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lunes, 26 de julio de 2010

PELLIZCOS EN EL ALMA.

Creo que, por fortuna, ninguno de los niños que aparecen en estas imágenes son de los que sufren las ignominias de mi entrada anterior. Creo/se que, por desgracia, ninguno de los niños que aparecen en estas imágenes, tienen un futuro muy prometedor.
Espero en mi próximo escrito ser algo más amable y halagüeño, pero chicos/as a pesar de este sofocante calor del mediterráneo hoy me he despertado con ganas de dar unos pellizquitos en el alma. Así que aquí van estas fotos.

















miércoles, 21 de julio de 2010

LADRONES DE INOCENCIA.

Todos/as las que seguís estas palabras, que preferiría susurrar al viento pero que acabo golpeando en un teclado, que me gusta la fotografía. Uno de mis fotógrafos preferidos de esos en los que me gusta mirarme, y mirar sus fotos a pesar de la aplastante certeza de que la mejor de mis fotografías jamás estará a la altura de la peor de las suyas, a los que les tienes sana envidia (suponiendo que pueda serlo) es Gervasio Sánchez. Un fotoperiodista que ha retratado la ignominia del ser humano en casi todos los rincones de este maldito, maltrecho e injusto planeta.

Este mes se inaugura en Santander una exposición suya sobre el conflicto en Sierra Leona. Si, ese lugar de África que parece no existir en el mapa. Sumido, a pesar de los muchos intentos de paz, en una guerra civil perenne que se niega a acabar desde hace tanto, tanto tiempo que parece que, efectivamente, nunca vaya a acabar. Ese lugar del que vienen los diamantes…. Sniff snifff.

Es una exposición que se realiza para apoyar y ayudar al “proyecto caballero”, nacido del trabajo del misionero Javeriano Chema Caballero. Y con el objetivo de intentar rescatar a estos Ángeles tatuados, a esos pequeños muertos en vida. Rehabilitar a esos niños soldado. Lo cierto es que me gustaría, y mucho, ver la exposición. Desgraciadamente no podré ir a verla, circunstancias personales que no vienen a cuento, me lo impiden…

Yo admito que no puedo abstraerme de esas desagradables desgracias que van pasando, que vamos haciendo que pasen por el mundo. Si bien nuestro mundo está más cerca de Marte que de esos lugares y es muy cómodo. Alejado de esos países, de esa oscura suciedad que se lava con el refulgente brillo de diamantes lucidos en nuestras fiestas.

Pienso en esos niños y niñas. Vacíos. Vacíos de todo, de toda esperanza. Acostumbrados/as a vivir atrocidades, que no me apetece golpear en el teclado ni tan sólo escupirlas al aire. Barbaridades que nosotros somos incapaces de concebir ni tan siquiera en nuestras peores pesadillas. Como llenar esos huecos de pozos sin fondo y sin deseos que quedan en el alma de los niños soldados, de las niñas putas para dar descanso a guerreros que jamás debieron de serlo?

Saber que, probablemente, no podamos hacer nada no aparta el picor que queda en la piel tras la certeza de que la trayectoria de una bala será la que marque el camino de los destinos de muchos niños y niñas (y adultos). A los que les han robado el juego y les han engañado a los cromos, cambiándoselos por bombas colgadas a sus pequeñas cinturas.

Niños/as en los que su mayor aprendizaje es buscar escondites para evitar los proyectiles escupidos por quien debería de ser su compañero de juegos, en un paraíso en el que los milagros son sólo el llanto de un eterno anochecer siempre con luna nueva, siempre con nubes grises, siempre sin estrellas llenos de heridas del cuerpo, del alma, del espíritu. Heridas que jamás podrán sanar, que a duras penas podrán cicatrizar.

Niños/as sin mas compañeros de viaje que un Kalasnikof y el enorme silencio en el talud yermo de sus perdidas almas sin alma. Quizás no les quede ni la esperanza. Tan sólo un pequeño pellizco de fe, de fe en ti, en mi, en un mundo que no conocen. Nudos gordianos de dolor que deberíamos de intentar deshacer, cada uno desde donde esté, cada uno desde donde pueda, como pueda.

Cuando a Gervasio Sánchez de dieron, por sus fotografías, el premio Ortega y Gasset hace un par o tres de años, dijo en su discurso de puntos sobre ies algo así como “ Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad” Y creo que eso debemos de hacer; perseguir la felicidad, la nuestra, la de todos. No sé, llamarme iluso o soñador, o que desde este lugar con aire acondicionado y calefacción es muy fácil ponerse una capa de solidaridad o de hipocresía pero, y hoy que está tan en boga hablar de economía, me gustaría recordar algo que dijo Martin Luther King “me niego a creer que el banco de la justicia está en quiebra” Yo creo, personalmente, que está en quiebra, desahuciado y en banca rota, pero y si no lo está? Y si invertimos en ese banco? Y si lo reflotamos?

sábado, 17 de julio de 2010

CONTINUA ERASE UNA VEZ.

(Lo cierto es que no tenia intención de dar continuidad a este cuento, pero vistas las expectativas, vamos a ver que le pasa a nuestra princesa guerrera, aquí va la
continuación. Espero que guste
)

Al día siguiente….
Nuestra princesa guerrera se despertó con miedo. Soñó, más bien tuvo pesadillas, con el Ogro malvado que hasta parecía seguirle en el reino del hijo de Hipnos y Nix.
Y al siguiente llovió e hizo frío. Ese frío que cala los huesos de la espalda y se enreda en los nervios y las costillas que cubren el corazón.
Y al siguiente volvieron ha decirle “ya le llamaremos”.
Y el próximo, nuestra princesa pensó en tirar la toalla, en dejar de luchar. Lo había probado casi todo. De nada servia sacar brillo a sus mejores armas amarradas a la cintura, de nada servia intentar una y otra vez mostrar sus curriculums en mil y un lugares. El monstruo de la crisis hacía que tan sólo hubiera una frase: “Ya le llamaremos”. El Ogro monstruoso, y su recuerdo, hacía que el miedo no marchase de sus bolsillos.

Y así fueron pasando, lentos y tristes los días, fríos y descorazonadores. Llovía en el interior del Reino de nuestra princesa guerrera.

Alguna vez le parecía ver al Ogro que antaño tanto le había humillado, ofendido, agredido y pegado. En esos días se agazapaba en el regazo de madre, la que siempre le ayudó, la que pagaba las enseñanzas de los gemelos, la que ofrecía comida y cobijo.

Las Lágrimas de la princesa guerrera, empezaban a ser perennes e infinitas. Tan sólo las sonrisas de los gemelos, similares a las cintas de seda arrojadas al viento por bailarinas de danza rítmica, daban algo de calor a su frío corazón. Al ver las sonrisas y recibir los abrazos de las dos pequeñas promesas, tirándola al suelo, jugando con sus pestañas, como si fuese agua de la fuente de Hipocrene la fuerza volvía a su cuerpo y a su alma y la esperanza seguía manando eternamente.

Y hubieron muchos días siguientes.
Uno de esos días consiguió otra cita. Otra posibilidad de encontrar un buen trabajo. Volvió a amarrase su curriculum a la cintura, volvió a abrazar a los pequeños en casa de madre, donde se quedarían toda la tarde y donde dormirían ese día.

La cita era a las seis de la tarde. Entró a un gélido y aséptico despacho, parapetado tras una mesa blanca encontró a un hombre, de esos que toman decisiones. Hierático, pelo engominado, gafas de pasta gris y finos cristales, escondido tras una corbata tan gris como el desconsuelo, y unos ojos azul acero frio. Casi una hora después, recibió un “ya le llamaremos”

La Princesa guerrera, salio de aquella oficina sin certezas, ni fe, sin trabajo ni futuro. Entró a un bar y pidió un whisky. Empezó a recordar sus desgracias, la dificultad de seguir adelante. La imposibilidad de seguir adelante. Cuando pidió el segundo whisky, el camarero de aquel bar de luces tenues y jazz le dijo;
- Ya está pagado, lo pagó aquel señor.
Señaló al hombre que le había entrevistado hacia casi una hora. Pero en ese bar, con ese jazz, con esa luz, sin estar parapetado tras la mesa blanca, con el pelo sin engominar, sin el escondite de la corbata y dos botones de su camisa blanca desabrochada no parecía tan distante ni hermético. Sus ojos, vistos más de cerca no eran azul frio acero, sin las gafas eran azul mar.

Le agradeció la copa, él se sentó junto a ella. Comenzaron a hablar, y las horas fueren pasando cadenciosas y suaves.

Ella le mostró sus heridas, con la verdad de quien muestra magulladuras a un desconocido que te ofrece algo de calor a alguien que sabe, -o que cree - que no volverá a ver jamás. El, más tímido, le enseño alguna de sus cicatrices. Le pidió que comprendiera la frialdad de la entrevista de trabajo.

El tiempo parecía pasar volando con la rapidez de las rapaces al cazar. Se despidieron con la incertidumbre de las primeras despedidas. Educados se dieron un apretón de manos y dos besos en la mejilla. Esos dos besos y ese apretón de manos a nuestra princesa guerrera le trajo un olor a canela y a miel un aroma a principio. No sabía muy bien porqué, pero tras el frío que dejo el camino de sus lágrimas y esas manos fuertes de hombre estrechadas le inundó el perfume del comienzo.

Fue andando a casa y se permitió soñar, despejó su mente y mientras andaba dibujó castillos en el aire, imaginó que quizás, las cosas cambiarían. Que tal vez el mundo seguiría girando al pairo y sin ciertos destinos, pero que ella encontraría la senda del camino de su tesoro. Ves a saber.

Y al día siguiente, le despertó un sol sin frío, y una llamada telefónica de una voz recién conocida que por fin dio verdad al “ya le llamaremos”.

Lo primero que sintió al pisar la calle, es que ya no hacia frío, que el día ya no era gris. Que en sus bolsillos habian muy pocas monedas y que no habia miedo a ningún ogro. Lo primero que vio, en su segundo paso fuerte y seguro hacia la oficina en la que ayer la entrevistaron, fue un grupo de perdices que salio volando hacia el futuro.

martes, 13 de julio de 2010

ERASE UNA VEZ

Erase una vez, hace muy muy pocos años, quizás ayer, quizás hoy mismo. En un reino muy muy cercano, quien sabe puede ser en este mismo valle, cerca de este mar, o incluso en tu aldea. Vivía una joven princesa. Ella era guapa, valiente y madre de dos pequeños príncipes que nacieron el mismo día porque así lo quiso el cielo y así lo deseo el destino.

No conocía a dragones, ni a los lestrigones de Kaváfis (quizás es que nunca miro realmente a su interior) es posible que se los hubiera encontrado cuando era más joven, pero de eso hacia ya algún tiempo. Se casó con un apuesto príncipe y a pesar de tener que sortear cada día los peligros que acechaban por las calles del reino vivían felices y en paz. Ambos conseguían las viandas y víveres necesarios para criar fuertes y sanos a sus retoños.

Un malogrado día su príncipe, antaño de manos fuertes y protectoras, de mirada dulce y enamorada, de carácter noble y encantador, se convirtió en un horrible ogro. Malvado, cruel y violento. Cada puesta de sol, cada salida de Luna llena o menguante, el ogro volvía a casa armado con su odio, con su rabia, con su olor a pócimas malolientes a el polvo con el que le cautivaba la dama blanca. Con el sentido y el sentimiento perdido pegaba a la princesa, incluso en ocasiones la violaba.

La princesa lloraba lagrimas de azufre, de dolor contenido e incontinente, con rabia, pero tenia una misión, muy importante. Tenia que salvar a sus jóvenes y prometedores príncipes, eran sólo unos niños. No debían de enterarse de nada. Poco a poco fue tejiendo una pequeña red de engaños, escondites del alma y de moratones del cuerpo para que nadie se diera cuenta de su dolor y sufrimiento.

Pero un día el Ogro malvado, fue muy lejos, y descargo su furia asesina y animal sobre los pequeños. La princesa no pudo más y fuerte como sólo son las hembras, se armó de valor, tomo a sus pequeños en brazos, una pequeña bolsa en la que introdujo raudamente lo imprescindible y huyó veloz escalera abajo, esquivando la bilis soltada por el Ogro malvado.

Luchó y luchó para conseguir que los pequeños gemelos tuvieran todo lo que necesitaban, pero no era fácil. La vida en ese reino era muy difícil. Era casi imposible recordar donde se escondieron los tesoros de la vida. El camino estaba lleno de obstáculos. No se rindió, encontró un nuevo hogar, y aunque el Ogro la buscaba ella conseguía esquivarlo. Se convirtió en una princesa guerrera.

Cada amanecer, con cada salida de sol y tras presentar la mejor de sus sonrisas a los dos pequeños y dejarlos al cuidado de la abuela -su propia madre, la que la cuido y advirtió sobre los ogros con capas y ropajes de príncipes encantados- se vestía su mejor armadura, la más elegante, y amarraba a su cintura su mejor arma, -un curriculum brillante forjado en el extranjero con el acero de horas y horas de sueño por dormir de lecciones aprendidas en universidades de países lejanos- y recorría su ciudad presentando sus credenciales ante tiránicos señores, escondidos tras mesas de madera y metal, tras pantallas y teclados, que miraban de arriba abajo su indumentaria y sus dotes y preparación, le disparaban el peor de los dardos envenenados de nuestro tiempo.
- Hay crisis, ya le llamaremos.
La lucha era dura, no se rendiría. Era una princesa guerrera, y su abuela no se rindió cuando tuvo que dejar su aldea, tras una guerra entre hermanos, para iniciar una nueva vida, y su madre no se rindió cuando tuvieron que luchar contra el reyezuelo que gano esa guerra que tomó el poder por la fuerza de las espadas. Ella tampoco se rendiría, ni los Ogros, ni los monstruos de la crisis podrían con ella.

Derrotada, al atardecer volvió a casa de Reina madre, que cansada jugaba con las dos pequeñas promesas. Volvió agotada, pero no rendida. Saludó a su madre, trago bilis y hiel, y sobretodo se trago su orgullo, abrió el cajón mágico que hay en la despensa de madre, tomo las viandas que precisaba para los pequeños, prometiéndose a si misma que devolvería todo aquello, volvió a casa, alimentó a los pequeños, los lavó con agua de manantial y lagrimas de esperanza, y mientras ellos dormían….. Ella soñaba.

Al día siguiente…..

martes, 6 de julio de 2010

jueves, 1 de julio de 2010

AMBIVALENCIAS

En psicología se emplea, creo, el termino ambivalencia para definir esos estados de animo, momentáneos o permanentes caracterizados por la coexistencia de dos sentimientos o emociones opuestos. Y no sé a vosotros pero a mi me da la sensación que la vida casi siempre transcurre entre, aparentemente, sentimientos opuestos.

Y ya me gustaría a mi que eso no fuera así, y tener las cosas claritas como el agua que abaja del monte, pero eso no me pasa.

Creo que siempre andamos de puntillas entre las dos caras de la misma moneda saltando de un lado a otra de ellas sin aparente sentido ni razón, entre la virtud y el vicio. Entre mi ahora y tu nunca, mi luego y tu adiós. Los relojes y las cuchillas del tiempo.

Entre lo poético de tus besos revoloteando en mis canas en las noches de verano de las perdidas Pléyades y lo prosaico de la cotidianidad del millón trescientas cincuenta y cuatro mil obligaciones que nos encadenan a un despechado despacho, a un ordenador o a algo peor.

Entre la vulgar mediocridad del primer café puntual de primerísima hora de los lunes de mañana que dará paso a los repetidas gestos nuestros de cada día y la genialidad del roce de tu mejilla fisurando mis fuerzas y agigantando la avidez de mi boca.

Belen Esteban y Rita Haywort.

Nuestra sangre roja, bombeado por un corazón orgulloso de latir al lado izquierdo de nuestro esternón, indignada en su galope por nuestras venas por las desigualdades de los que jamás debieron dejar de ser iguales y nuestra cartera fuertemente guardada y encadenada en nuestro bolsillo derecho y que no siempre se cuestiona como se llena.

Entre aprender de nuestras derrotas y desapetencias o enmascararlas de triunfos, de aquellos exitos que nunca tendremos.

Entre dedicar el tiempo observando el acompasado vuelo de las golondrinas de las primaveras mediterráneas y ceñir nuestras vidas a su imprevisible vaivén o perderlo golpeando el insensato ordenador del laboro diario.

Entre el hogar y el camino. Entre las luces que alumbran tu vida y las oscuridades que divierten tu alma.

Entre ser el hombre más fuerte y duro sin queja ni dolor o mostrarte descarnadamente mi debilidad, dejar que soples mis heridas.