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sábado, 20 de noviembre de 2010

TE REGALO

Te regalo los nudos que atan las cuerdas de la red de soga desgastada con la que ya no salgo las noches de cuarto creciente a pescar Sirenas.

Te regalo mis palabras, las más dulces, las nacidas en el fondo de la garganta para ser en el oído susurradas. Mis silencios, esos que callan para cortar el aire frío de invierno que separa nuestros labios y formar un puente por el que andan de puntillas tus palabras y mis miradas.

Te regalo esa parte de mi corazón que es sólo tuya, para que con ella hagas lo que te plazca; tal vez estirarlo para fabricarte una cómoda hamaca, o envolverte en él y hacer un vestido ajustadito a las curvas de tu cuerpo, o para que, simplemente, lo guardes en ese cajón de buenos recuerdos olvidados en el que se almacenan los trastos viejos.

Te regalo la llama de mis ojos, tal vez tan sólo reflejo de la eterna hoguera incandescente de los tuyos.

Te regalo el tiempo de mis manos, dedos entrelazados. El olor de tu vientre y de tu pecho, el de detrás de tus oídos que en un bote de cristal antiguo tengo aquí guardados.

Y, te regalo también, un paseo descalzos por arena. Por los objetos intangibles que tengo almacenados en mi baúl de la memoria. El cristal de mi reflejo el espejo azul de mi mirada. Un par de manzanas.

Te regalo los buenos momentos del pasado. Los primeros vinos. Los ojales desojados, las prendas que olvidaste debajo de mi cama, los corchetes desabrochados. Una hogaza de pan de centeno. Mi vieja chupa, escudo de desengaños. Un arañazo en tu espalda.

Te regalo antiguos almanaques con sus días pintados. El tiempo que se ha perdido, extraviado en viejas playas de arena de relojes atrasados. Un jersey de cuello alto. Te regalo, antes de que se rompan o pierdan o caigan, mis pulseras con su aroma. Mi primer reloj ese que no se detiene nunca para recordar que nunca se para el tiempo.

Te regalo las hojas amarillas de Otoños futuros, el sol de los veranos. Un ramillete de estrellas. Los estambres de las Rosas del jardín de mama. Ese lazo que no podrá aprehender el tiempo pero que podrá amarrar tu pelo.

Te regalo una litografía de Wassily Kandinsky, colores explotados como palabras sueltas que crean armonía desatada. Los poemas que no he escrito las canciones que no he cantado.

Te regalo, en fin, mi esencia al fin y al cabo.

martes, 16 de noviembre de 2010

LAS PERSONAS REFLEXIVAS SON MÁS INFELICES.

No, si no lo digo yo, lo dice ni más ni menos que un estudio de la universidad de Harvard de Cambridge publicado en la revista Science y llevado a cabo gracias a una aplicación para Iphone. La vanguardia dixit. Tócate los huevos y baila. (Aburriditos que deben andar por Massachusetts)

Me explico con la noticia de marras, es que parece que soy incapaz de perder la maldita costumbre de empezar el día con un café y con los mentideros diarios, los periódicos que dicen las mismas mentiras que dijeron ayer y que contaran las mismas que escribirán mañana, tal vez cambiando algún nombre o algún lugar, pero vamos, poco más. El caso es que cuando leo alguna noticia, así, interesante, -curiosa más bien- pues me detengo un poquito más. Y esta no deja de ser atípica. Por estupida y estrambótica me refiero.

Al parecer los investigadores, dirigidos por Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert han llegado a esa conclusión a través del análisis de toda la información obtenida gracias a no se que aplicación informática en el Iphone de marras. Y a mi, pobre mortal aprendiz de todo y maestro de nada, no se me ocurriría contradecir las conclusiones de alguien que se llama Killingsworth y mucho menos de alguien que se llama Gilbert.

Las criaturitas de dios concluyen:
Hacer el amor, el ejercicio, la buena conversación, jugar, escuchar música o pasear influyen más en la felicidad que estar “reflexionando” y dándole vueltas a asuntos cotidianos. Nos ha jodido mayo con sus flores y diciembre con papa Noel dando vueltas por los tejados sin chimeneas. A ver, obvio, lógico y normal. Si estas follando de modo salvaje, loco y apasionado lamiendo todo lo que se puede lamer y lo que no, a la persona que amas (o a otra, oye, que tampoco vamos a ser tan tan quisquillosos). Haciendo ejercicio porque te apetece y te gusta y te sale del mismísimo escroto estar en forma y luego te vas a un jacuzzi con el agua a 36 graditos y las burbujitas bailando en tu espalda y jugueteando con tu pelo, luego te dan un masajito a cuatro manos con aceites aromáticos, mientras estas escuchando algo de música que te apetezca, no se así pa estar relajaditos por ejemplo a Mary Black, y después das un paseíto por bosque de Otoño de hojas caídas y suave sol brillando en la frente y los ojos. Pues si, estás más a gusto que un arbusto y más feliz que una perdiz.

Claro!, si por el contrario estas “reflexionando” sobre René Descartes el sistema de coordenadas cartesianas y las diferencias que en su filosofía introdujo Beruch Spinoza y el racionalismo del S. XVII pues chic@s te sientes más desgraciado que un tiburón tigre en el epicentro del desierto de Gobi.

Que, digo yo, no hacia falta mucho estudio pa eso. Con preguntarme a mi o a cualquier ser humano nacido en este planeta hubiera sido suficiente.

Otro de los datos que extrae el estudio es que los humanos son únicos en su habilidad para pensar sobre episodios del pasado, o el futuro, o episodios que podrían o no haber sucedido nunca. Vaya, vaya con el Sr. Killingswort y el Sr. Gilbert y su equipo de investigadores que dirigen. Se habrán roto los cuernos y las pelotas para llegar a esas conclusiones. No me veo yo a un gato aburrido en un tejado pensando en el porvenir, a que gatita le ronroneare mañana, ni me imagino a una perdiz tuerta agobiándose por lo que le paso en el mes de marzo del año 2007. Aunque claro, podemos deducir, que ellos son de las personas felices por no reflexionar mucho, porque si por lo que les pagan es por eso, deben de faltar “felicimetros” para medir la felicidad de semejantes personajes.

Decía, al respecto de la felicidad, Enrique Jardial Poncela dramaturgo patrio, que; hay dos maneras de conseguir la felicidad una, hacerse el idiota, otra, serlo. Y no se yo muy bien a que especie pertenecen los que han pagado este estudio.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

AUSENCIAS


Sucede a veces, a lo largo de la vida demasiadas veces, que perdemos a alguien que queremos, algún ser humano que ha compartido cosas importantes de tu vida desaparece de ella. Y no importa realmente cual es el motivo. Algunos son más dolorosos que otros, claro está.
Perdemos a gente importante de nuestras vidas por mil motivos diversos; Una pareja que nos abandona o que nosotros dejamos, para con los años darte cuenta que sus defectos no eran tan inaguantables y que eso que nació como lunar y se transformó en verruga, quizás fuera en realidad un precioso lunar. Un amigo que se traslada de ciudad, y los kilómetros y peajes de autopista, los olvidos de direcciones de correo electrónico y el trajín de la vida cotidiana hace desaparecer. El hijo mayor que tras la mayoría de edad, independencia económica y nuevos sueños decide visitarte los fines de semana,- uno de cada mil-. Lo peor; un ser querido que muere, un recuerdo que muerde y deja en la dermis de la piel la misma sensación que deja el vinagre en la heridas frescas.

Todo eso duele, esas faltas, esas ausencias duelen con la misma tensión que da el dolor de los sueños rotos. Como Gloria Fuertes decía en su poema: “el dolor envejece más que el tiempo”.

Esa sensación de abandono, de orfandad, construyen en el corazón, como si fueran arquitectos enviados por el más cruel de los demonios, un agujero negro, un hueco que no puedes llenar por más que te empeñes en rellenarlos con recuerdos, con nuevos sueños, con nuevos proyectos o con nuevas esperanzas. Y ese agujero negro de desconsuelo no puedes llenarlo, porque cada vez que, de un modo u otro, pierdes a un ser querido, a un ser amado, este al dejar tu vida y los olores de su piel abandonan tu ropa se va llevándose con él una brizna de tu inocencia. Y la inocencia perdida no se recupera. Jamás.

Acaso quede tan sólo un fuego que como mucho, deja en el patio del recuerdo las pavesas que se llevará el viento del tiempo, rastrojos que marcharan como marchan las buenas horas. Y las malas. Queda sólo el fin de lo que quizás jamás debió empezar, o lo que jamás debió de acabar. Es verdad todo tiene un principio y un final. Todo debe de empezar y acabar, claro que sí. Sin duda todo lo que empieza acaba; el amor, la amistad, los dioses y la vida. Esto no hace más fácil las ausencias que sufres o que provocas. No hace más fácil la mala memoria la angustia dejada en el camino, en el ojal de tu recuerdo.

Es inevitable pensar que todos aquellos/as que dejamos en el camino, sobretodo los que jamás recuperaremos, dejan no sólo una muy buena memoria de lo que se vivió y disfrutó y compartió. Tal vez una sonrisa por los cireres y els taronjes. En ocasiones se instala agazapado en la sinrazón del devenir del tiempo, un pellizco de intenso dolor en la carne y un miedo atroz en el corazón por no saber que será el futuro si ametller, llimoner, pomera o Figuera. Por no volver a verlo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

DIGNIDAD

Hace pocos día murió Marcelino Camacho. 92 años y un puñadito de meses de vida. 14 años y 6 meses los pasó en cárceles Franquistas. Años de exilio. Una vida para contar, una biografía para ser llevada al cine.

En su despedida, la palabra que más hemos oído todos a sido esa; DIGNIDAD, dignidad ante la vida, ante los reveses de la misma. Dignidad en la muerte. Ahora, simple y llanamente no está.

Empezó su batalla en post de los derechos laborales, en una época, difícil, oscura, sombría y gris de policías que pegaban con porras de madera y disparaban con balas de plomo. Empezó a luchar por tus derechos laborales, y los míos, y los de nuestros vecinos mucho antes de que la mayoría de los que leamos estas palabras naciéramos. En esa época ser sindicalista, luchar por los derechos de las personas, era algo mucho más que eso, mucho más; era posicionarse políticamente y obviamente era señalarse y colocarse en el lado contrario del poder del asesino, ponerse en el punto de mira.

Y es posible, que ese sindicalismo que Don Marcelino Camacho tan bien representaba, sea un sindicalismo trasnochado, pasado de moda. Pero las dictaduras, igual que las guerras no desaparecen, cambian de lugar o cambian de forma. Él lucho, entre otras cosas contra la dictadura del tirano y probablemente ahora estaría luchando contra la dictadura de los mercados, de las multinacionales que tan complacientemente están vaciando nuestros bolsillos, apretando nuestro cuello y forzando nuestra perdida de calidad de vida.

Marcelino siempre decía algo así como; “Ni nos doblegaron, ni nos domaron, ni nos van a domesticar” Lamentablemente creo que nos han doblegado con unos contratos basura, nos han domado con el miedo al futuro, nos han domesticado con un A-3 de segunda mano y unas vacaciones en low cost.

Si, Marcelino supongo que ya estarás paseando por los campos elisios, por el Parnaso junto a Cernuda, o por el cielo de los agnósticos, espero que antes de recibirte con fiestas y lisonjas en cualquiera de esos lugares te haya dado tiempo a pasarte por el infierno y escupirle a Franco, Hitler, Mussolini y al casi recién llegado Pinochet las verdades que ya les escupiste en vida.

Ve, ve al cielo con tus jerséis tejidos con manos de amor y esperanza, tejidos con la fuerza con la que tan sólo puede tejer una mujer que ama. Ve, ve allí con tus manos de hombre trabajador, con tus manos que acariciaron a mujer querida, con manos que escribieron en panfletos prohibidos que otro mundo es posible, que buenas condiciones laborales son posibles para todos. Ve, ve con tus manos de hombre al fin y al cabo. Despliega allí la dignidad del que lucho por los suyos, sin olvidar que todos son de los tuyos, con la honra del que hizo el trabajo lo mejor que pudo, con la respetabilidad de haber pasado casi quince años de vida en infames cárceles de castigo por tan sólo pedir lo que es justo, con el decoro de los intachables, con la decencia del que no se puso en venta, con la nobleza del que no se dejo comprar. Allí reúnete con tantos, que como tú se lo merecen, saluda a Mercedes sosa y a alguno de los míos. Ve, ve al cielo y proclama allí que todos tenemos derecho a alas

Lo que más me entristece de la muerte de este hombre de 92 años –no es mala edad para morirse, no, no lo es- es la sensación de que con hombres como el se desvanecen también un manojo de derechos de batallas y sueños que creíamos ganados ayer y que tengo la sensación de que perderemos mañana.

Y quien volverá a luchar por ellos? Cuando volveremos a conquistar esos castillos de viento? Quien pondrá pasión y alma y espíritu y buena letra a las leyes laborales? Tendríamos que llorarte querido amigo desconocido, tendríamos que llorarte con lágrimas de pena y de vergüenza. Pena por ti, y por los tuyos, por que se va un hombre noble (mucho más noble que aquellos que fueron a despedirte con sus chóferes y títulos nobiliarios). Vergüenza de perder por nuestra necedad y nuestras panchas contentas lo que tanto costo ganar, entre otras cosas catorce años y pico de talego.

Ve, ve al cielo, y desde allí bendice nuestro pan, inspíranos para que seamos realistas y pidamos lo imposible.