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miércoles, 17 de octubre de 2012

MENSAJE EN UNA BOTELLA




El otro día leí una noticia en el periódico de esas que te hacen parar un rato y dan un soplo de aliento a este alma cansada del desconsuelo que diariamente habita en la prensa diaria. Era, en definitiva, una de esas noticias que te reconcilian con el ser humano y apacigua los vientos de angustia que parecen imperar en nuestros días.

La prensa informaba que la guardia urbana de Barcelona con carnet de buceo, de modo voluntario y un día al año, bajan a las profundidades del mar en la costa de Barcelona para limpiar toda la porquería que allí vamos dejando de manera estúpida. Una de las cosas que encontraron fue una botella con un mensaje en el interior. Lo primero que pasó por mi mente fue el bello y sugerente poema de mi amigo Rodolfo, aquí os dejo el enlace para que leáis el poema:

Más tarde, y conforme iba leyendo la notica sonreí y una cándida satisfacción, como si fuese un viento del cierzo que zarandea certezas, empezó a nadar entre la sístole y la diástole de mi corazón.

La escribió, según dice guardia urbana de Barcelona tras analizar la letra su trazo y el modo de expresarse, de una nota escrita por una mujer joven, tal vez, una adolescente. Escrita en catalán, el idioma de esta tierra. Decía en la carta el amor que profesaba hacia un chico al que admiraba, pedía que las cosas se arreglaran, que el mundo fuera mejor, más feliz. Supongo que esa candorosa muchacha no leerá estás líneas. Si lo haces enhorabuena, sigue así, el mundo será mejor con gente como tu. Sigue escribiendo cartas, sigue enviando tus deseos al mar y a todos nosotros. (tampoco llenemos el mar de botellas ni de vidrio, pero si de poesía)
Yo, por mi parte, voy a escribir mi particular mensaje y pienso dejarlo dentro de una botella del mejor vino de la Ribera del Duero, si esa que, amigo, me trajiste hace poco de tu tierra. Pienso en ella, en la carta, pedir muchas cosas a los dioses y al destino.

Que llueva café en el Sahel y que tras preñar su, ahora, infértil tierra de frutos de esperanza, de comida y futuro para que los niños que allí hemos dejado olvidados tengan con que llenar su tripa de comida y sus caras de sonrisas. Esperando que más tarde y cuando todos estén satisfechos y sonrientes acudan tres magos con trigo y vid, con juguetes y carcajadas.

Estar dentro de tus sueños, que sueñes conmigo, ser el arañazo que adorna tu espalda, la herida que ennoblece el alma. Tu copa de vino, el motivo de tu risa, el orgasmo que palpita entre tus piernas. El suspiro entretejido en tus manos.

Pediré también, ya ves, que el buen humor impere en tu vida, y el buen olor en tu cocina.
Encontrar algún día las calles oscuras y vacías de serenos, a pesar de que, como siempre, habré extraviado las llaves. Una invitación a la cena con vino de palma en la que los Capuleto y los Montesco harán las paces.
Pondré en esa botella una solicitud de fuerza para nunca echarme a un lado cuando vengan los problemas. Vigor en mis brazos y viento en tu pelo. Aprender a leer tus labios antes de besarlos. Un jarabe de dulce sabor que cure la idiotez. Un libro con faltas de ortografía. Que la luna llena me sorprenda navegando entre tus piernas.

Sin más dilación me voy a escribir mi carta. Si alguien conoce a esa maravillosa persona que dejo su carta en su botella dentro de mi mediterráneo que le de un abrazo de mi parte.


lunes, 8 de octubre de 2012

40


40.
Ahora que las golondrinas marchan al sur, que las aves migratorias regresan a su hogar del otro verano, que recogemos los frutos  que Noto y  Gaia nos dejan en su regazo, que las manos de los temporeros recogen la uva que mañana será nuestro vino. Ahora que llega el Otoño al calendario llegan los 40 años a mi piel y mi zaguán. No está nada mal.

40 años, estupendos (que voy a decir yo) con sus brillos y sus grises. Tal vez sólo un momento en el tiempo, el trascurso entre una gota y otra de la clepsidra. Y es verdad, la muerte sigue habitando en muchos lugares en los que debía de deslumbrar la vida, y sigue sangrando la tierra donde deberían florecer rododendros, palmeras, y limones de primavera. Pero permitidme que me olvide un poco de todo ello y celebrar con vosotros estos 40.

Con 40 ya te he perdido en casi todos los rincones  de este mediterráneo que nos alimenta y muchas madrugadas han sido sin ti. Madurez, dicen, madurez supongo. He perdido trenes y cogido aviones, he estudiado, trabajado, caído y levantado, llenado la mochila de todo lo que se puede llenar,  he jugado a dados con Dios e intentado envidar al Demonio. Ahora sé que hay momentos para decir no. Callarme cuando debe imperar el silencio (bueno esto aún no lo tengo tan asimilado como me gustaría). Ahora  mis brazos están repletos de sueños de ilusión, de esperanzas y de mañana.

Lo cierto es que ha sido, probablemente, mi mejor cumpleaños; De relojes increíbles para engalanar la muñeca de mi brazo izquierdo, de carteras necesarias en el bolsillo derecho, de horas plateadas en el bolsillo atadas con una cadena, como si esta cadena pretendiera amarrar el tiempo. De sorpresas inesperadas e imborrables, como esas suaves caricias en la piel que se dan en penumbra, días antes de cumplirlos. De baúles para hacer kilómetros, de viaje y cenas en mi cercano norte, de pequeños ordenadores redondos de agua para no perder ni oxigeno ni norte bajo el mar, de mucho buen vino para compartir, de cava para enfriar y esperar buenas conversaciones. De  personas que te quieren y han compartido partes importantes de tu vida, algunos desde antes de nacer, otros hace más de veinticinco años, otros más de diez, y otros que aún habiendo llegado hace poco a mi vida comparten risas y abrazos, trabajo y descanso, con sus besos y abrazos, con sus copas levantadas brindando por la vida y sus sonrisas. De pastel de chocolate.  De fotos en Venecia, de mi paz en tus rizos, de mi futuro en la sonrisa de un piccolo guerrero. De un libro hecho a mano y  manuscrito por muchas, ese que llevaba años esperando su destino y que lo encontró en estos recientes 40. Ya ves, nadie sabe donde está su destino, ni los libros que están por escribir. Ni tu, ni yo.

A pesar de que cada vez, parece que todo está menos claro, y que lo que antes era cierto ahora no lo es, quiero que sepáis que seguiré mojándome la barriga, diga lo que diga el refrán. Mojandome sin más.

Y como supongo que cumplir cuarenta requiere su tiempo y he recibido mil y un regalos, diez mil y un abrazos. Yo me voy a regalar una canción que comparto con vosotros.




lunes, 1 de octubre de 2012