Fíjate que pasa el
tiempo y el tiempo llega y el tiempo sigue. Ahí es nada 50 años. Yo, ya
ves, sigo sin saber que regalarte. Y mira que he andando buscando. Por las
calles, por los recovecos de mi memoria, por viejos badulaques con cachivaches
sin nombre que no sé “paque sirven”.
He buscado por las
estrechas y luminosamente oscuras calles del Born, por ver si allí encontraba
la voz de un Ángel que te susurre al oído el camino de regreso, por si acaso
algún día te pierdes. (lo dudo, pero nunca se sabe) Y, oye, no la encontré. No
al menos la voz que me hubiera gustado. Intenté encontrar también la luz de una
estrella brillante y Vespertina. De esas que marcan ese Norte que tan claro
tienes donde está, Pero haciendo honor a la verdad, esto no supe donde
adquirirlo, comprarlo o robarlo. No hallé donde pudiera conseguir estrellas
vespertinas.
Busqué también un
camino, lo que queda del camino, sin piedras ni espinas. Una vereda que se
encamine a un mar sin tormentas ni sargazos. Para esto pregunté a un amigo
ingeniero de caminos y me dijo que no lo encontraría porque todos los caminos,
tarde o temprano, acaban teniendo espinas y recovecos oscuros imposibles de
iluminar. Desistí de esa idea. No sé. Sólo cabía la posibilidad de seguir buscando.
Fíjate, que aunque
me sienta muy cómodo en mi figura del más grande de mis hermanos, de haber
tenido un hermano mayor me hubiese gustado que fueras tú. Y, claro, como hacen
los hermanos mayores, y la buena gente ha sido importantisima tu ayuda para no
hacerme daño, para no hacerme mucho daño quiero decir..... Tal vez con tus 50
sea momento de agradecer que, aunque no sea ni tu estilo ni el mío, me
enseñaras a guardar la ropa al nadar, a callar algunas cosas, por los coños
fuertes evitando los avesmaria callando. Gracias por la calma que nunca tuve,
por los puntos en las ies, por la cama y el pan
cuando hizo falta. En definitiva por ser y estar. Siendo esto así, no quedó más opción que
descartar la corbata, el libro de historia, el bolígrafo o la camiseta de color
verde.
Pensé también en un
vino que no se acabara, pero me dijeron que todas las botellas acaban
vaciándose. Un libro que se vaya escribiendo mientras tus ojos leen. Un reloj
sin tiempo. Unas botas con alas. Un Ángel de la guarda y buena compañía. Una
risa en la que caerse. Una luz que de en tu cara. Mil discos de vinilo de
Gardel, de Cohen o los primeros de Sabina. Una primavera de 10 meses. Un punto
de partida. La llamada que esperas. Mariposas en tu estomago. Un pecado por
vivir. Un nudo gordiano que deshacer. Viento
vino y Pan.
No te imaginas lo
difícil que es encontrar nada de eso. Intenté conseguir una llave que abra
todas las puertas cerradas por la incertidumbre y selladas por lo que creemos
que son certezas inmutables. Tampoco fui capaz de hallarlo. Finalmente, la voz
de un Ángel me trajo la inspiración arropada por notas musicales y acordes de
guitarra. UN BAÚL. Este es el regalo. Aquí está un baúl en el que guardar
recuerdos y sueños. Retazos de vida, la memoria de los viajes, viejas fotos y
nuevas miradas. Un Baúl en el que guardar los abrazos de C. y las felicidades
que nacen en mi sístole y que con estas letras te envío. Las enhorabuenas de E.. Aunque me temo que
todo eso no cabrá en el Baúl.