Permitidme, amigos, que os cuente un par de historias.
La primera se remonta a mucho, mucho antes de que naciese el
abuelo de tu bisabuelo y el bisabuelo de
este. Es la trágica, como no puede ser de otro modo, historia griega de la
bella ANTÍGONA.
Antígona, y no me extenderé, era
hermana de Eteocles y de Polinices todos ellos hijos del rey de Tebas, cuando murió
el padre maldiciendo a sus hijos estos se turnaban en el trono y cada cierto
tiempo el poder cambiaba de manos. Un día de negro recuerdo, en el que las
golondrinas volaban bajo y los perros huían de las calles Eteocles decidió quedarse en el poder y no
traspasar el trono a su hermano. Gimió el mundo y se retorcieron las estrellas
muy cerquita el Olimpo, en el Parnaso cambiaron las plumas con las que escribir
poesía por espadas para la guerra. Finalmente y tras batallas épicas, que no
son de contar en este relato, ambos hermanos murieron uno a manos del otro. Se
hizo la noche. Finalmente Creonte, tío de ambos se hizo con el preciado trono
de Tebas y decreto dicto una ley que determinó que Polinices, por haber traicionado
a su tierra, no sería enterrado y no se aplicarían en su maltrecho cuerpo por
la guerra, los ritos funerarios. Condenándolo así a vagar eternamente y privándole
del privilegio de la vida eterna.
Antígona, amorosa hermana NO
RESPETÓ LA LEY, se saltó una ley que ella consideraba injusta y cruel. Tomó con
sus tiernas manos el maldito e inerte cuerpo de su hermano, lo lavo con lavanda
y agua fresca de los arroyos, hizo las exequias precisas, puso dos monedas en
sus ojos y una dentro de su boca. Incumplió la ley (pero hizo lo justo) y quemo
a su hermano.
La historia es mucho más larga y
preciosa, pero no es el caso.
La segunda historia que os quiero contar es de una mujer que nació, tal vez, más o
menos cuando nació tu abuelo, o tal vez el padre de este. Se trata de Rosa
Parks. Es la primera mujer negra que se atrevió a INCUMPLIR la ley establecida
en Alabama. En 1955 y con 42 años se negó a levantar su, seguro, precioso
culito negro del asiento de un autobús para cederlo a un hombre blanco. Su
coraje de mujer fuerte, de persona que aún siendo costurera, tenia mucha más
dignidad, inteligencia y valor que la mayoría de los militares, reyes y
licenciados en mil polladas que rondan el planeta, hizo que se modificara la
ley de segregación racial que durante muchísimos años estuvo en vigor y siendo
respetada en EE.UU. Incumplió la ley “con dos cojones” que diría un amigo mío. Pero
cambio el planeta y las sonrisas de muchas muchas generaciones.
Llegados aquí os preguntareis; Estas historias incompletas a que vienen?
Vienen a que si no queremos que las calles ardan, si nos negamos a vivir rotos por dentro y por fuera, si no
estamos dispuestos a que nuestros hijos vivan peor que nosotros, si nos negamos
a que se pierdan los derechos que han costado miles de años debemos de
despertar, debemos movernos. Aún a contracorriente, aún cuando parece que nada
se puede hacer, y que el sol seguirá alumbrando sólo a unos cuantos.
Parece ser que las
manifestaciones y las verdades y mentiras que circulan tan libre como inútilmente
por la red son insuficientes. Cada día la tuerquecita da una vuelta. Ahora
pagas las medicinas. Ahora pagas más por gasolina. Ahora si quieres estudiar o
que lo haga tu hijo es más caro. Ahora te jubilas a los 67 años. Ahora pagas
más impuestos. Ahora trabajas más horas. Ahora cobras menos. Ahora te despido
cuando quiera y más barato. Ahora quito la paga extra. Ahora. Ahora. Ahora…. Y todo para pagar la deuda de unos cuantos
avariciosos que han malversado fondos públicos y privados. Todo, no para acabar
con el hambre en el Sahel, con los 12 millones de esclavos que aún hay en el
mundo, para educar a aquellos que no tienen futuro ni mañana. Todos esos
sacrificios y cambios legislativos para que una minoría siga en asientos de
seda y plumas blancas. Lo lógico sería intentar menos ricos y menos pobres.
Parece que esto va al revés.
Los días que vendrán no serán fáciles,
ni multicolores. Más bien parece venir un otoño gris en el que no dormiré a tu
lado. En el que el corazón se encoja sobre su diástole y tenga ganas de que el
mundo se detenga y bajarse.
Tal vez sea el momento de decir
no. De ser valientes. De incumplir aquellas normas como incumplió Antígona, como incumplió Rosa Park, y cambiar
el mundo como ellas hicieron. Tal vez esta sea la tarde en la que empezar a
rebelarse de verdad y activar esa desobediencia civil que tan bien a funcionado
antaño. Tal vez sea el momento, que todos, cada uno desde su rinconcito haga un
pequeño cambio, diga NO y haga NO. Es
momento de no sólo quejarse y de rebelarse. Ya hay quien no paga el “canon” de
los medicamentos. Bien por ellos. Médicos que a pesar de que les han ordenado
no atender a inmigrantes los curan y atienden. Bien por ellos. Creo que se ha
acabado el tiempo en que algunos políticos y empresarios que se autodenominan
de izquierdas creen que poniéndose una pegatinita negra con una tijera cortada
por una franja roja delante de una pancarta es suficiente, no, no lo es. Es
momento de que incumplan en los lugares
en los que gobiernan, en las empresas que dirigen, esas leyes leoninas que (y
mediante decreto – manda huevos-) nos imponen.