Como cada año, desde que el sol sale por el Este, a finales de junio, más o menos, los hombres y mujeres de casi todo el mundo celebramos, de uno u otro modo que en el hemisferio norte los días son más largos, las noches más cortas.
Como todas estas fiestas en sus orígenes se celebraban por la conexión del hombre con la tierra y la naturaleza, (conexión que ya hemos perdido) cuando los agricultores agarraban la vida y las inclemencias de la madre Gaia con la fuerza que las raíces de los abetos y olivos abrazan la tierra.
Es una fiesta, como tantas, que en nuestra tierra tiene un origen celta. Nuestros abuelos por estas fechas festejaban lo que se llamaba algo así como Beltaire, -bello fuego más o menos-. Era un momento de algazara en honor al dios Belenos, (el Sol) que los alumbraba a diario y permitía que la vida continuase su ascendente curso a ves a saber donde. Encendían hogueras por doquier, hombres y mujeres danzaban a su alrededor, bebían y los/as afortunadas echaban un polvo a la luz de las estrellas de verano, al relumbrar anaranjado de los fuegos. Mas tarde en las ascuas hacían pasar el ganado para purificarlos y pedir a los dioses un buen año. Después la vida seguía como siempre ha seguido, sin parar ni mirar atrás.
Los romanos hacían cosas parecidas en honor a Apolo y a Minerva (sol y guerra) buena combinación.
Pero todo eso queda muy lejos en las brumas del tiempo, pero cierto es que de aquellas aguas nos vienen estos lodos, o dicho de otro modo, nuestras tradiciones vienen de algo, no somos más que los herederos de nuestros abuelos.
Mi celebración del solsticio, fue algo más normal, o más bien civilizada y moderna. Aún así algo de atávico y de honra a los viejos dioses, a la vida, al sol debe de haber.
Fui con mi pareja y dos amigos a un maravilloso balcón sobre el mediterráneo, Un restaurante en el centro de una carretera de curvas que circunvalan montañas que van a descansar al Mar. Las olas parecían venir a romperse con una caricia en los cimientos de piedra natural de este lugar de difícil acceso. Se trataba de una cena preparada para más o menos 70 ú 80 asistentes, mesas con velas, buen vino y buen cava, todos de aquí cerquita, Penedes y Alella. No son los mejores. Pero son suficientemente buenos y estos estaban especialmente suculentos. La cena, genial. Bien servida en copas de borgoña en las que resplandecía la llama de las velas que en sus vasos de cristal luchaban por no ser apagadas por los hijastros de Eolo
Lo mejor de todo, el espectáculo que amenizaba la noche con pocas estrellas. Un cantante de blues, en un escenario de madera sobre las aguas dulces de la piscina. Sólo él, su guitarra y esa voz que parece romperse y desgarrarse en la garganta para aparecer recompuesta y sublime al salir de los labios, como empujada por al lengua, que sólo los buenos negros tienen. (Aaron Lordson, por si a alguien le interesa y lo busca por ahí)
Un ligero y frio aire de mar adentro venia a refrescarnos la piel, a jugar con el pelo de mi chica y a enredarse en los rizos de su cabello para quedarse un rato por allí antes de seguir su curso hasta las montañas plagadas de pinos, ginesta, romero salvaje y sin domesticar. La voz desgarrada de viejas canciones de Ray Charles, Sam Cooke, Otis Redding, Ben E. King y otros genios nunca olvidados, iban enseñoreándose y brotando de la voz de Aaron. Tras cada canción una carcajada que parecía haber sido prestada para la ocasión por el espíritu de Louis Amstrong.
Mientras la Luna, diosa de plata vieja, con la juventud y lozanía de sus milenios dejaba un rastro argento sobre el mar sin olas bajo nuestros pies demostrando que ella, al contrario que las estrellas de esta corta noche, si podía brillar con luz propia, la vida seguía. Pequeños murciélagos volando como golondrinas de verano se esmeraban en intentar cazar algún insecto atraído por las luces del restaurante, los focos del escenario y las velas del lugar. Los insectos, claro está, pugnaban por no ser cazados. Otra guerra.
Qué decir, copas, risas, sonrisas, conversación, cariños, amistad retazos de felicidad que en ocasiones la vida nos esparce por el alma.
Tras la cena y las copas, yo, of couse, me bañe en la playa. Mis acompañantes rehusaron, el frío o el pudor les pudo, yo me quite la ropa y me metí en la balsa de aceite con camino de plata de luna que en aquel momento era esa cala mediterránea. (me sequé con la camiseta así que el resto de noche algo más incomoda jaja)
Después dejamos esa, casi paradisíaca y solitaria cala, para ir a un lugar más concurrido, cientos de hogueras y miles de personas a su alrededor encumbrando la vida, glorificando el aire que nos hace estar en movimiento. Dejando atrás, siquiera por una noche, la mierda diaria y cotidiana de muchas vidas. Ocupamos una hoguera abandonada a su suerte y desamparada de personas que se caldeasen a su regazo. En la Orilla del mar y del fuego seguimos parloteando, queriéndonos…
La noche fue larga, fue buena. O eso parecía. Desgraciadamente el amanecer, antes de llegar a casa, golpeo a todos aquellos que tengan un mínimo de corazón a todos cuya sístole y diástole sea algo más que un movimiento mecánico, con sus negras uñas de mierda y de muerte, de desgracia y de dolor, injusticia y rabia. Muy cerca de donde disfrutábamos la vida, un tren arrancó de un seco y rápido cuajo la vida de doce personas e hirió fuertemente a otros tantos. Es pronto para sacar conclusiones. Vayan con estas palabras mi dolor por ellos/as. A sus familias, probablemente ninguno jamás lea esto, pero estas palabras y todo lo que de bello puedan haber en ellas, si algo hay, es para esos que tan entupida e innecesariamente han perdido la vida demostrándonos que la magia, en ocasiones, siempre… se acaba de golpe e injustamente.
Como todas estas fiestas en sus orígenes se celebraban por la conexión del hombre con la tierra y la naturaleza, (conexión que ya hemos perdido) cuando los agricultores agarraban la vida y las inclemencias de la madre Gaia con la fuerza que las raíces de los abetos y olivos abrazan la tierra.
Es una fiesta, como tantas, que en nuestra tierra tiene un origen celta. Nuestros abuelos por estas fechas festejaban lo que se llamaba algo así como Beltaire, -bello fuego más o menos-. Era un momento de algazara en honor al dios Belenos, (el Sol) que los alumbraba a diario y permitía que la vida continuase su ascendente curso a ves a saber donde. Encendían hogueras por doquier, hombres y mujeres danzaban a su alrededor, bebían y los/as afortunadas echaban un polvo a la luz de las estrellas de verano, al relumbrar anaranjado de los fuegos. Mas tarde en las ascuas hacían pasar el ganado para purificarlos y pedir a los dioses un buen año. Después la vida seguía como siempre ha seguido, sin parar ni mirar atrás.
Los romanos hacían cosas parecidas en honor a Apolo y a Minerva (sol y guerra) buena combinación.
Pero todo eso queda muy lejos en las brumas del tiempo, pero cierto es que de aquellas aguas nos vienen estos lodos, o dicho de otro modo, nuestras tradiciones vienen de algo, no somos más que los herederos de nuestros abuelos.
Mi celebración del solsticio, fue algo más normal, o más bien civilizada y moderna. Aún así algo de atávico y de honra a los viejos dioses, a la vida, al sol debe de haber.
Fui con mi pareja y dos amigos a un maravilloso balcón sobre el mediterráneo, Un restaurante en el centro de una carretera de curvas que circunvalan montañas que van a descansar al Mar. Las olas parecían venir a romperse con una caricia en los cimientos de piedra natural de este lugar de difícil acceso. Se trataba de una cena preparada para más o menos 70 ú 80 asistentes, mesas con velas, buen vino y buen cava, todos de aquí cerquita, Penedes y Alella. No son los mejores. Pero son suficientemente buenos y estos estaban especialmente suculentos. La cena, genial. Bien servida en copas de borgoña en las que resplandecía la llama de las velas que en sus vasos de cristal luchaban por no ser apagadas por los hijastros de Eolo
Lo mejor de todo, el espectáculo que amenizaba la noche con pocas estrellas. Un cantante de blues, en un escenario de madera sobre las aguas dulces de la piscina. Sólo él, su guitarra y esa voz que parece romperse y desgarrarse en la garganta para aparecer recompuesta y sublime al salir de los labios, como empujada por al lengua, que sólo los buenos negros tienen. (Aaron Lordson, por si a alguien le interesa y lo busca por ahí)
Un ligero y frio aire de mar adentro venia a refrescarnos la piel, a jugar con el pelo de mi chica y a enredarse en los rizos de su cabello para quedarse un rato por allí antes de seguir su curso hasta las montañas plagadas de pinos, ginesta, romero salvaje y sin domesticar. La voz desgarrada de viejas canciones de Ray Charles, Sam Cooke, Otis Redding, Ben E. King y otros genios nunca olvidados, iban enseñoreándose y brotando de la voz de Aaron. Tras cada canción una carcajada que parecía haber sido prestada para la ocasión por el espíritu de Louis Amstrong.
Mientras la Luna, diosa de plata vieja, con la juventud y lozanía de sus milenios dejaba un rastro argento sobre el mar sin olas bajo nuestros pies demostrando que ella, al contrario que las estrellas de esta corta noche, si podía brillar con luz propia, la vida seguía. Pequeños murciélagos volando como golondrinas de verano se esmeraban en intentar cazar algún insecto atraído por las luces del restaurante, los focos del escenario y las velas del lugar. Los insectos, claro está, pugnaban por no ser cazados. Otra guerra.
Qué decir, copas, risas, sonrisas, conversación, cariños, amistad retazos de felicidad que en ocasiones la vida nos esparce por el alma.
Tras la cena y las copas, yo, of couse, me bañe en la playa. Mis acompañantes rehusaron, el frío o el pudor les pudo, yo me quite la ropa y me metí en la balsa de aceite con camino de plata de luna que en aquel momento era esa cala mediterránea. (me sequé con la camiseta así que el resto de noche algo más incomoda jaja)
Después dejamos esa, casi paradisíaca y solitaria cala, para ir a un lugar más concurrido, cientos de hogueras y miles de personas a su alrededor encumbrando la vida, glorificando el aire que nos hace estar en movimiento. Dejando atrás, siquiera por una noche, la mierda diaria y cotidiana de muchas vidas. Ocupamos una hoguera abandonada a su suerte y desamparada de personas que se caldeasen a su regazo. En la Orilla del mar y del fuego seguimos parloteando, queriéndonos…
La noche fue larga, fue buena. O eso parecía. Desgraciadamente el amanecer, antes de llegar a casa, golpeo a todos aquellos que tengan un mínimo de corazón a todos cuya sístole y diástole sea algo más que un movimiento mecánico, con sus negras uñas de mierda y de muerte, de desgracia y de dolor, injusticia y rabia. Muy cerca de donde disfrutábamos la vida, un tren arrancó de un seco y rápido cuajo la vida de doce personas e hirió fuertemente a otros tantos. Es pronto para sacar conclusiones. Vayan con estas palabras mi dolor por ellos/as. A sus familias, probablemente ninguno jamás lea esto, pero estas palabras y todo lo que de bello puedan haber en ellas, si algo hay, es para esos que tan entupida e innecesariamente han perdido la vida demostrándonos que la magia, en ocasiones, siempre… se acaba de golpe e injustamente.