Seguidores

martes, 20 de diciembre de 2011

FIESTAS Y REGALOS.

Vienen fechas reseñadas. Creas o no en Dios. Qué más da? Lo cierto es que final de año, nos guste o no, no es exactamente igual que el mes de, por ejemplo, marzo.

Así que aquí estamos, acabando el año. Haciendo balance y promesas. Amarrándonos el bolsillo y el corazón. Soplando en heridas propias y ajenas. Acabando. Acabando para empezar otra vez. Empieza otro trajín de comidas fechas y regalos. Difícil saber que regalar a los seres queridos, a los que nos olvidaron una lejana mañana de un lluvioso abril. Se me ocurre que una corbata o un perfume es demasiado corriente, demasiado costumbrista. Me vinieron a la mente cosas más interesantes.

Tal vez, ahora que duele la esperanza y que parece que el futuro no va a ser más que recuerdos pasados, sea momento de regalarnos una buena borrachera y brindar por Friedrich Nietzsche y su Dios muerto y lejano intentando así calmar a nuestros demonios.

O regalar hilos de colores con el que coser los botones de tu mejor camisa. Ese hilo con el que en ocasiones has remendado mi corazón ansioso de latir y vivir. Regalarte sin papel de regalo ese hilo color verde de ojos que tantas veces has empleado para bordar el presente e hilvanar, en madrugadas frías sin alma, el futuro incierto.

Quizás, sea un buen regalo un poema de José Hierro. Ese que decía:
Canta, me dices. Y yo canto.
¿Cómo callar? Mi boca es tuya.
Rompo contento mis amarras,
dejo que el mundo se me funda.
Sueña, me dices. Y yo sueño.

No sé, no soy muy original para los regalos, pero se me ocurre regalar un cuento susurrado al oído en la noche más oscura, ese que dice “esto pasará”. Un arbol por plantar. Una muñeca rota. Una clepsidra con agua turbia que permita dar marcha atrás. Un lápiz de color para dibujar sonrisa. Una goma de borrar lagrimas y subrayar esos errores que nos hacen mejores.

El cantar de los cantares. Un ramillete de certezas. Un vestidito corto arrancado a mordisquitos de felicidad. Un orgasmo de gloria sin pena. Un beso donde más lo necesites, otro donde más vergüenza te de. Una galleta mojada en leche caliente y miel. La eternidad de uno de esos besos que duran sólo un segundo. Mi pecho y sus recovecos. Un viaje a nunca jamás y su buhardilla. La colección de derrotas con las que vamos venciendo a la vida. Un cubo repleto de abrazos. El miedo vencido. Un paseo para comer manzanas en el paraiso. Otro bajo la lluvia

No sé, tal vez un FELIZ AÑO NUEVO.

jueves, 8 de diciembre de 2011

DONDE HABITA LA ESPERANZA.

Es verdad, vivimos en tiempos difíciles y oscuros, las cosas no andan bien. Vivir es difícil, seguir caminando con la cabeza alta y el bolsillo medio lleno es más complejo cada día. Pero, cuando fue fácil vivir? Cuando fue fácil seguir? En el año 39? En el año 84? En el 1120? En 1968? en 1972? En nuestra piel, cada vez viven más temores, más problemas. Resulta difícil saber dónde está la esperanza.

Ya nadie se cree que la esperanza que nos salvará de esos lestrigones que vienen a visitarnos en noches oscuras sin lunas ni estrellas esté guardada en el viejo ánfora de Pandora. No, ya nadie se lo cree. Tal vez, sea así, tal vez no exista ningún viejo monte en Grecia, camino del Parnaso, en el que se perdiera el ánfora y los sueño y la esperanza. Ves a saber.

En todo caso, el otro día –ya conocéis mi estúpida manía de leer la prensa- pude leer como un Juez de Huelva dicto sentencia mediante la cual exoneraba, absolvía, de responsabilidad penal y civil al rey Baltasar de un “caramelazo” dado en el ojo a una vecina de esta ciudad.

Lo cierto es que este juez tras el, casi intachable, razonamiento jurídico que una persona que realiza según que actividad asume el riesgo que esta comporta (vamos! que si practicas boxeo poco sentido tiene demandar al que te parte la cara) argumenta que él, el juez, está incapacitado para sancionar a un ser que lleva muchos años, cada 6 de enero, regalándole sueños y esperanzas, deseos y regalos. Más tarde este maravilloso juez decide que al desconocer, -ya que hace más de 2000 años se investiga-, la nacionalidad de Sir Baltasar puede que no sea competente.

Pensé, que tal vez la esperanza habite ahí, justo en ese lugar. En ese despacho lleno de folios de divorcios, y condenas, de autos, providencias y sentencias por recurrir y por perder. En el corazón de veranos eternos de un juez con toga y corbata que se niega a dejar de ser niño. Que rehúsa tirar sus pantalones de Peter Pan. Ves a saber. Tal vez, ahí justo ahí habiten nuestras esperanzas y sueños.

Lo cierto es que si miramos con detenimiento existen mil motivos para sonreír, mil lugares en los que habita y reside sonriente y deseosa de salir a pasear esa esperanza, esa ilusión que nos quiere traer la certeza de un mañana mejor, más cierto limpio y puro.

Solemos buscarla en el designio de las moiras, las nornas o las parcas. En viejas promesas de antiguos lugares olvidados y tal vez inexistentes; Avalon, Samarcanda, San Borondón, Asgard, El parnaso. El Olimpo en el que te perdí. En Shangri la. En la espalda de la diosa que nos visita en sueños. No sé, solemos buscar lejos, y tal vez la esperanza y esa ilusión optimista estén cerca, muy cerca. Fíjate, en el despacho de un juez que se niega a condenar a un Rey mago.

Es posible que toda esa esperanza y deseo no estén más que en la mirada de un niño, de esos que te observan rescatando tus dudas e incertezas con un solo brillo de sus pupilas. En esa luz de otoño, sus hojas que caen. En las cosas que se dicen en silencio, y en silencio se escuchan. En el café de la mañana compartido con un desconocido que te sonríe. En el miedo superado. Un cliente que se pierde y un amigo que se gana. En el olor a tierra empapada por lagrimas de dioses tras llover cuando tu y yo nos amamos. En las certezas que trae el llanto de un bebe. En la lumbre que agita las almas y calienta los eneros. En el que da sin pedir. En las lecciones que aprendemos a golpes como los lobos pequeñitos. En las huellas que dejaste en la playa ese lejano verano, en las que volverás a dejar el verano que llega.

No sé, no sé muy bien dónde anda esa esperanza perdida. Lo que sí que sé es que si un juez es capaz de dictar esa sentencia y no condenar a uno de esos reyes magos es que la esperanza, los sueños no se han perdido.

Yo, no creo en los reyes magos. Por si acaso les pediré que el 7 de enero brille el sol. Que los políticos se preocupan más en satisfacer a las personas y menos en calmar a “los mercados.” Les pediré, ya que estamos, que me sigas queriendo. Que mi piccolo sea feliz. Que los “mercados” se preocupen de la gente. Que las personas, tu y yo, y tu vecino y Sir Baltasar, se preocupen de como crecen las flores de seguir y reír. De vivir.

viernes, 25 de noviembre de 2011

UN VIAJE

Será este frio gélido y azul que nos traen las gaviotas por la derecha. O tal vez esta humedad que trae el mar y la lluvia a Barcelona. O serán las hojas de los abedules cayendo en ese tardío e incierto otoño dejando pequeñas ráfagas de aire y gotas de melancolía en mi pecho. O será, yo que me sé, lo que será. El caso es que me apetece mucho iniciar un viejo viaje redescubrir veredas y sendas.

Me apetece empezar a andar por tus pies seguir por tus gemelos y tus muslos. Entretenerme explorando ese lugar que existe entre estos y tu espalda, y en ella, en tu espalda, desnuda de horas y prejuicios, andar despacito y sin prisa. Entretenerme en contar sus lunares y las estrellas que allí dejé prendidas y tal vez enamoradas.

Llegar hasta tu pelo y enredarme allí en su esencia, disfrutar del aroma de tu cabello y mis horas allí perdidas, mis horas allí ganadas. Trepar por él y enmarañarme en la selva de tu melena suelta al viento de tantos lugares aún no visitados.

Bajar por tu flequillo. Hacer parapente desde tus pestañas hasta la hamaca del recoveco del hueco gracioso y frágil de tu cuello con diamantes engalanado. Detenerme en el mejor brillo de tus ojos y allí hacer ofrentas de carne y besos a los paganos y viejos dioses de la alegría y del deseo compartido. Jugar a pintar búhos y alondras en tus mejillas. Entretenerme en tus labios, pasar allí algunos días perdido sin rumbo ni más que hacer que jugar con tu lengua y la mía.

No sé. Quiero hacer un viaje a las líneas de la vida de tus manos a esos surcos difusos que parecen unir nuestras vidas. Caminar por ellos, por los cruces en los que nos separan los senderos en los que nos unen.

Escalar las colinas de tu pecho, con manos desnudas y calentitas. Culminar el techo del mundo que son tus pezones, mientras mis dedos atusan el pelo tras tu nuca. Soplar en tus oídos un Sssshhhh el mundo ahí fuera está quieto y parado buscando la felicidad de mi viaje.

Ya ves, me encantaría bajar caminando, sin prisas ni pausa por la planicie de tu vientre. Sin prisa ni pausa, pero sin descanso para arribar al lago de sal y orgasmos que se forma tras el azar y el placer en el ufano hueco de tu ombligo. Bañarme allí en su sal y tu recuerdo. Descansar y soñar despierto que allí, y en todos lados he dejado las huellas de mi viaje.

Bajar al sur, Al sur de tu ombligo quiero decir, dejando entre el final de tu ombligo soñado y el lugar al que me dirijo un cosquilleo de certezas y paz. Una vida dormida y soñada. Y allí, en ese sur, disfrutar de todos los placeres que ese fértil y maravilloso lugar pueden brindar a un viajero como yo. Es verdad, por el camino perderé trocitos de mí, de mi vida y de mi ser. Así son los viajes, en ocasiones pierdes cosas. No importa.

Quiero, en definitiva, hacer un viaje a tus pestañas y a tu piel, a tus besos y a tus manos.



miércoles, 23 de noviembre de 2011

OTRA FOTO.

De vez en cuando pongo alguna de las fotos que hago por ahí. Esta me gusta y la comparto.

jueves, 10 de noviembre de 2011

SE BUSCA

Se busca hombre o mujer, no importa edad, ni color del pelo ni tan siquiera si tiene ojos de gata, no interesa su altura ni su peso. Tan sólo su honradez. Se busca, al fin y al cabo, una persona íntegra. Alguien capaz de aunar todas las semillas nacidas en nuestra indignación y que hemos plantado, a golpe de cacerolada, regado con el flujo de sangre de nuestro corazón. Que hemos insertado, esperando que germinen, en todas las almas de buena fe, en todas las plazas de tu pueblo. En todas las calles que van a tu casa.

Se buscan mil palomas blancas, mensajeras de paz y de ramos de olivo. Portadoras de promesas de un futuro mejor.

Alguien que levante su mirada al cielo y sea capaz de mostrar las bellas figuras de papel de celofán azul que esconden las nubes grises. Un político que desconfié de la política. Un subcomandante sin mascaras, con o sin pipa, que deteste los ejércitos y odie las armas. Un líder que aborrezca la palabra líder. Se busca quien sepa canalizar todas las dudas y dificultades nacidas del bello sueño, plagado de pesadillas, que tuvimos aquel cercano 15M. Se busca dirigente, integro e inteligente, capaz y con carisma. Tal vez un arqueólogo apto para encontrar el ánfora de pandora. Destaparla y sacar con manos desnudas la esperanza que allí quedo prendida.

Se busca alguien que no ande perdido en la vorágine de cartones que con entusiasmo y pluma de búho enamorado de alondra impregnada en tinta azul escribimos para mostrar al mundo y a esos viejos políticos nuestra indignación y deseos. Dirigente sin rango, competente para transformar la democracia en una democracia real. Ya. Convertir estos lemas en constitución y norma. Otro mundo es posible. No nos falta dinero nos sobran ladrones. La educación es la única salida. Somos personas no estadísticas ni números perdidos en una bolsa hundida.

Se busca mujer u hombre que sepa escalar, no sólo a tus pestañas. Alguien que sepa auparse, sin crampones, a los escarpados picos de la bolsa y subidas del Euribor, y lo coloque en algún lugar justo. Alguien que no nos calle más que para darnos un beso. Un dirigente que sepa quién o qué son los mercados y los siente en mesa de negociación para decirles; basta. Hasta aquí hemos llegado, todo tiene un final, incluso vuestro insaciable y cansino egoísmo. No todo vale, pero si todos valemos. Nadie vale, por su trabajo, 3500 veces más que otro y no debe de cobrar 3500 veces más.

Se busca la cuerda para atar tu pelo, el verano que perdimos, el abrigo para el invierno y la sombra de la nieve, el camino que conduce a un mundo más justo. Se busca la igualdad. Una subida de sueldo, una bajada de hipotecas. Una cárcel vacía. Unas leyes justas. La hoguera que alumbra y da luz al sendero. Democracia real. Un rey sin corona y republicano. Un mástil sin banderas. La lluvia de café que riegue los campos de comida para todos. La risa de un niño. El futuro de colores.

Se busca quien sepa que quizás mañana sea tarde. Que nos devuelva el mes de abril. Que reviente los adoquines para encontrar la arena de playa que la especulación y los edificios ilegales taparon en nuestras costas y nuestras pupilas. Quien transforme tan digno movimiento en algo más para que no quede en un bonito sueño, en las batallitas perdidas que contaremos a nuestros nietos. Para que no se quede en poesía escrita en cartones. Que ponga en evidencia que no somos antisistema que el sistema está contra los que quieren un mundo mejor para todos, contra los que entendemos que el dinero no está por encima de nada, que no todo vale. Que el mundo, la política y la vida la dirigimos los hombres y mujeres de buen corazón y buenos sueños y no un punto de mas o de menos de interés.

No perdemos la ilusión ni la esperanza. Tal vez alguien canalice todo ese brillo de optimismo y certezas de nuestros ojos, todo ese deseo y utopía posible.

Se busca, en fin, convertir el sueño en realidad. Otro mundo es posible.

lunes, 31 de octubre de 2011

SAMAIN

Llega el Otoño. Parecía que el calor del sol de verano no quería abandonar tus ojos ni dejar de calentar tus manos y mi espalda, se resistía a marchar a otras latitudes en las que también se le necesita. Se resistía a abandonar mi mediterráneo y tu pelo. Pero la vida sigue y su ciclo es imparable y necesario. Es tiempo de guardar el “ganao” de recoger la última cosecha. De empezar a hacer el vino que tu y yo disfrutaremos de aquí a unos años. De aquí a un momento.

Samain era, antes de que los curas nos llenaran de pecados de miedos a follar y a amar y de festividades copiadas, como llamaban los antiguos celtas a su celebración más importante. El día más importante de todos los del año. Se asociaba esa noche, siempre bajo las estrellas fijas y errantes de un cielo más limpio, más alto y lejano tal vez, con el momento en que el “otro mundo” –Sidh creo que lo llamaban- se abría a nuestro mundo. Era el momento ideal para recordar a los que ya no están para cuidar a los que ya se fueron. Darles el abrazo que dejaste olvidado en tu regazo.

No estaría nada mal, que una vez al año, tan sólo una, pudiera abrirse esa puerta y volver a abrazar a los tuyos. Esperarlo con el olor del viejo café que preparaba mientras estudiabas cosas que con el tiempo resultaron no ser tan importantes. Abrir tu casa y dejar bajo el sofá o sobre tu mesa una pastilla de jabón de manos. Esperar a que llegue la noche que las estrellas brillen un poquito más que de costumbre, y la niebla de otoño baje de las montañas trasportando olor a romero silvestre, a pino y resina, y traiga a nuestros seres queridos para presentarles a los que no conocen. Ofrecerles rovellons, castañas y panellets. Compartir una noche, otra noche y un penúltimo abrazo hasta el año siguiente.

Durante la noche de Samaín, los espíritus volvían andando tranquilos, con paso cadencioso y seguro por los montes, las calles que tantas veces anduvieron en vida, con una sonrisa en la cara para los queridos. Un ramillete de rosas recién cortadas en las manos sin cadenas. Nos advertían de las almas malignas que nos llevarían a sitios que no entendemos ni queríamos ir. Nos dirían que siguen pensando en nosotros en ese otro lugar. Que todo irá bien. Que todo pasa y todo llega, que todo continua, que la vida es un ciclo que empieza y acaba para nunca acabar. Que tras haber llorado por ellos no hay nada mejor que reunirse alrededor de una hoguera de noche sin fin beber y decir lo que no se ha dicho, lo que se ha callado. Parar unas horas el tiempo y la vida. Que esa noche sea sólo para ti. Para que mañana, tras recoger las cenizas de las hogueras de lo que pudo haber sido, de recoger la casa y el dolor continuar un poco más.

Llega el Otoño, y atrás queda el exceso de calor del sol, la uva recién cogida. Aquí están las primeras lluvias regando tus pestañas empapando tu pelo de esperanzas y futuro. Bienvenido el vino ya criado, los rovellons recién cortados, las castañas, setas, girgolas, piñones y panellets, las liebres intentando no ser cazadas, (bien por las que lo consigan), los abedules, los fresnos los hibiscos y los brezos Aquí está de nuevo la vida brillando para ser vivida, aún con algo más de ropa, aún con un poco de frio. Pero esta noche, esta que está por venir es para todos los que estamos y para los que se fueron.



jueves, 20 de octubre de 2011

¿QUÉ VOY A HACER YO?

Qué voy a hacer yo si prefiere un coño fuerte a un ave maría callando. Una vez rojo a ciento colorao. Si no me gustan ni los rotos ni los descosios. Ni los ojos por ojos y dientes por dientes. Si no creo que el río suene por mucha agua que lleve.

Qué voy a hacer yo si me gusta la belleza, incluso, o mejor dicho, sobretodo, esa belleza mundana y diaria de esas caderas que casquivanas y atrevidas se mueven por tus calles y ante tus ojos desafiando los sinsabores diarios alegrando la vista y el espíritu, demostrando que la vida es algo más que números y estadísticas, que malas noticias y frío en las manos y los brazos.

Qué voy a hacer yo si me mantengo en un precario equilibrio y de puntillas por la cuerda floja de lo políticamente correcto y educado pero me seducen muchísimo los cantos de sirena de los dos extremos que sujetan, que mal sujetan, esa cuerda.

Qué voy a hacer yo, si ando enamorado de tus manos y del nudo que hacen tus dedos en los míos, si me gusta el sol de la mañana, si nací cuando aún no existían las consolas, si me gusta la luna y sus reflejos en tu pelo, si adoro bañarme desnudo, en el mar y en el recoveco de tus manos o en el hueco de tu ombligo.

Qué voy a hacer yo, si antes de ser hombre fui niño. Si aún guardo en el fondo de armario los viejos pantalones cortos y con flecos de Peter Pan, el lanzarredes de Spiderman, la capa de Superman. Si del mismo modo que ese bisabuelo Cordobés, Séneca, opino qué “aliquando et insanire iucundum est”

Qué voy a hacer yo, si como al Maestro me gusta el Whisky sin soda, las penas con pan, el sexo sin boda. El sexo sin más. Si soy un Hedonista empedernido a la búsqueda del Jardín de Epicuro. De la satisfacción en mi espalda, de las letras escondidas en mis manos y en tu pelo. De la mejor copa para tu vino. De la mejor burla para el mal destino.

Qué voy a hacer yo, si como a ese arquitecto de las palabras y la poesía, me gusta el juego y el vino, me gustas perfumadita de brea y tengo alma de marinero, si nací en el mediterráneo. Qué voy a hacer si prefiero ver el sol poniéndose sobre este mar tuyo y nuestro que verlo desperezarse por las mañanas del este lejano. Si me gusta el adjetivo y el verbo. La prosa y el verso. Mi sol y tu luna.

Qué voy a hacer yo, si no me gusta decir a nadie que camino debe seguir, ni soporto que me indiquen el sendero, manejen mis manos, manipulen mis peros. Si no acepto churras por merinas. Las obligaciones forzadas. Qué voy a hacer yo si no tolero los incompetentes, idiotas vitales.

Qué voy a hacer yo, si me gustaría perderme en alguna Isla, abandonar alguna obligación, vivir cada día tanto y tan fuerte como sea posible, perderme cada día, al menos un ratito en alguno de esos muchos mares.

Qué voy a hacer yo, si creo que no hay más pecado que no cometer todos aquellos que se te ocurran en esos momentos en los que pasa un ángel, o ves a saber, tal vez sea un demonio el que pasa tras tus oídos. Si adoro pasear por las calles y las plazas en los que la vida bulle y vibra a la búsqueda de más vida.

Qué voy a hacer yo?

viernes, 7 de octubre de 2011

LA FOTO QUE ENCABEZA EL BLOG.

Hace tiempo que alguno de vosotros os preguntáis por la foto que encabeza mi blog. Esa de unas manos de hombre abriendo una botella de vino tinto. Es una historia vieja, antigua, y larga. Todas lo son, las historias sólo pueden ser añejas y largas, sino son así son otra cosa. Una de esas historias que tan sólo pueden convertir a una persona en un desgraciado o dejarle una preciosa cicatriz que embellece su alma y enriquece su mente y su vida. Intentaré resumir el origen de la foto.

La hice hace unos cuantos años, un año que fue terrible, un verano que fue terrible y no sólo, por que, tal y como dice el cantautor, fuese un año amargo en política y los médicos no encontraran vacuna contra el sida, cura contra el cáncer, y porque el hambre seguía creciendo en algunos lugares. Fue un año, un verano terrible, no sólo por eso. En mi alma tan sólo sentía ausencia esa ausencia triste que arrastra el abandono y la certeza de que ya nunca nada será lo que fue. Mi alma sentía la huida y el abandono de un alma, que tal vez, fue gemela de la propia.

Me sentía como un Ulises sin Ítaca a la que regresar, aún nadando malherido y perdido en esa malamar que son los sentimientos torturados y expropiados. (malamar, por otro lado que quizás yo provoqué) Un Ulises frágil y vencido que sabe que ninguna Penélope lo espera. La mortaja se había tejido por completo y nadie se molestaría en destejerla al amanecer.

Así que unos amigos, de esos que la forja de la vida y el yunque del tiempo, las lagrimas vertidas, los hombros ofrecidos, y las risas compartidas cortando el mismo aire respirado trasforma en hermanos, en familia, en algo mucho más que amigos, decidieron llevarme lejos para que pudiera lamerme las heridas. Descansar.

Y para eso que mejor lugar que muy cerca de la mayor reserva de lobos que tenemos en este curioso país, que mejor lugar que la ribera de ese rio, tan lejos de mi mar, que da los mejores vinos tinto del planeta. Así que poco a poco, trago a trago fui remendando las sístoles resquebrajadas.

El hilo, color rojo tinta de toro, color diástole, color sangre, para ese remiendo lo fue poniendo el espacio entre una respiración y otra, los amigos, las sonrisas, el tiempo dedicado a hacer fotos en campos de girasoles. Las sonrisas de la pequeña “H” regando todas las alegrías posibles. Una buena comida. Nuevos paseos por la piedras de la vieja Castilla. Las caminatas nocturnas, esa puntual llamada de sirena (no sólo a Úlises le cantan) cada noche justo en esa hora en la que más brillan las pléyades. El vino compartido.

Vino que elabora en esas sierras el familiar de un amigo. Vino tinto, fuerte y duro, como la esperanza y el futuro. Sabroso, dulce, sutil y aterciopelado en la boca y en el alma como el recoveco de las manos de aquellos que te quieren y quieren tu bien. Una de esas noches de cuarto creciente, pleyades brillantes y aullidos de lobos solitarios en la lejanía fuimos a beber vino a la bodega. Esas manos amigas abrían la botella número Xn. Y yo, ya borracho y alegre, y restaurado, tal vez más grande, hice la foto.

Aquí está la foto como regalo para todos vosotros. Con la certeza de que no encabeza mi blog como nostalgia de nada, sino como bonita imagen, como estampa que, yo, encuentro preciosa.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

TREINTAYTODOS

Hace Poco cumplí años, no sé muy bien que decir del paso de los años. Odio a los dioses del tiempo, ya sabéis. Pero, inexorablemente, pasa con esa desvergüenza de las camareras veinteañeras, raudo y veloz cuando debería de pararse a dejar disfrutar su brisa y dejar que tu alma se calme en esa paz y placer que en ocasiones trae la vida como regalo divino. Y pasa despacio y pausado cuando las tenazas del dolor aprietan en las costillas, como un viejo sádico que se ennoblece en el dolor ajeno. Sea como sea, pasa, sesenta segundos cada minuto trescientos sesenta y cinco días cada año. Y no me quejo de ese paso, Piccolos que se parecen a nosotros vienen a decirnos a gritos y sonrisas que vale la pena crecer y seguir. Muchas noches duermo en tus brazos.

Como muy bien decía Jorge Santayana la vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla. Y hace tiempo que aprendí a no cuestionarme muchas de las cosas que pasan, a no lamentarme –a no lamentarme demasiado quiero decir- por los caminos que deje de tomar, o los libros que deje de leer o estudiar, a no atormentarme por si elegí la carrera correcta, el camino adecuado, la mejor curva de tu espalda. A aceptar las cosas como vienen y como me besan. A disfrutar cuando sueño y sueño contigo. A saber que no cambiare el mundo y que bastante tengo con que él no me cambie a mí.

Sigo sintiéndome bien. Joven y fuerte, a pesar de las traiciones sufridas, de los amigos perdidos, de las despedidas agarradas en la garganta de aquellos que nos abandonaron en su travesía con Aqueronte.

Treintaytodos, no son muchos, pero tampoco son pocos. Tantos fracasos caídos como tormenta de desconsuelo. Tantos éxitos y aciertos brillando en mis ojos, que han dejado semilla y abrazos. Y que afortunadamente pesan más que los anteriores.

Disfrutando de personas que siempre fueron abrigo dispuesto a taparme en los inviernos más fríos, faro de luz siempre dispuesto a refulgir y brillar en la más oscura y triste noche. Orgulloso que desde hace más de media vida haya quien permanece cerca susurrándome de tanto en tanto donde está el norte o cuando cortarme el pelo.

Treintaytodos los otoños escondidos en mi piel, varados en mi espalda y deseosos de seguir cumpliendo. Contento de que me siga gustando nadar desnudo en el mar de tus ojos y secarme con tu pelo y tus miradas. Tresintaytodos los años bailando en mis dedos y mis letras. Treintaytodos y aún prefiero las flores que crecen, arrumacadas por la buena lluvia del norte en las veredas que llevan al jardín de Epicuro, que los duros palos de pino que crecen en los campos espartanos. Treintaytodos los años creciendo en mi pecho y sigo siendo un hedonista deseoso de beberme todos los placeres de la vida y de las estrellas.

Espero en todo este tiempo haber traído algo para alguien, alguna sonrisa, destellos de felicidad y alegría repartidos. Tal vez pellizcos de regocijo. La inspiración para seguir, la fuerza para soportar el viejo tacto de la cuchilla del tiempo. Alguna certeza. Dejar alguna duda sembrada en tu pecho.

lunes, 19 de septiembre de 2011

AXCENSOR

El trajín aburrido y diario de los trabajos nuestros de cada día apretaban en la garganta de ese jueves que se había empeñado en parecer un pesado lunes en mi maleta y mi ordenador portátil.

Bajaba los muchísimos pisos de ese aséptico edificio de oficinas y, justo cuando las puertas del ascensor se iban a cerrar, entraste tú. No te presté atención ensimismado como estaba en los documentos por firmar y el trabajo por hacer acumulado en mi espalda y en el bolsillo donde se acumulan agobios y malos despertares.

Un tímido e impersonal “hola”, más parecido a lamento silencioso que a un saludo, malcorto el aire. De repente el ascensor se paró en algún lugar entre el piso 13 y el segundo círculo del infierno de Dante.

-Mierda, bueno, supongo que pronto se pondrá en marcha, no te preocupes- te dije fijándome por primera vez en tu aspecto; Un cuerpo  frágil y tímido y pequeño como el de un animal perdido y asustado, ropa oscura, traje chaqueta un bolso de tamaño mediano de una marca que no conocía, uñas cortas, arregladas y pintadas de un gris oscuro casi casi negro. El pelo corto y oscuro con el flequillo largo casi tapándote los ojos pero que no lograba ocultar un brillo incandescente y salvaje. Una mirada tan indómita como la que esconden las Leonas al cuidado de sus cachorros. Parecía desentonar en esa carita delicada.

-Ya- dijiste sin pestañear.

Pasado unos minutos, y tras comprobar que el teléfono de emergencia del ascensor no funcionaba, decidí controlar la situación. Saque el Mobil, no tenia cobertura, ni batería, te pedí el tuyo tampoco la tenia, combine tarjetas sim, baterías y nada daba resultado.

_No te preocupes, enviare un sms y si en algún momento conseguimos cobertura entonces llegará el mensaje que envio, tenemos que controlar la situación- Te dije mientras tu mirabas hacia ningún lugar.

-Qué película has visto últimamente?- me preguntantes. – Chica, no es momento de hablar de cine, sino de salir de aquí, de controlar la situación.-

Tras varios minutos de estupidos intentos de abrir la puerta, de salir por el techo, de apretar todos los botones, me aflojé la corbata y tu dijiste –yo una de Nagisa Oshima, el imperio de los sentidos- me dijiste sonriendo y mostrando unos perfectísimos dientes blancos. -¿la conoces?- _No, no la conozco- mentí.

Pasados unos minutos de absurda conversación me miraste, desabrochaste más mi corbata, la lanzaste al suelo.

Me besaste como sólo besan las hembras de verdad, bailando dentro de mi boca, saboreando mi saliva, notando el cielo del paladar acariciado por tu lengua. Bajaste, bajaste por mi pecho y mi vientre. Mordiste el botón de los pantalones y con una rapidez increíble me los quitaste y me tiraste al suelo.

Mordiste lo que acababas de sacar de ese lugar, chillé, shhhhhhhh, tranquilo, yo curaré la "herida" quejica. Te dedicaste a lamer, acariciar, arrullar y curar donde antes habías mordido.

Uffff, estaba a punto, muy muy a punto de perder la dureza de mi hombría ahí tirado en el ascensor de un edificio ajeno. Tu lo percibiste y dejaste lo que estabas haciendo, me levantaste y ocupaste mi lugar en el suelo, la espalda totalmente apoyada, tus piernas abiertas y el tesoro que hay un par de palmos al norte de tus rodillas y a una cuarta de tu ombligo se me mostró, gracias al laser la depilación o la cuchilla limpio, terso y sedoso, abierto y ávido de lengua y caricias. Evidentemente no me pude resistir.

Mi cabeza no tenía sangre ni neuronas para pensar cuando y como diablos te habías quitado el traje el sujetador y las braguitas. Tan sólo pude hacer lo que se esperaba de mí. Intentar darte placer. Tu, tan sólo gemías y apretabas mi cabeza contra tus muslos. Mis orejas estaban en el mejor lugar que pueden estar, entre dos piernas tersas y apretadas contra ellas. Fuera el mundo seguiría en lucha y tal vez alguna lejana galaxia estaba muriendo o naciendo. Algún sol alumbrando las nuevas mañanas en mundos desconocidos. Pero allí adentro tan sólo había una hembra y yo, un ascensor parado y dos corazones latiendo a toda velocidad.

Explotaste en mi boca inundando mis papilas gustativas de tu sabor. Gemías como una gata en celo, y de vez en cuando ronroneabas como una peligrosa tigresa. Seguías siendo pequeña, pero ya no tan frágil. Sonreíste al ver mi virilidad dura y vigorosa, enhiesta. Se te veía maliciosa y pizpireta. Te cogiste a ese lugar simulando que lo empleabas de apoyo para levantarte.

Apoyaste tus manos en el espejo del ascensor, me diste la espalda y arqueándola me ofreciste tus dos entradas. Entré en ellas y tú te dedicabas a contemplar tu cara de placer y vicio, de satisfacción y deseo, de mujer reflejada en el espejo. Yo me dedicaba a entrar y salir dentro de ti tan rápido y fuerte como podía. coger el final de tus piernas y acariciar sin arañar tu espalda.

Al final siempre llega el final, y justo en ese instante me hiciste salir de ti, te agachaste de rodillas bajo mi cuerpo y cogiste esa parte de mi  con tus manos, hiciste un movimiento que tantas y tantas veces yo había hecho desde mi adolescencia, dando inmediatamente el resultado esperado. El mundo se paró una centésima de segundo, las aves migratorias pararon su vuelo, y los planetas y todo lo que pasara fuera de ese pequeño habitáculo dejo de tener sentido para mi. Me quede un instante como el gato de schrödinger. Entre la vida y la muerte. Gotas blancas, muchas gotas blancas parecían congeladas en el aire. Tú rauda y vivaracha recogiste casi toda la cosecha en tu lengua y tu boca.

El resto acabo en tu cara y en el suelo. Te vestiste tan rápida y misteriosamente como te habías desnudado. Dejaste un precioso coulotte negro de encaje y con un minúsculo lacito gris marengo en mis manos, diciendo; -aguanta- Abriste el bolso, sacaste una llave chiquita que metiste en la cerradura que hay junto a los botones del ascensor. La giraste mientras mirabas mis ojos sin pestañear y el ascensor empezó a bajar al parking.

Me empecé a vestir tan rápidamente como pude, el ascensor llego al estacionamiento mientras tu seguías riéndote, graciosa y eterna, se abrieron las dos puertas y allí estaba yo a medio vestir, coñando con que volviera a parar el ascensor, y con tu coulotte en las manos. Me miraste, besaste mi nariz y te despediste diciendo. – Y ahora chico guapo, sigue controlando la situación.-

miércoles, 7 de septiembre de 2011

UN MOMENTO EN EL TIEMPO.

Tal vez no sea más que un momento en el tiempo, y el tiempo siempre fue cruel, siempre fue como un buche de agua en el hueco de tus manos que se va desprendiendo, que se va marchando, que va fluyendo hacia no sabemos dónde. Pero todos los momentos son importantes.


Momentos que fueron arañazo en la espalda, mordisco en el lugar más frágil del alma, esquena de dolores compartidos, penas quitadas con abrazos y vino, lloradas y dejadas en la mochila de la memoria como buena lección aprendida. Momentos que serán inciertos y desconocidos como el titubeante vuelo de una alondra, pero que tal vez sean amables y divertidos, zalameros y afectuosos como el olor del orégano salvaje en los montes de Sevilla.

Momento que es. Que es ahora. El ahora eterno, este ahora en el que tenemos muchas respuestas pero muchas más preguntas. Ahora que pasó el tiempo de pedir explicaciones a nuestros padres y comienza el momento de dárselas a nuestros hijos. Ahora que la vida no acepta excusas ni envides. Ahora que ya sabemos lo que es perder trenes y que eso no importa. Ahora es momento de brindar por el pasado compartido, por el futuro porvenir. Ahora es momento de celebrar que cumples una edad que parece marcar la mitad de la vida.

Decía ese, casi paisano tuyo, que hoy es siempre todavía. Que entre el vivir y el soñar hay una tercera cosa adivínala. Tal vez ese tercera cosa sea el abrazo de los tuyos, de los están y de los se fueron. Tal vez. No sé, o tal vez no sea más que dejar pasar los días y el sol y dejar crecer las lunas.

Que decirte amigo, que decirte en este mediodía de nuestras vidas compartidas a la orillita del mediterráneo. Que explicarte en esta noche de camisas blancas. Que contarte, sin filtros ni tamices que no te haya dicho contado ya, que no hayamos reído o llorado ya. Que no sepas. Ya conoces el camino hacia mi hombro, la salida de emergencia, donde guardo las cervezas, donde está el sacacorchos, mi teléfono en tu agenda, el plan “b”. Hoy y ahora es momento de tan sólo decirte FELICIDADES.

Aquí te dejo mi cruz del Sur, esa que a mí me regalaron hace unos años en Hassa Labied. Si con ella trazas una línea recta con las pléyades de estas noches de verano te indicaran el Norte. No lo pierdas.

Aquí te dejamos “E”, el piccolo y yo, mil abrazos y besos, un soplo en las heridas, un montón de páginas en blanco por escribir, un viaje para ver el sol, el consuelo que se da las estrellas que duermen solas, la música cadenciosa que arrulla el alma, el majestuoso revolotear de 40 águilas de plata sobre tu espíritu. La risa de todo, el abrigo en las noches de nieve, el mapa del tesoro, un libro por escribir, más de media vida por vivir, unas alas y un susurro de FELICIDADES.

lunes, 5 de septiembre de 2011

EN NOMBRE DE TANTOS

Por desgracia de un tiempo a esta parte cerca de mi han desaparecido personas queridas. Que decir de la perdida que no se haya dicho ya. Coincide que hace casi un año que unas agujas de reloj se pararon y que dejamos de ver cireres y taronjers a nuestro alrededor.


Hace poquito un amigo, (no sé si leerás esto un abrazo “N” aquí me tienes) hace algo más un conocido, incluso en alguno de vuestros blogs leo últimamente perdidas, innecesarias por acabar antes de que el calendario hubiera debido de marcar, así que, en nombre de tantos, permitirme esta reflexión.

Puedo soportar dormir solo cada noche sin abrazar tu pecho querido, aquél en el que se engendraron mis hijos, en el que floreció el futuro y el presente, que fue esperanza hasta que dejaste de ser y de estar. Incluso aunque me duela, poner un plato de menos, un vaso de menos, un solo café, una lágrima de más. Apagar solo la luz.

Y aunque duela como una tenaza incandescente apretando tras el esternón, sobrellevo el vacio que dejaste en las cajas de zapatos, en los calcetines, en los cajones (aún por abrir) con tu ropa, en los muebles de la cocina, en el punto de libro que no acabaste de leer, en tu música favorita, en toda la ciudad que ya no arde. Aguanto estoicamente,-que remedio-, que las sabanas no tengan tu olor, que la comida no tenga ese toque que tu dejabas con tus mágicas manos, que nadie abra la puerta del ascensor, no poder preguntarte donde deje las llaves, poner en el coche tu canción y que no la escuches.

Resisto las lágrimas, apretadas en las pupilas y bordeando las pestañas, impidiéndoles surcar mi rostro y revolverse en mi barba sin afeitar, para que tus hijos no se pierdan en ellas. Sonrió. Y me bebo la hiel sin miel ni disfraces que dejaste en la mesita de noche antes de hacer tu último viaje con Aqueronte.

Puedo seguir paseando con los pequeños, aunque ellos aún estén esperando ese beso de buenas noches, ese roce de los labios preciosos que un día me dijeron sí. Resisto sus preguntas y busco en la poca claridad que queda en mi alma explicaciones que no me creo, invento mis respuestas e intento servírselas con la mejor de mis sonrisas y la mejor imitación de tu plato favorito.

Y, es verdad, me dirías si aún estuvieras aquí, que aún sin ti existe un hoy y un ahora. Pero te llevaste entre otras cosas, el futuro y lo sembrado dejando un eterno, improrrogable e inmediato ahora.

Todo eso y muchas cosas más puedo sostener en esta mochila sucia y gris que me ha dado la vida. Pero no puedo, de ningún modo, dejar de tener esta tristeza por dentro. Disfrutar las alegrías sin ti a mi lado. Lo que más duele son los buenos momentos sin tu compañía los éxitos que no disfrutaremos.




lunes, 22 de agosto de 2011

FELICIDAD

Es verano, y aunque esta estación se ha empeñado en llegar tarde a tus ojos y a tu pelo ha llegado con fuerza, trayendo consigo el calor que preparará las uvas para la cosecha del próximo vino. Es verano y el mundo gira a otro ritmo, tal vez más cadencioso, más lento, rítmico pasando las horas al ritmo del pestañeo de tus ojos.

Incluso las noticias y los periódicos parecen querer darnos una tregua y a pesar de que nos cuentan las mentiras de siempre, o las verdades que ellos quieren y como ellos quieren, también nos ofrecen cosas entretenidas y amenas. Uno de los periódicos que habitualmente no leo tiene una propuesta, que yo creo atractiva, es la siguiente entrevista algún conocido y le pregunta qué es para el/ella la felicidad.

Me dio por pensar que podía ser una buena idea intentar desgranar, como se criban las buenas ideas, que es para nosotros la felicidad. A mi se me ocurren un montón de cosas.

La felicidad, que palabra más grande con tan enorme significado y que sin embargo cabe enterita en la sonrisa de un bebe, en el brillo de sus ojos, en el trampolín de sus pestañas.

Felicidad es coger la moto una placentera mañana de viernes hacer algunas curvas por la costa, como quien traza la figura de tu cuerpo como quien busca la costa que abraza tu ombligo. Conducir tranquilo y sin prisas, plegando la moto y burlando la gravedad. Acabar el paseo en un bar frente al mar y leer vuestros blog, o actualizar el mio, mientras tomo una cerveza helada o un vinito blanco seco y frio y espero notar tus pupilas en mi pecho.

Enfrentarte a un problema y solucionarlo.

Ver como duerme mi hijo. Perderme en su mirada, comérmelo a besos y suspiros.

Perderme en tu pelo sin prisas ni pausas. Morderte un pezón.

Un buen vino compartido. Quedar con uno de esos amig@s de siempre, de aquellos que han visto lo peor de ti y a pesar de eso, o sobretodo por eso, te quieren. Charlar horas y horas sobre todo y sobrenada, esperando que llegue el momento de hablar de lo crítico y duro de la vida, de algo que ha pasado. Ofrecer tu hombro, encontrar un hombro amigo.

Horas y horas de charla entretenida al calor de una hoguera y de unas tintas de toro. Saber que a los tuyos les va bien, que les sopla el viento del norte y les impulsan hacia donde ellos quieren.

Preparar una buena comida mientras escucho música. Ofrecerte mi mejor jerez y mi mejor sonrisa. Perderme en algún país de nombre extraño y de cultura desconocida. Mancharme mis zapatos de todas partes con nuevas experiencias vividas y compartidas. El olor del rododendro, subirme a un pino alto y allí contemplar el futuro con aire nuevo.

Leer un libro en la playa, escuchar el tumtum de tu corazón cuando hace mucho que no lo escucho. Un concierto. Mil miradas. Encontrar algo que ya hace tiempo dejaste de buscar. Llegar a final de mes sin problemas. El viento en la cara. El sol a la espalda. Un camino nuevo. Una senda revisada. Compartir tus éxitos.

Seguir el misterioso camino que ha dejado marcado las piedrecitas que llevabas engarzadas en el pelo y has ido dejando caer para que las siga. Salir del laberinto

Perderme por algún lugar conmigo mismo, con la única compañía de mis cámaras de fotos, mis vicios y virtudes, mis ángeles y demonios, mis fantasmas y mi porvenir y ese momento de silencio previo a realizar una buena fotografía.

Se me ocurren muchos, muchos momentos de felicidad muchos que dejo en el tintero.


martes, 16 de agosto de 2011

NANA PARA MI NIÑO


Duerme mi niño
Duerme mi bien
Duerme y descansa
Yo sueño a tus pies.


Duerme pequeño
Y suéñame a mí
Duerme y descansa
Yo estoy junto a ti.

sábado, 6 de agosto de 2011

FALACIA AD VERECUNDIAM.


Disculparme ya sé que es verano y debería de tratar temas más amenos, divertidos e intrascendentes, ocurrentes y joviales, distraídos, como esas partidas de parchís y bocata de nocilla de la infancia. Pero sucede a veces que el devenir del tiempo y del mundo, el girar del planeta y sus acontecimientos no entienden de solsticios, no entienden de cervecitas frescas, ni de pareos al sol. El mundo gira impasible y cruel y parece que siempre gire para joder a los mismos.

Falacia ad verecundiam es ese tipo de falacia que ya descubrieron nuestros bisabuelos latinos y que consistía en dar veracidad a un argumento simple y llanamente en virtud de la supuesta autoridad moral o intelectual que tiene la persona que esgrime ese argumento. Vamos como Pepito dice que los higos chumbos no pinchan, pues eso, los higos chumbos no pinchan y a ver quien se atreve a decir o a intentar demostrar lo contrario.

Recientemente tomó el reinado del FMI, la preciosa, educada, elegante y sabia Christine Lagarde. Muy rápidamente determinó que una de las soluciones para acabar con esta crisis es bajar sueldos, abaratar despidos, dar menos prestamos y estos darlos a un precio más alto. No sé yo muy bien, si es preciso tanto estudio, tanta carrera de económicas, empresariales, ade y similares para dar a los problemas de siempre las soluciones de toda la vida. Es decir, si falta dinero, que lo pongan los que menos tienen. Pero como estas soluciones las dio esta distinguida señora parece que sean ciertas e indiscutibles. Imposible plantear otras.
Sin embargo, y a pesar de pregonar a los cuatro vientos, que debemos de apretarnos el cinturón una de las primeras cosas que decidio tan refinada persona fue subirse un 11% su, ya más que engrosado sueldo. Recientemente le imputan delitos de colaborar en la desviación de bienes y dinero públicos… Y sin embargo sigue siendo de esas personas que se pretenden respetables y ciertas en sus aseveraciones y sentencias. De esas personas que parece que todo lo que dicen sea cierto, que nadie pueda discutirlo.

Los mismos gurús de la economía que hasta un día antes de la caída del todopoderoso Lehmans brothers le daban una credibilidad intachable e incuestionable, hoy, a toro pasado y haciendo leña del árbol caído, no sólo no se callan la boquita, admiten sus errores y agachan la cabeza, sino que siguen vaticinando desde detrás de sus cuellos encorbatados el futuro, el que pasará, el lugar en el que debemos de invertir nuestros paupérrimos ahorros. Y lo peor de todo; se les sigue haciendo caso, se les sigue escuchando como si sus comentarios fueran verdades divinas e indiscutibles como si fueran poseedores de una verdad rayana al dogma. Si no fueron capaces de ver lo que iba a suceder entonces, porqué van a serlo ahora? Por qué se les sigue dando cancha, escuchándoles?

A principios de este caluroso mes de agosto, que se empeñó en ser tórrido en tu espalda, el Rey de esta vieja piel de Toro, dijo así, a las bravas y sin cortarse un pelo que todos los españoles deberíamos de hacer un esfuerzo y apretarnos el cinturón, escatimar gastos y monedas. Acto seguido se subió en el “Brivon nosecuantos” y se fue a navegar por aguas Mallorquinas. No es sólo el colmo de la desvergonzonería, sino que además de nuevo nos encontramos con una barbaridad. Como este hombre dice que tenemos que apretarnos el cinturón, (nosotros, no él, claro está) pues entendemos que es cierto que lo justo y necesario es ser más espartano todavía, más sacrificado todavía.

Podría poner un sinfín de ejemplos, pero a mi me gustaría saber hasta cuando vamos a seguir escuchando a estas notables celebridades. Y sobre todo cuando será el día en que nos cuestionemos lo que dicen. Cuando llegará el día en que dejemos de ser unos capullos en flor y empecemos a ser mariposas que piensan, sueñan, y revolotean alrededor de tu falda sin necesitar que nadie les diga por donde tienen que ir, ni que pensar. Cuando será el día en que adquiramos nuestro propio criterio y nos atrevamos a cuestionar lo que se dice venga de donde venga y de quien venga.

En fin, prometo que intentaré que la próxima entrada sea más refrescante.

miércoles, 3 de agosto de 2011

UN HAIKU QUE LAMENTO.

Mordiscos en estomagos sin comida
una imposible ruta a Arcadia.
Rabia, dolor y lagrimas en dadaab.

jueves, 28 de julio de 2011

HABLAME DE TI.

Aprovechemos este tenue solecillo de tarde de verano, esta vieja mesa de piedra redonda sin dueño ni amo. De las hojas de esta parra preñada de uvas deseando nacer en septiembre y encantadas de darnos sombra, de las hadas y elfos que deben de anidar en sus estambres. De La cervecita fresca y háblame de ti.

De las veces que has andado sola y descalza por la tierra mojada buscando tu corazón y algunas manzanas que lo curen. De tus noches lluviosas de inviernos sin calma, tus silencios, y secretos de luna nueva.

Háblame de ti, de cosas sin importancia. De tu color favorito. De tu número de calzado, (ves a saber, princesa, si algún día pierdes un zapato, lo encuentro y no sé el pie en el que coincide). De tu cantante preferido. De si te gustán los solos de guitarra de slash. De la comida con la que disfrutas. De lo que paso el mayo del año que naciste. De si lees poesía. De que sueles beber cuando estas triste. De que bebes cuando estás alegre. De ese paisaje que quedo en tu mirada perpetuamente soñando. De la peli que más te gusta. Del dolor del primer rechazo. De la alegría del primer éxito. De la borrachera que más te hizo reír. De ese viaje con amigas. Dime si te gusta gusta José Luís Sampedro y su vieja sirena.

Háblame de ti, de las heridas que te ha ido dejando la vida, de las veces que te han derramado sal en ese arañazo profundo y sangrante, dime de las cicatrices que han perpetuado en las entrañas y en el vientre, cuéntame de las que aún duelen en las frías noches de invierno cuando un tenebre viento de recuerdo sopla desde el norte. Dime si te apetece que sople en ellas, las bese para que se alivien en mi aliento y en mi boca. Si bebes café por las mañanas, si te despiertas de buen humor

Háblame de lo que sientes cuando se incumplen las promesas que tan celosamente guardaste en una caja de galletas de frambuesa envueltas en algodones azules. Háblame de ti, cuéntame si alguna vez has sentido que el amanecer no trae más que un nuevo día que tan sólo repite el anterior.

Háblame de ti, dime si te apetece otra Volldam, que sigamos hablando, que sigamos escuchando nuestras historias de dos desconocidos que tal vez se conozcan. Dime si te gusta el vino, la tinta de toro o el ull de llebre.

Háblame de ti, cuéntame de esos sueños que se han trasformado tan sólo en ásperas visiones incumplidas, en quimeras alegòricas de lo que pudo ser y no fue, de lo que debió ser y no se cumplió. Del humo perdido en esperanzas vanas.

Háblame de tus miedos y tus certezas. Miénteme un ratito diciendo que tú nunca mientes. Háblame y dime si te apetece que alguien esté a tu lado cuando te duela la cabeza y el alma para ofrecerte un zumo de naranja exprimida a mano y dejado con un beso en tu regazo junto a una caricia en forma de abrazo.

Cuéntame si alguna vez has soñado en perderte conmigo, o sin mi, en alguna playa paradisíaca sin números ni letras, desierta de dolor y de rabia de monotonía y de leyes, de normas, embargos y alquileres. Háblame de ti y dime si a veces te gusta estar sola.

jueves, 14 de julio de 2011

AÚN DUERMES

Aún duermes cuando el sol ya se ha desesperezado osado y resuelto en el lejano este, vigila tu sueño y alumbra las calles, da calor a los millones de granos de arena que te verán reír y volar cometas. Aún duermes cuando yo, satisfecho y gozoso, disfruto de la mañana y de mi despertar tranquilo mirando tus enormes pestañas cerrando tus ojos. Te miro y veo el futuro pugnando por salir en tu sonrisa.

Duermes y te miro absorto, respiras al ritmo de mis latidos con la cadencia de los tangos nocturnos. Aún duermes y fuera el mundo gira, sin detenerse ni dejar que nadie se baje a pesar de los deseos de muchos de abandonarlo, sufre y ríe, gana y pierde, permanece en crisis y en guerras. Tú, aún no sabes de derrotas, ni de promesas o sueños incumplidos. Duermes y aquí dentro, paraíso de esperanza primigenia, asomado a tus pupilas medio abiertas oliendo tu piel y tus manos nada de eso importa.


Aún duermes sin ser plenamente consciente que la vida es eterna. Eterna mientras dura. Ni que las locuras que más lamentarás serán aquellas que no cometas. Que la vida es fascinante tan sólo debes mirarla desde el prisma apropiado. Que el mundo ha sido creado para vivirlo, cuidarlo, disfrutarlo. Aún duermes y yo custodio tu sueño, agradecido de que no sean pesadillas, te miro. Duermes y eres inconsciente que jamás podrán matarse los sueños por más que se mate a los soñadores.

Duermes, y te contemplo, me pregunto que soñaras, que pasará por esa bella cabecita con su pelo castaño, casi negro de noche sin Luna, sin saber que dejará posado entre algodones el viejo Morfeo tumbado en su doncel de Amapolas; Tal vez recuerdos del día anterior, de las gracias que compartimos, de las tonterías que te decimos, de las canciones que me invento y maltecanto, de las carantoñas y las caricias depositadas con cariño y mimo en tu espalda y el huequito de tus manos. Tal vez en tu modorra recuerdes “els entrepans de petons” y por eso sonríes sin despertarte.

Duermes y tu pecho sube y baja henchido del aire de felicidad que has traído a esta casa, que has arrojado a mis bolsillos, que has regalado a mis ojos. Que has depositado en todos los recovecos de mi corazón, incluso en lugares que yo no sabía que existian y que nadie ha llegado y que nadie ocupara más que tú.

Yo permanezco a tu lado hipnotizado por esa carcajada que te surge en sueños.

Aún duermes a pesar de que allá en el jertes ya no quedan cerezas, de que Idún sigue cuidando el manzano que engendra la fruta que todo lo cura, esa que yo iré a buscar si te es precisa. (otro cuento que ya te contaré...) Duermes sin que las constelaciones ni los planetas dejen de girar ni cambien su curso, sin embargo tú ya has cambiado por completo las veredas por las que transcurre mi vida y mi tiempo.

Aún duermes… y al despertarte subiendo tus bracitos, tus manos hacia mi boca para recibir los primeros besos de la jornada y regalarnos el primer ramillete de sonrisas del día haces que el mundo empiece ahí, justo en ese instante.

lunes, 11 de julio de 2011

HAIKU 3

Ayer dormía media la luna
y el ladrón de sonrisas
Soñaba a ritmo de tango

jueves, 30 de junio de 2011

HOY COCINO PARA TI

Sí, hoy cocino para ti. Así que déjame solo en la cocina. Déjame con mi tiempo, con mis éxitos y mis fracasos, con mis ideas y mis diablos. Déjame también con una botella de vino tinto, con tinta de toro, la beberé mientras cocino, mientras cocino para ti.

De primero prepararé algo sencillo, rápido y fresco. Tal vez prepare en un plato de pizarra negra unos higos cortados transversalmente y sobre su miel y su carne, que recuerda ciertas partes de tu anatomía ponga unas virutitas de jamón. Cortadas muy finas, como el hilo de saliva que cuelga entre tu lengua y mis labios, entre tu espera y mi ahora. Prepararé también como aperitivo un poco de ese queso stilton, fuerte como tu carácter escondido, maridado con un poco de mermelada de uvas. Ya sabes, uva y queso saben a beso, a tus besos en la mejilla, a tus besos en las manos y en el pecho, a los besos que no me has dado, a todos los que si que hemos disfrutado.

Lo pondré en la mesa para compartir, como se comparte la vida, como se comparten las horas y algunos momentos, como se comparte el destino, como se comparte el olor a futuro que pende del aire y de tu pelo

Tras esto me pondré a cocinar. Pondré la música que me gusta, para que sus sonidos y la poesía de sus letras baile con el aroma del horno, se introduzca en los alimentos y acunen mis manos mientras preparo la comida. Un trago de vino. Una poesía cantada mientras el fuego ancestral caldea el ambiente.

Cogeré unas cebollas chalota, las pelaré con cuidado, con cuidado de no llorar quiero decir, vaya a ser que los malos recuerdos aprovechen las lagrimas para doler donde no deben. Las enredare y diluiré con esos aparatos eléctricos con un par de cervezas negras (sí ya sabes, esa Guinness que tanto me gusta, y más si se bebe en su lugar de origen con lluvia de fondo ) haciendo una suculenta combinación.
En la bandeja de trasparente cristal pondré un rodaballo. Turbot lo llamamos por aquí. Lo dejaré calentar un ratito y poco después pondré la salsa hecha con chalotas y cerveza negra. Revolveré en el hueco de la palma de mi mano algo de pimienta verde molida y sal. Las mezclaré en las líneas de mi vida, para que se entrelacen y mezclen como se juntan algunas existencias.
Lo dejaré cocer el tiempo justo, el necesario. Tal vez el tiempo que duran algunos besos, el tiempo entre un te quiero y un te deseo, el tiempo de un abrazo, el tiempo en que se tarda en susurrar al oído las palabras que no se deben de decir en voz alta.

Beberé algo de vino tinto, mientras espero y veo como el tiempo y el fuego convierten esos productos en algo que deberá de estar muy suculento. Quizás caramelice algunas cebollitas, de esas pequeñas como las canicas de mis juegos de infancia.

Serviré el turbot, lo decoraré con las cebollitas caramelizadas y espuma de sonrisas.

Lo podemos comer acompañado de ese blanco seco y frío que tanto gusta.

Después podemos hacer lo que quieras. Tal vez cogernos las manos y permanecer en silencio diciendo callados esas cosas que sólo se pueden decir en silencio. O podemos malgastar nuestro esfuerzo y saliva hablando de política. Del destino por venir. De las cosas vividas y de las que viviremos. De viajes soñados. De vos y de mí. O podemos dejar que se calle el ruido, que pare la ciudad, mirar tras los parpados el deseo y dejar que sean los cuerpos y la lujuria arrebatada quien continúe expresándose.




¿Te apetece?

sábado, 18 de junio de 2011

TIEMPO DE VERANO

Estas nuevas mañanas, de ya casi finales de junio, se despiertan limpias y nuevas, soleadas y radiantes. Como si tras estas semanas de una primavera lluviosa, que se empeñaba en parecer otoño en tu piel, hubieran limpiado el ambiente, para dar paso a un nuevo verano. Tiempo de descanso y tregua, de recoger las semillas de esperanza y sueños que arrojamos con manos desnudas allá en el frío noviembre. El verano está a las puertas empujando con sonrisas y besos a una primavera que no se ha portado bien.

Yo, como casi siempre, respiro tranquilo y continuo con mi paz depositada en rizos y en nuevas sonrisas. Es verdad, me diréis, que una golondrina no hace verano, que el mundo fuera de nosotros está triste y gris, difícil y huraño. Pero también es verdad que es momento de buscar en nuestro interior el verano que anida en nuestros corazones y soltemos todas esas golondrinas que albergan nuestros pechos para que bailen volando en movimiento. Que nos traigan de nuevo los buenos sueños y deseos de alegría y regocijo.

Si, empieza el verano y siempre fue tiempo de la máxima expresión de poder del Dios del Sol, momento de unión de cielo y tierra, momento de reproducción y sueños. Y tal vez sea el momento de visitar el paraíso en el que habitas cuando estás ausente. De encontrar las huellas que dejaste, perdida en aquella vieja playa cuando ese sol rojo e incandescente derramaba su lienzo rojo y naranja sobre los millones de granos de arena mojadas por nuestro mediterráneo. Huellas que quizás no sean más que los restos del hilo de Ariadna que pretenda guiarme a las curvas de tu pelo.

Vienen momentos de calor y cervezas, de pescado en la playa, vino blanco afrutado y frío en tu boca. Tiempo de vivir soñando y de soñar con vida. Horas de charlas que se perderán y olvidarán, como se olvidan las pequeñas cosas que pierdes y un buen día encuentras bajo el armario, en un bolsillo o un pliegue de tu alma de Peter Pan que se niega a crecer y a olvidar las palabras de verano, que se niega a perder las pequeñas cosas.

Tiempo de hablar durante horas y horas en las noches sin dolor ni lagrimas, de ti, de mi, de nosotros, de los que están y los que marcharon, de cosas importantes, de cosas insustancialidades, de los trenes que marcharon, de la vida, de los años pasados y sus promesas olvidadas, de los años por venir. Tiempo de callar un rato y escuchar la canción de las olas al morir en los tobillos. Dejar que la marea nos meza con su movimiento.

Tiempo de disfrutar las estrellas estivales navegando, refulgiendo desvergonzadas, por la vía Láctea, deleitarnos con el blanco e intenso brillo de la constelación de Cygnus (ya sabéis Zeus convertido en cisne para enamorar a Leda en noches de verano. Otra historia, otro día)

Verano y calor para encontrar la luz del faro de tus ojos. La fuerza pérdida esas veces que nos damos por vencidos. La presencia de las pestañas amadas. Calor y luz para disfrutar telas de damasco, el viento de tu boca, el hueco de mis manos.

lunes, 13 de junio de 2011

OTRO HAIKU

Perdido como estaba
En el ojal tu mirada
Aprendí a ver, a mirar

miércoles, 1 de junio de 2011

OLVIDOS

Olvidé el padre nuestro, desde el padre hasta el no nos dejes caer en la tentación. Sobretodo el no nos dejes caer en la tentación. Me he caído tantas veces en ese lugar, y tantas allí he retozado, que quiero olvidarme una y otra vez.

Olvidé el cuento de la cigarra y la hormiga, sobretodo la parte de la hormiga que nos jode el verano y nos aburre el invierno.

Olvidé lo que causó aquellas lágrimas que surcaron mi cara para herir mi alma y dejar esta bonita cicatriz en el corazón.

Olvidé las gafas de sol en una chimenea de hadas, las llaves en cualquier sitio, el paraguas en los días de más lluvia del mediterráneo… Será que me gusta mojarme.
Olvidé lo largo de tus uñas y la fuerza de tus manos. Será que me gusta que arañes mi espalda.

Olvidé pedir permiso, llamar de usted, las normas de conducta lo políticamente correcto, la escalera de los trepas, la ropa de tapar vergüenzas, los guantes de seda que maltapan puños de hierro.

Olvidé poner el despertador, decirte que no, dejar de soñar contigo.

Olvidé los pasos de baile para seguir el ritmo del son que me tocan. La obediencia debida. Callarme la boca.

Olvidé ponerle hielo a tu copa, seguirte los pasos. Recordé quitarte la ropa.

Olvidé la herida que me hiciste, que siempre llego tarde, el lugar donde me amaste. Las compromisos incumplidos.

El camino de regreso, la canción que regalaste, la hora y el día de los desastres desesperados.

Olvidé el camino más corto, los atajos de los cobardes, el dolor de mis pasos. Donde escondí aquella chuleta, lo aprendido en el examen mejor aprobado.

Olvidé el buen sendero, las balas que esquivé, algunas normas de conducta, el dolor que no dejé. Tus malas cosas. Las pinturas de guerra. Cerrar las puertas. Cubrirme las espaldas. Aquella canción, alguna promesa, algún dolor.

Olvidé donde escondí la llave del cajón de sastre en el que guardaba todo aquello que mi espiritu olvidaba.

Olvidé lo difícil que se me hace olvidar.

lunes, 23 de mayo de 2011

SSSSSSSSSSSSSSSSSSSH SOLO SEXO

Era uno de esos veranos de días largos y calurosos. De noches cortas e intensas.

Bebía un Gintonic, en un garito moderno, de esos que sus dueños y gerentes se pasan la ley de costas por el forrito de sus plumas de firmar contratos basura a sus camareras, y le roban unos cuantos metros a la arena de la playa. De esos que ponen pepino y pétalos de rosa a las ginebras más secas.


Miraba la parroquia, gente bailando, gente hablando, chicos y hombres intentando ligar con las camareras, desconocedores que eso es prácticamente imposible, mujeres que hacía tres segundos habían perdido lo más terso de su piel y parecían aún no haberse dado cuenta, gente guapa, y no tan guapa pero que pretendía serlo. En fin, ni más ni menos que la fauna que habita las mentiras de las noches de verano.


Mientras pensaba si tomaría otra copa, a sabiendas que la próxima sería la que daría inicio a una borrachera, me fije en dos chicas que andaban muy juntas y se acercaban al trocito de barra que yo dominaba. Una, no muy alta y sin más curvas de la cuenta, vestida con tejanos ajustados, camisa inmaculadamente blanca y con algo de vuelo en la solapa, con un botón abrochado de mas, para mi gusto, sin reloj, pulseras, pendientes ni joyas, tan sólo un colgante, como de monedas antiguas de bronce, pelo algo más largo de media melena, sedoso y castaño oscuro casi rojizo, ojos negros e intensos, pintada como una abogada o una ejecutiva que había salido con los amigas a cenar. Su aspecto de niña buena y formal no me engañaba; su miraba fija e intensa, sus movimientos seguros y felinos eran los de una bruja dispuesta a todo. La otra totalmente diferente, pelo cortísimo, casi afeitada la cabeza, minifalda muy corta, pulsera de pinchos, un anillo grande en forma de calavera en uno de sus dedos, camiseta sin mangas y cortada a bocados por encima del ombligo con piercing color plata, más voluptuosa, pechos tal vez operados, botas casi militares, y ojos pintados de negro intentado ocultar una mirada triste y tímida. Tampoco engañaba, no era la hembra peligrosa que quería aparentar.

Se pararon a mi lado, les salude. No obtuve respuesta.
- Hola-
Silencio por respuesta.
- Os apetece una copa?,- pregunté levantando el balón adornado con pétalos y rosas.
La ejecutiva me quitó con rapidez y certeza, la copa de la mano, bebió un largo trago. Me miró fijo a los ojos sin pestañear un segundo y besando en la boca a su compañera le dio a beber lo que segundos antes estaba en su boca.

Uffff, va a ser una noche divertida pensé. -¿cómo os llamáis? Insistí
Y la chica del pelo corto se llevo el dedo índice a los labios, pintados de oscuro, se acerco a mi oído y dijo Ssssssssssssssssssssssh. Cogió la copa y bebió sin compartir el néctar con su amiga.
Esta operación y similar se repitió un par de veces, la música cambiaba, con las insustancialidades de canciones de verano, la gente bailaba, el bar estaba repleto, pero alrededor de mi tan sólo existían esas dos hembras.
- Vale, -les dije intentando ser simpático-, sois dos ladronas internacionales y pensáis por mi maravilloso porte que podéis robar un buen botín, os equivocáis, no llevo más que lo puesto y no valgo más que lo que veis.
- Ssssssssssssssssssssssh,- y vuelta a beber de mi copa, la una y la otra, mientras se miraban y se sonreían.
- Ok, sois sordomudas y cansadas de andar solas intentáis hablar conmigo-
Les dije intentando hacer gestos con las manos que disimulan el lenguaje de signos, no contestaron, pero una sonrisa ilumino sus rostros.
- Vale, pues no sé, sois dos enfermas del sexo y me queréis violar, no sé, ya no se me ocurre que deciros. No os costará, puede que hasta me deje-
Dije riendo y compartiendo sonrisas, que al parecer es lo único que íbamos a compartir esa noche.
Sssssssssssssh, dijo la chica del pelo largo y cogiéndome de la mano, tiró de mi hacia el exterior del bar, hacia la playa, la seguí, y la compañera del pelo corto tomo mi otra mano y vino con nosotros.

Andamos sin decir palabra hasta muy cerca del lugar en el que las olas acaban muriendo. La Luna en cuarto creciente parecía sonreír y las estrellas como hogueras lejanas alumbraban tímidas la arena y las caras.

La chica con aspecto pijo levanto su pelo y señalo su cuello, en él había tatuado un nombre de mujer, señalo a su compañera, dije encantado y le fui a dar dos besos y la teniente O’Neill beso mis labios a modo de presentación. La chica del pelo corto bajo un poquito la, ya cortísima, falda y en el lugar en que debería haber algo de pelo pude ver otro tatuaje, otro nombre de mujer. Lo leí y recibí un beso de la ejecutiva. Les dije mi nombre y recibí besos de ambas en la boca, tan juntas que se mezclaron nuestras tres bocas, nuestras tres lenguas.

Era una invitación que no estaba dispuesta a rechazar, siempre fui un caballero, y según que guantes lanzados al viento no se rechazan. La ejecutiva abrió su bolso, y sacó algo que no se debería de vender a menores, devolvieron la invitación. – al cap i a la fi, ellas se habían bebido mi copa-.

Yo estaba de pie y la teniente O’Neill desabrocho mi camisa, mientras la ejecutiva de pelo sedoso cogía mis manos, desabrochó el pantalón y lo dejó caer al suelo. Ella se arrodilló y engulló parte de mi, la introdujo en su boca en el cielo de su paladar… Nos dejamos caer en la arena de la playa. La hembra que lamia mi ser se había desnudado en un suspiro, sin yo haberlo percibido. La otra estaba tras de mi besando mi boca, empapando con su saliva mi paladar y mi lengua. Vestida su inmaculada camisa blanca y sus tejanos. Los desabrochè y desabotonados todos los botones los rasgué y los rompí. (puede que ellas fueran dos depredadoras y dos felinas en celo, pero yo no sería presa fácil) Sonrió, le gustó los tejanos rotos. Sin embargo no pude arrancar su tanguita de encaje ella se lo quito, despacio, con movimientos cadenciosos de modo tal que hacía que mis ojos pensarán si mirar a su amiga, su novia, o quien fuera aquella chica de grandes pechos y pelo corto que, literalmente, lamia, mordía y succionaba esa parte de mi que suelo llevar tapada, o si mirar como ella se quitaba tan digna prenda.

Tras hacerlo dejó la cuarta de su ombligo, este con el pelo minuciosamente recortado, a la altura de mi lengua. Otra invitación que no iba a rechazar, Así que lamí y mordí exploré y sorbí. Exploté inundando la boca de la teniente O’Neill, que está vez, sí, compartió el néctar con su amiga.

No iba a rendirme, las miraba a las dos, pensando que ellas si estaban acostumbradas a ese baile de manos, de lenguas de dedos, de pechos acariciados, de besos en la espalda, de tres lenguas compartiendo su sabor. Anulares, medios, meñiques e índices de una y otra entrando en todos los lugares en que esos dedos pueden entrar. Me recree viendo como la calavera de plata fija en el pulgar desaparecía, empapada, una y otra vez en ese lugar que yo minutos antes había saboreado. Pequeñas muertes compartidas. No sé si estaba ante las mejores actrices del mundo, o si realmente las mujeres pueden morirse y resucitar tantas veces. Envidia de hombre que jamás se morirá y resucitará tantas veces seguidas.

Finalmente, y aprovechando la postura de la romántica con disfraz de guerrera, puse a la tigresa cazadora con disfraz de pusilánime, sobre ella y me puse tras ambas. Tome el pelo oscuro y casi rojizo con mis manos como si cogiera las riendas de una, de dos yeguas, desbocadas. Mi hombría, otra vez en su mejor posición, entro una y otra vez, indiscriminadamente en todos aquellos lugares en los que era bien recibido. Y lo era en todos. Más pequeñas muertes compartidas.

La luna estaba a punto de dejar paso a su hermano el sol, las estrellas hacia tiempo que dejaron de alumbrar ese momento y ese lugar, las olas seguían muriendo muy cerca de esos tres pares de pies. La chica de pelo corto se vistió, la otra saco un pareo de su bolso, se lo puso en su cintura y dejó, allí tirados su tejanos rotos, Ejemplarizando de este modo que los besos del pecado son mucho más interesantes que los besos que no has dado
- Joder no diréis, ni siquiera ahora, una palabra.
- Ssssssssssssssssssssssssssh
Y me dieron ambas dos castos besos en la mejilla, se cogieron de la cintura, como dos ancianos que llevan toda la vida amándose, y se fueron andando por la arena de playa hacia el sur, hacia el lugar en el que Onan dejo las semillas de sus sueños.

jueves, 19 de mayo de 2011

INDIGNADOS. HARTOS

Algo cambia en el mundo, algo cambia en nuestro país, en los países vecinos. No sé tal vez empezaron los hombres que se quejaron por primera vez de la imposibilidad de subir piedras en el verano del desierto para construir pirámides, o tal vez Espartaco contra sus amos romanos, o los burgueses en su lucha contra la nobleza, o la revolución francesa con su lucha contra el absolutismo, “cogito ergo sum” que diría nuestro abuelo Descartes. El intento, de desastrosas consecuencias, de apartar a Nicolas II de Rusia. La revolución de los claveles. Mayo del 68 y Jean Paul Sartre. La plaza de Tian’anmen. O la plaza de Tahir. O ese maravilloso, casi centenario, Stépahane Hessel y su INDIGNAOS. O simple y llanamente la impronta de rebeldía que los dioses dejaron en nuestro ADN. El deseo de cada día sonreír algo más que el anterior, pero lo cierto es que parece que algo cambia.


Arde la calle y las aceras, tapadas por pancartas de hartazgo y “ de hasta aquí hemos llegado”, pero no es un fuego destructor, demoledor y dañino. No. Más bien es una hoguera redentora, el calor del fogón de un buen hogar que pretende traer bienestar a los maltrechos huesos de los que ya están cansados de ser los antepenúltimos.


Fuegos que no pretenden quemar ni devastar nada, todo lo contrario, pretenden tan sólo ser un faro de esperanza. Una baliza de algo nuevo y mejor, las brasas donde se cuecen las antiguas promesas aún incumplidas. La llama que alumbrará las letras esculpidas en las viejas cavernas prehistóricas en las que ya se podía leer que otro mundo es posible. Lumbre que ilumina el innegable deseo de vivir, todos, cada día un poquito mejor que el anterior. Destello de la luz que se opone a la injusticia que nace en la mejor parte de tu corazón, y del tuyo, y del tuyo, y del tuyo, y del mio.


En el centro de esta vieja y cansada península y piel de toro. En la plaza del Sol, en pleno kilometro cero vemos un nuevo punto de partida. Barcelona, Sevilla, Granda, Bilbao, Valencia, Zaragoza, y muchas más, tapan las calles. Incumplen la premisa de estar callados. No. No. No. ya no nos callamos más. Hasta aquí, hasta aquí hemos llegado. ¿Qué tenemos frente a nosotros? Un nudo gordiano en las corbatas del que gana muchiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimo más de lo que podrá gastar. No. Ya está. Cortemos ese nudo gordiano, repartamos entre todos ese lazo.

Aquí, desde el mediterráneo y sin banderas, huele bien, huele a futuro, huele a nuevo, huele a deseo, huele a esperanza, huele a un mundo mejor para mi hijo, y para el tuyo, huele a deseo, huele a ti, huele a tus sueños.
Los jóvenes, a los que llamaban ninis, intentando convencerles de su incapacidad de moverse, de pensar, de ser, deciden el futuro en asambleas. Asambleas diferentes a las del BBVA, asambleas diferentes a las del FMI… en estas hay señores con corbatas y señoras con collares de perlas y personas que sirven agua en vasos de cristal de d’arques . En estas otras asambleas hay sueños y pasión. Fuego en las manos.

Un movimiento sin nombre, sin nomenclaturas, la prensa nacional e internacional habla de “spanish revolutions” “indignados” “primavera española” “nuevo mayo del 68”… ¿qué más da? No queremos nombres, ni banderas. Queremos cambio, queremos un nuevo perfume, tal vez el olor a tierra mojada que experimentamos por primera vez a los brazos de un cuerpo querido.
Hoy, en Zaragoza, por fin la Pilarica ha podido quitarse las esposas que le puso hace años Rouco Valera y bendice la lluvia que cae sobre todos. No sé, tal vez fue un ligero chirimiri que comenzó en blogs como este y otros, que se trasformo en lluvia en tu corazón, que se ha transformado en chaparrón sobre la conciencia de todos. Transfórmemelo en tormenta que limpie el porvenir.
Los manifestantes limpian su acampada, se organizan para comer, beber, transportarse, curar el alma, piden permiso a las autoridades. Nadie quiere romper nada. Sólo que venga algo nuevo. No sé, tal vez, una luciérnaga en tu pecho. Hoy, en Madrid, una señora, (“señorona” diría en otras entradas y bajo otros parámetros) de derechas de toda la vida, católica bienpensante, llevaba chocolate y churros a las personas que se quejaban. Solidarizándose con ellos con jóvenes, mayores, pobres y algún rico a la plaza del sol. Kilometro cero de deseos y esperanzas. Al tiempo una joven en plaza Catalunya de Barcelona decía que muchos policías se unían a ellos tras acabar su jornada. Si, algo cambia.


Ojalá no sea nuestro eco la respuesta que tengamos a esta llamada popular, tuya y mía, a esta acumulación de voces, caceroladas, manifiestos, firmas y fe.
Permitidme que os cuente una intimidad. Hay una canción que me hace llorar, sobre todo cuando cambio a mi hijo y veo sus ojos, esos que tal vez sean como los tuyos….. y noto tu ausencia…. Se titula “papa cuéntame otra vez” en ella dice en algún momento. ….. “ pero tiene que llover, aún sigue sucia la plaza”. Que ese chirimiri se convierta en vendaval que la limpie para siempre la plaza en la que todos estamos.

Las esperanzas de los sabios andan de puntillas en el mismo lugar en el que descansan los sueños, en los que anidan los imposibles. SEAMOS REALISTAS, PIDAMOS LO IMPOSIBLE.

Dedicado a papa.

lunes, 16 de mayo de 2011

BIN LADEN

El pasado día 2 de mayo un puñadito de superpreparados chicos de el grupo de operaciones especiales Navy Seals, de los todopoderosos EE.UU. Entraron en una “mansión” situada a unos cuantos kilómetros de Islamabad, en un lugar de impronunciable nombre Abottabad, allí abatieron a tiros y mataron de un tiro en la cabeza a Osama Bin Laden. Ese hombre con aspecto frágil de patética barba y aparentemente débil anciano de tan sólo cincuentaycuatro años, armado siempre de su inseparable bastón y su más inseparable Kalashnikov. Casi un viejo que, dormía en el suelo de una gruta y se alimentaba de verduras, yogur, sopa y pan afgano, que se escapo del ejercito con más medios del universo a lomos de una mula torda.

No voy a decir que este hombre no mereciese la muerte, no lo sé, es posible que si, o tal vez no. Lo que si que está claro es que los humanos somos incapaces de traer a un muerto al mundo de los vivos. Deberíamos, por ello, ser muy cautos al enviar a un vivo al mundo de los muertos.

Lo que más me ofende, lo que más me humilla no es la muerte de este hombre y de cuatro personas más: (un hijo mayor de edad del terrorista, su mensajero y un hermano de este y una mujer al parecer una de sus esposas) si no el hecho de que lo han ejecutado, lo han asesinado, lo han ajusticiado. Y perdonarme, llamarme soñador o utópico, pero yo estoy en contra de los ajusticiamientos (y de la pena de muerte, pero ese es otro tema).

Se supone que somos los buenos, que nuestra cultura, nuestra civilización que ha costado años de sudor, lagrimas y sangre a cientos de miles de personas es una lumbre de esperanza que debería brillar entre los negros desastres causados por algunos asesinos. Que hacemos unas normas y que las respetamos. Que no ofendemos ni nos burlamos de los demás con la desvergonzoneria, no sólo de matar con un tiro en la cabeza a un hombre, que por muy peligroso que fuera estaba desarmado, sino de además decir que vivía en una lujosa mansión ¿habéis visto las fotos del lugar? Más cutre imposible, no es preciso manipular la opinión pública. Tirarlo al mar, ofendiendo no sólo a los vivos, sino sin respetar tan siquiera a los muertos (quizá la muerte es lo único que nos Auna a todos. Al menos los muertos por muy enemigos que hayan sido deberían merecer un respeto) Se supone que somos los buenos, que queremos ser los buenos.

Recordemos los juicios de Nuremberg tras la segunda guerra mundial, los políticos de esa época no tan lejana se pusieron rápidamente de acuerdo para redactar la carta de Londres que permitió y estableció los términos legales y los procedimientos para conocer de los crímenes de guerra, contra la humanidad y contra la paz. Muchos de los líderes Nazis fueron juzgados. Legalmente juzgados. ¿Por qué no lo hicimos con ese hombre?

Aún en el hipotético caso de que este hombre mereciese la muerte, hubiera merecido también un juicio, una corte o un jurado que lo condenase. (También podemos deducir que los anormales que se saltan un semáforo en rojo a 150km/h. se merecen una bofetada, y a nadie ni a ningún gobierno civilizado se le ocurriría hacerlo) Lo siento, puedo ser un utópico, sí, pero estoy en contra de las ejecuciones, de los ajusticiamientos, de los tiros en la nuca de quien se erige en juez jurado y verdugo y dicta una inapelable sentencia de muerte, y tira el cadáver al mar impidiendo, de ese modo, ningún tipo de control sobre sus desaguisados.

Y ahora qué? A buscar al segundo “de a bordo” de Al Qaeda, el médico egipcio Ayman al Zawahiri, y Obama, por cierto premio Nobel de la paz, ordenar orgulloso su ejecución.


¿Qué pasará cuando las decisiones de “los buenos” sean peores que las actuaciones de “los malos”?
¿Qué tipo de sociedad se verá reflejada en los sucios espejos prestados por la justicia, si matamos a nuestros enemigos?
¿Qué sociedad, que lecciones les estamos dando a los que vendrán? Si alguien me molesta lo elimino. Yo me niego. Salir a festejar la muerte de un ser humano…..

miércoles, 11 de mayo de 2011

FOTOS.


Ya sabéis, creo, que una de mis aficiones es la fotografía, ( en alguna ocasión hemos jugado a expresar que nos trasmite una determinada imagen. Volveremos a hacerlo, si os apetece claro....) otra de esas aficiones es la poesía.
Así que si me lo permitís, robare unas letras a un incomparable maestro. Él nos invita a la palabra, yo invito a la imagen.



Como voy a creer, dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías





Cómo voy a creer

que la esperanza es un olvido

o que el placer una tristeza









Cómo voy a creer dijo el fulano

que el universo es una ruina

aunqeu lo sea

o que la muerte es el silencio

aunque lo sea







Cómo voy a creer

que es horizonte es la frontera

que el mar es nadie

que la noche es nada








Cómo voy a creer dijo el fulano

que tu cuerpo, mengana

no es algo más de lo que palpo

o que tu amor



ese remoto amor que me destina

no es el desnudo de tus ojos

la parsimonia de tus manos










Cómo voy a creer mengana austral

que sos tan sólo lo que miro

acaricio o penetro.








cómo voy a creer dijo el fulano

que la utopía ya no existe

si vos mengana dulce

osada eterna

si vos sos mi utopía.