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viernes, 19 de abril de 2013

PARECE QUE LLEGA EL CALOR.



Parece que, como cada año, el sol y la luna han ido girando según lo previsto, que los solsticios se van aposentando en los sillones que les corresponden, que la nieve empieza a deshelarse perezosa sobre las cimas de las montañas. Parece, ya ves, que pronto el sol brillará más fuerte, y las olas vendrán, despacito, acompasadas y cadenciosas, a acariciar tus piernas con el  agua y la sal templadas.

Y, oye, el mundo sigue inhóspito y cruel. Maldito y estúpido. Buscando culpables en las victimas. Perdonando a los verdugos y echando de sus casas, sin perdón ni piedad, a niños que tal vez mañana no coman caliente. Pero, perdonadme, en ocasiones apetece olvidarse un rato de todo lo gris que envuelve los días y dejarse mecer por las cosas buenas.

A mí, personalmente, me apetece convertirme en sombra, de esas que tanto se agradecen tras el sol, y habitar en tu reflejo. Perderme en tu mirada. Enredarme en tu pelo. Compartir una canción al oído, o una poesía, o el roce de tus labios. Una lumbre en la que quemar periódicos y sus noticias. Robarte el escalofrió que recorre tu espalda cuando te sientes observada por mi verde mirada.

Podría esperarte en tus sueños, agazapado en algún rincón que sólo ocupe yo, y allí, en ese sueño, bajar a una palma de tu ombligo. Enterrarme en tus piernas y beberte a sorbos a ligeras lamiditas y besos. Probar contigo espejos, el veneno afincado en los botes pequeños, la confitura que se esconde en las botellitas de colores diminutas.

Apetece ser feliz a pesar de la pesadilla del mundo. Vivir, respirar, soñar, quemarse los ojos de  la felicidad que puede anteceder al verano. Traer paz y flores. Regalar un libro de José Luís Sampedro ( te debo un post maestro). Imaginar como sería su vieja sirena. -Tal vez se parecería a ti-, incluso soltar alguna lagrima recordando al hombre de tez aceitunada y, casi mis ojos, que habitó en su sonrisa etrusca. Vivir y escuchar. Tocar y sentir. Parar y seguir.

Serán estos primeros calores, de camisa blanca sin corbata,  los que traen en el aire vespertino de anocheceres tardíos, las ganas de dejar en el hueco de un árbol de la ciudad todos los besos que aún no te he dado, algún recuerdo del pasado. El proyecto de un viaje a tu ombligo.


domingo, 7 de abril de 2013

DOS AÑOS DE AMOR




En tu habitación vuelan dragones y brillan estrellas velando tu sueño. Ese sueño que ha venido a mecerse entre los balcones de tus pestañas, mientras tú andabas repartiendo caricias y abrazos entre tu madre y los recovecos de mi pecho, donde acabas, como casi cada noche, rendido de las experiencias del día. Feliz y amodorrado. No hay nada mejor en el mundo que verte dormido en paz.

Al dejarte descansando en tu camita no puedo evitar pensar que el fuego que prometió Prometeo, al menos el que me prometió a mí, eres tú y tu sonrisa,  el brillo en tus ojos, y el candor de tus manos, las chispas de felicidad que habitan en tus dedos y recorre tu pelo.

Dos añitos, cariño. Dos añitos piccolo guerrero. Hace hoy dos años que traes la primavera al mundo y a mis brazos. Dos años en los que el tiempo no clava sus agujas en mi piel, sino que acaricia mi cara con la ternura del roce de tus besos. Dos años en los que hemos aprendido muchas cosas juntos, a andar y perseguir las pelotas y las palomas, a correr tras los sueños, los dragones y el futuro, a cerrar los ojos cuando aprieta el cierzo, a “veure les gotes quan plou”. Hemos construido castillos de arena y viento en los que hemos dejado que habiten, por un rato, hasta que lo arrullen y se lo lleven las olas, caricias y fantasías.

Las primeras palabras pasadas por el tamiz de la infancia, las primeras frases inconexas y brillantes, los primeros abrazos apasionados, naturales y sencillos. Esos con los que tus bracitos aprietan todo mi cuerpo y mi cuello, mientras susurras “papaaaa” a mi oído justo cuando el primer bigbang de felicidad primigenia estalla tras mis costillas y mi pecho. Nunca nadie me cogió, ni cogerá, tan fuerte.

Ya ves, cuánto hemos vivido juntos en tan poco tiempo, cuánto hemos aprendido. De la mayoría de cosas no te acordarás. No te preocupes, yo te recordaré  cómo balbuceaste “paaaapa” hace tanto tiempo entre montañas y nieve,  los primeros pasos que diste en la playa, del resplandor de tus ojos reflejado en el de las “balenas”. De cómo gritas algunas mañanas “ Carrrrrrlos Pernil”, o “maaaaaaama vine”

Te recordaré esta parte tan maravillosa de la historia de mi vida, de tu vida, de la vida de tu madre. De la felicidad que esparces sin saberlo, como un sensible campesino reparte buenas semillas en los campos del sur,  sobre nuestras espaldas y en los toboganes de rizos de mama. Como enmarañábamos papeles con lápices de colores imaginando que eran “balenas, pingüins o llops”

Mientras un tigre blanco, un oso, un águila, un caballo, un hipopótamo, un mono, una vaca, un elefante, un León y su cachorro, un perro negro, un dálmata gran i un altre petit, un zorro, dos gatos, tres pingüinos, un castor, un mapache, una ardilla, dos cachorros de tigre,  una ballena, un búho del norte, una tortuga, dos lobos grises y una pantera agazapada vigilan tus juegos yo me asomo a la refulgente llama de tus ojos y me fundo entre tus besos y el porvenir.

Lo mejor es que aún nos queda tanto por hacer. Procuraré escribirte algo, como mínimo, cada año. Porque queda mucho:  Contar las estrellas tirados en la arena de nuestro mediterráneo mientras las olas acarician nuestros pies y la luna (Khonsu, ya te contaré) nos sonríe. Nadar en el agua de ese Mar. Aprender a sumar cuentos, a leer, a seguir. Los primeros nuevos dientes. Las primeras heridas. Los primeros éxitos, los primeros fracasos. El primer amor…. Tanto que aprender, tantas aventuras. Tantas cosas que uffffff, piccolo guerrero, aún queda todo. Todo un camino que andar y mil flores que regar.

Siempre te acompañare en el viaje y en la vida, incluso en los momentos en que tan sólo haya escombros a tu alrededor. –Sobretodo en esos momentos estaré cerca y con mis manos dispuestas.- y no habrá árbol lo suficientemente alto, camino difícil o mar embravecido que me impidan soplar en tus heridas, empujarte hacia la cima que quieras conquistar, darte el aliento que necesites si es que tus fuerzas se han agotado.

No voy a volar por ti, ni me pondré tus zapatos. Será tu camino, tus decisiones y tu vida la que tendrás que afrontar vivir y doler. Pero intentaré darte alas, enseñarte a mecerlas entre las nubes y a llenarlas del buen aire que te impulsa y no te tumba. Procuraré darte herramientas para que golpees fuerte el yunque de la vida y forjes todos tus sueños y futuro. Espero, ya ves, no dejarme cosas en el tintero, serte siempre sincero.

Fíjate, tan pequeño y tu sonrisa es ese cuarto de luna creciente que siempre apuntalará mi alma.

Felicidades pequeño. Muchas felicidades.