones y tu vida la que tendrás que afrontar vivir y doler. Pero intentaré darte alas, enseñarte a mecerlas entre las nubes y a llenarlas del buen aire que te impulsa y no te tumba. Procuraré darte herramientas para que golpees fuerte el yunque de la vida y forjes todos tus sueños y futuro. Espero, ya ves, no dejarme cosas en el tintero, serte siempre sincero.

Fíjate, tan pequeño y tu sonrisa es ese cuarto de luna creciente que siempre apuntalará mi alma.

Felicidades pequeño. Muchas felicidades.

miércoles, 20 de marzo de 2013

SIEMPRE COSTO, TANTO. TANTO.....

La vida siempre ha sido cruel e injusta. Dura y desastrosa. Y, llamémoslos Faraones, Emperadores, Reyes, Nobles, burgueses, dictadores, señores o diputados o banqueros, pero lo cierto es que el poder siempre se ha sentado en cojines con plumas y dormido entre sabanas de seda sin importarle lo que cuesta hacer esos cojines o enhebrar esa seda.

Los demás “los no elegidos” hemos tenido que ir ganando poco a poco, pasito a paso, muy despacio y de modo arduo y difícil lo poco que se tiene, lo poco de lo que se disfruta. Cuesta, ha costado tanto tener el ramillete de derechos que deberíamos de tener por el mero hecho de estar vivos, por la simple circunstancia de ser y estar. Que duele en las articulaciones y en la palma de las manos ver como se diluyen con una velocidad pasmosa.

Desde esa antigua queja en 1166 a.c. de las construcciones de las pirámides en Deir-el- Medina, en el que un manojo de personas explotadas, muertas, casi literalmente, de hambre y sed, de calor y semidesnudos saltaron los muros de la necrópolis y se enfrentaron al todopoderoso Ramses III exigiendo comida, bebida y ropa.

Ganaron. Costó mucho ganar tan poco, pero se ganó. Un pasito “palante” luego se dieron muchos “patrás”. Siempre se ha batallado y casi siempre se ha perdido, pero en ocasiones, pocas, se gana y en esos momentos de triunfo para todos el aire huele algo mejor, y la noche parece más cálida. Y el humo de los puros de esos tipos tan gordos parece transformarse en aromático incienso.

Vinieron más luchas, muchas más. Desde los esclavos de Espartaco, a los esclavos del Mississippi. Rosa Park, Ghandi, Rigoberta Menchú… Tantos y tantas, tantas luchas y tantas guerras.

Hace poco “celebrábamos” el 8 de marzo rememorando lo que sucedió en esa fábrica textil en 1857. Hace poco un abogado, no abogado estrella, de esos que conoce el nombre de sus clientes y tiene la oficina en su móvil y poco dinero en su cartera consiguió que la unión europea cuestionase la legalidad de la draconiana ley Hipotecaria de nuestro país (incluso Sólon en año 600 a.c. más o menos consiguió cambiar algunas de las leyes de Dracón de Tesalia). En estos días estamos en el decimo aniversario de la Guerra de Irak. Hace diez años tapamos las calles pidiendo justicia y dignidad para todos. Perdimos. No nos hicieron caso. Parece que en Chipre han gritado un sonoro NO, que tal vez se escuche. Pero estas luchas se han de mantener por dignidad y orgullo, no por la posibilidad de ganar o perder. El Éxito no debe de ser la vara de medir de estas acciones. No, no lo es. Debemos de seguir intentando dar pasitos “palante”, por mucho que otros nos empujen “patrás” por honor y decoro, por que debe de aflorar la nobleza de nuestros corazones y el pundonor de hacer lo justo, por mucho que fuera llueva y las nubes sean grises y oscuras.

El ser humano hemos tenido, siempre, en el fondo de la caja de pandora y en el hueco que queda en nuestras manos, tras beber el agua fresca de tu rio, la esperanza y el deseo de un mundo mejor en nuestros corazones y bajo nuestros pies. Será que la Ilusión de un lugar mejor siempre anda meciéndose entre tu voz y mis manos. No sé, hoy empieza la primavera y tal vez dentro de poco consigamos dar otro pasito “palante” por mucho que los Barcenas y Urdanguarines de turno empujen “patrás”.

Es cierto que en ocasiones, y cada vez más, parece que todo se vaya a derrumbar y a desvanecer como un arcoíris al cesar la suave lluvia y los rayos de sol. Pero siempre hay alguien dispuesto a cumplir la obligación que como ser vivo, digno de ser llamado hombre o mujer, fuerte para poder mirarse a la cara cada día con una sonrisa, está dispuesto a coger los fusiles de flores y claveles de Lisboa e intentar, a su modo, como pueda, que este mundo que habitamos sea un poco menos inhóspito, algo menos frío, algo más amable.

Y tú, te apuntas a dar un pasito “palante”?



viernes, 1 de marzo de 2013

ACABEMOS EL MES.


Allí estaba yo vestido tan sólo con tres pulseras de distintos continentes en mi muñeca izquierda, con el sudor que perlaba mi frente y con el reciente aroma del placer arrancado a tu cuerpo recorriendo mi pecho y enseñoreándose en mi boca, vestido tan sólo con la dicha que acabábamos de derrochar instantes atrás. Allí estabas tú con tus tejanos recién puestos. Descalza y pintadas las uñas de tus pies. Tu ropa interior, toda, tirada por el suelo, tu culot graciosamente caído sobre el tacón alto y negro de tus zapatos que descansaban, distraídos, en el suelo y tus manos alrededor de esa parte de mi que minutos atrás estaba dura y enhiesta intentando (y consiguiendo quiero pensar) dar satisfacción dentro de ti.

Acariciaban tus manos esa parte de mi, ya no tan férrea, tú jugabas con ella. La metiste, pizpireta, una vez más en tu boca y mientras fuera de ese paraíso que compartíamos el mundo rugía como un animal herido y los autobuses danzaban cansinos y aburridos con el tráfico, tu lengua bailó con lo que había en tu boca. La saliva brillaba en mi virilidad que crecía dentro de ti y comenzaba, una vez más, a compactarse contra el cielo del paladar de tu boca, contra tus labios. Despacio, como dando cautelosos pasos hacia el paraíso, dejando un sendero de saliva y humedad en mi virilidad la fuiste retirando de tu boca.

Cuando todo estaba fuera, jugaste con la puntita de tu lengua y otra punta. Me miraste mientras estabas arrodillada frente a mí, con tus tejanos abiertos dejando entrever el principio de ese culito que no puede ser más que la antesala del purgatorio, me mirabas fijamente a los ojos y en tus pupilas cabía todo el universo y explotaban cien soles.

Con esa cara de no haber roto jamás un plato, con esa sonrisa que oculta que has robado todos los colores, volviste a mirarme y un ligero gesto subió la comisura de tus labios un instante antes de que dejases de mirarme y escupieses en mi hombría, demostrando que tan sólo se ha de ser una señora en la calle o en el trabajo y no en esas batallas. Iniciaste entonces una fiera danza incontrolable, casi desesperada. Yo rugía, cerraba los ojos e intentaba amarrar tu pelo a mi deseo.

Volví a reventar de placer desbordándome y explotando en las estrellas del cielo del paladar de tu boca. Mi pasión goteaba impúdica por la comisura de tus labios, tú disfrutabas mi sabor mientras recogías el resto de tu ropa.

- Eeeeiiiiiiii, ven aquí,- te dije.

- Sssshhhhhhhhhh,-me debes una-  dijisté



miércoles, 20 de febrero de 2013

IN MEMORIAM.



Me gustaría decir que ya no duele, que ya no escuece esa herida que dejaste tatuada en el alma el día que se paró la aguja gorda, la fina y la finita del reloj. Mentiría. Pero lo cierto es que ya no es una herida que mortifique el día a día. Simple y llanamente ahí está como están esas cosas molestas que te acompañan por siempre en la mochila del camino diario.

La vida, con todas sus complicaciones y vicisitudes, es todo lo amable que puede ser y soy un hombre feliz. No me quejo. No tengo porque hacerlo. Pero en ocasiones, sin causa ni motivo, sin fechas señaladas ni porqués viene del sur un olor a tabaco negro, un recuerdo de pocas palabras, un semblante serio y una mirada dulce que marchó cargada de dignidad y grandeza. Como en aquella canción de ese duo dinamico que te gustaba y que hablaba del fin del verano, de ese trozo de verano que marchó contigo.

Ya ves, a pesar de que la vida es buena, en ocasiones viene un dolor que se agarra por dentro sin causa ni razón, a ratos deja el viento una tristeza que se queda por dentro unos segundos y te aprieta en los pulmones, recordándote lo frágil de la vida y las bobadas por las que en ocasiones nos enfadamos. Tal vez me enojo por no saber si hubieses llamado a mi hijo, también cirere, o tal vez, taronje…. No creo, crec que Li haguessis anomenat llimoner, li agraden les llimones i és fort i amb un gust especial, com el que te aquesta fruita ….

No estoy triste, no lo estoy. Son sólo recuerdos que vienen en ocasiones. Algunas noches de estrellas errantes o cuarto menguante, con algunas notas de guitarra, cuando veo una armónica que yo no sabré enseñarle a mi hijo a tocar y que tú tan bien hubieras enseñado. Es añoranza y ganas de maldecir a todos los dioses por crueles y cabrones, por injustos. No passa res.  Es sólo el desconsuelo que queda por siempre agazapado en las manos y en los nudillos por saber que hay muchas risas que no compartiremos, alegrías en las que no participaras, éxitos de mi hijo que no celebraras. Es sólo eso.

Gracias, eso si, por dejar un mundo de colores, tus manos en las de mi piccolo, lecciones que no están escritas y que no se pueden escribir. Intentaré estar a la altura y trasmitirlas. Y no te preocupes, allá donde estés, si es que tras ese viaje tiempo atrás emprendido, se va a algún lugar (ojalá, pero me temo que no…) ese dolor punzante que habita perennemente en el pecho, en ese lugar del corazón en el que se establecen las cosas importantes, las que no se olvidan, se trasforma rápidamente en afecto y ternura. 

martes, 22 de enero de 2013

BANDERAS


Parece ser que, ahora, en el S. XXI están aflorando algunos nacionalismos, algunos amores (difícilmente comprensibles para mi) hacia una bandera, hacia un trocito de tierra, hacia unas  tradiciones, supuestamente, mejores que las demás. Y, yo, perdonadme, no puedo abrazar una bandera ni entender completamente estos nacionalismos. Ninguno. Los respeto, claro que si, e incluso envidio a la gente que honradamente lucha por sus ideas, (aunque no las comparta) pero no puedo terminar de comprenderlos del todo, del mismo modo que no puedo comprender aunque respeto a aquellos que tienen creencias religiosas. Será, ya ves, que algo de fe tiene que haber en una cosa y la otra.

Además  no puedo entender como alguien se puede sentir orgulloso de ser de tal o cual lugar, máxime cuando esa circunstancia es tan fortuita, o más, que la de tener los ojos de un color u otro. Vamos entiendo que alguien se sienta orgulloso de correr una maratón en un tiempo determinado, de acabar un doctorado, de escribir un libro, de besar tu pelo, o de inventar el chupachups, pero estar orgulloso de algo que de ningún modo te supone un esfuerzo y que es fortuito totalmente me parece como mínimo curioso.

Supongo, no sé, que el nacionalismo se acaba viajando, viendo otras culturas y otras gentes. Quizá la patria no sea más que ese rincón en el que te di el primer beso. El camino desde mi cama hasta tu guardería. Todo esto puede estar en cualquier rincón del mundo. Esta en este, si, pero puede cambiar y Tombuctú, Zanzíbar, O cualquier pueblo o aldea de otra parte del mundo pueden ser (y serán seguramente) tan buen lugar como este.

No sé ,una vez leí por ahí que el nacionalismo es la piel de cordero que utiliza el lobo racista. Tal vez sea verdad. Para mí el país, la nación es ese lugar en el que tiritó de frio cada vez que llueve, o cada vez que se humedecen mis ojos con los buenos recuerdos las cálidas noches en que me abrazas suave y tenue como si tu abrazo fuera una nube que se acerca despacito. El pan que compartimos, el vino de tu boca.

No me gustan, fíjate, las banderas ni sus colorines. No me gustan los patriotismos y esa extraña creencia que tienen todos que son mejor que los demás por el mero hecho de haber sido parido en un lugar u en otro.

Decía ese gran escritor y contador de cuentos y relatos Guy Maupassent (Os recomiendo “claro de Luna”) que el patriotismo es el huevo de donde nacen las guerras. Y, oye, a mi no me gustan las guerras y desde luego hay muchas cosas por las que estaría dispuesto a morir pero de ningún modo por un trapito de colores y por lo que este pueda representar para uno u otro.

Será que no reconozco más patria que tus ojos, más camino que el que recorren tus dedos en mi espalda. La tierra que pisan mis pies. El sendero, que tal vez, me lleve a kilómetros de aquí. Tal vez allí ondee otra bandera y el nombre del país sea otro. ¿Qué más da?.

No reconozco más bandera que la sabana naranja con animales de la selva que te tapa a ti, piccolo, esas noches frías de luna menguante en las que te duermes a base de poesía y besos. Tal vez la patria no sea más que ese espacio de aire que existe entre tu boca y mi aliento.

Hice “la mili”, tengo una edad y antes nos obligaban a hacer algunas cosas. Que li farem, és el que hi ha…. Pero no puede mi alma palpitar por un trapito de colores, ni por un trocito de tierra artificialmente cortado, por una frontera, por un tiralíneas político. Fronteras que habitualmente sirven tan sólo para justificar guerras, recortes odios e incompetencias de aquellos que nos gobiernan. Respecto a los nacionalismos, como en tantas cosas, cabría preguntarse ¿quid prodest? – a quien beneficia?- y desde luego no a mi. No a ti.

jueves, 3 de enero de 2013

COMO ES COSTUMBRE; EL PRIMERO PARA ADULTOS.

Hacía siglos que no te veía, y ahí estabas, guapa y radiante, distante, lejana y bella como siempre. Mirabas un escaparate de una bollería de estas pijas que sirven pastas que parecen una joya.


Te tape los ojos acercándome a tu cuerpo desde atrás, te dije. –Adivina quien soy?-, te giraste sin sorpresa, me abrazaste despacio y me diste dos besos casi sin rozarme las mejillas.

–Hace mil años que no te veía, guapa-

-Ni, tu, ni yo somos tan viejos. Jajajaja- Reíste al contestar

Seguías como siempre; delgada, media melena casi pelirroja. Elegante. Embutida en un traje chaqueta negro, camisa blanca, sin joyas ni pendientes, sin reloj ni tiempo. Ligeramente pintada tu cara y tus ojos grandes y tristes, tus uñas largas de color malva casi negro, bajo tu falda, que justo cubría tus rodillas, se adivinaban unas medias tupidas y negras. (No pude evitar imaginar de qué color sería tu ropa interior.)

Tomamos una copa, y sorprendía a propios y ajenos que una mujer como tú, tan gentil y refinada bebiera la cerveza a morro mientras mantenía una compostura digna de la reina madre de Inglaterra. Las típicas preguntas tras años sin saber de ti, desde aquel día que marchaste a Bruselas con un curriculum brillante bajo el brazo, una ambición en el bolso, y mi risa en tus bolsillos. – Qué tal tu marido?- cómo va el trabajo?- qué haces aquí?- no te pregunto cómo te trata la vida, es obvio que te trata bien…. Reíste mostrando el nácar de tus dientes. –Jajajajaja, cuantas preguntas de las que te da igual la respuesta, esta tarde marcho, vuelvo a Bruselas, pero aún no es esta tarde y tengo frio, y tengo una habitación de hotel vacía, y tengo ganas de que no hagas preguntas.-

Siempre fuiste directa. Entramos a la habitación de Hotel. Blanca e impersonal. (Una habitación de hotel al fin y al cabo) todo ordenadísimo y aseptico, como si no estuvieras allí, como si no hubieras estado ni un segundo. Las maletas recogiditas y escondidas en el armario.

No dijiste palabra, subiste la calefacción, me cogiste de la mano y mientras abrías el grifo de la bañera metiste tu lengua en mi boca, tu mano mojada y sus uñas malva casi negras empezaron a desabotonar mi camisa. La tiraste al suelo y tu lengua siguió enardeciendo mis labios, mi boca, mi barbilla. Tus dientes mordieron ese lugar. Tu lengua siguió bajando; cuello, nuez, orejas, mi pecho y mis pezones se rindieron a la humedad de tu boca.

La bañera estaba llena de agua, yo desnudo y lleno de deseo. Tú vestida y traviesa. Me invitaste con gestos a entrar en la bañera. Diste media vuelta y trajiste una botella de cava de la neverita del hotel. -Mira- dijiste. Abriste la botella, serviste una copa, bebiste las burbujas del cava helado y compartiste el líquido de tu boca a la mía. Te desnudaste despacio. Comprobé que, efectivamente, tu ropa interior era negra y ceñida a tu piel.

Entraste en la bañera desnuda, con tu media melena casi pelirroja y ni un solo pelo más en tu cuerpo. Yo estaba tumbado con el agua caliente acariciando todo mi cuerpo y tú te sentaste haciendo desaparecer la parte de mi cuerpo que más dura estaba en el interior del tuyo. Tu humedad y calor competía con la del agua. Y creo que ganaba. Seguimos así un rato, tu lengua y la mía estaban locas lamiendo, besando, mordiendo ese cuerpo que tantas heridas dejo en la piel y en el alma muchos años atrás. Me cabalgabas haciendo que entrará y saliera de ti a un ritmo endiablado, despacio, endiablado otra vez. Ufffff. Mi cara cambio, tu viste que aquello acabaría pronto. Saliste de golpe dejando mi hombría rígida y latiendo.

Tu piel brillaba con el agua, la mía con el deseo. Te apoyaste en un banquito de la bañera, ofreciéndome el brillo de tu feminidad. Recogí más cava de tu boca y baje, baje, baje, deteniéndome en todos los lugares dignos de parada, y me entretuve, claro está, en ese lugar tan deliciosamente gozoso, lamia sin parar mientras sentía tus muslos apretando mis orejas (como en la canción de Raimundo amador, esa que dice Ay! Qué gustito pa mis orejas, enterradito entre tus piernas….)

El deseo explotó en el sur de tu ombligo inundando mi boca y recorrió, como una descarga eléctrica azul, todo tu cuerpo. El agua ya andaba algo fría.-daba igual- Me miraste con esa cara de hembra impenitente que ya sólo recordaba en mis sueños onanistas. Cogiste esa parte de mi sobre la que antes estabas sentada. Escupiste tu saliva sobre ella y apoyaste tus manos sobre la pared del baño ofreciéndome, de espaldas, los dos lugares a los que se puede entrar. –Ya sabes, que me gusta andar por caminos poco ortodoxos- dijiste sonriendo. Entre en ti, haciendo más fuerza, mucha más que la necesaria para entrar en otros lugares. Gemías. Yo rugía. Agarraba tu pelo. Te movías como una diosa a la que intentarán privar de su divinidad. Y, finalmente, mientras mis dedos intentaban acariciar tu otro agujerito estalle en un blanco placer dentro de ti.

Nos separamos despacio. Me secaste con una toalla negra, te secaste con la misma toalla. Fuimos a la cama. Me dijiste. – Aún no es por la tarde, aún tengo algo de frio, Aún queda cava, y esta cama parece mucho más cómoda que la bañera…. Sonreí