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viernes, 30 de abril de 2010

FUERZAS DE DEBILIDAD.

Lo cierto es que, creo, que con esta entrada voy a incumplir, o al menos a posponer una promesa dada en estas letras. Disculpa Desbrozador. Sigue en pie la promesa de escribir algo más sugerente. Pero lo cierto es que el lobo de la vida sopla como quiere y esta realidad crudita y poco hecha en la que todos vivimos construye los presagios que quiere, las historias que quiere, y en ocasiones, a aquellos que nos gusta escribir, las musas no vienen a visitarnos desde el parnaso, sino de algún tipo de lugar oscuro y yermo que no conocemos.

Hoy, no sé si de modo grato o ingrato, me gustaría escribir sobre esas personas a las que sus antepasados les están llamando desde hace tiempo, están siendo reclamadas en otro lugar, a otro tiempo. Cuando ese eco que acaba con el espejismo de nuestra realidad te llama lo hace, ocasionalmente, quitándote la vida, arañándote las fuerzas, intentando mermar tu capacidad y voluntad.

Sin embargo hay personas, héroes desconocidos, que con muchísima menos capacidad pulmonar que tu y que yo, aspira con una fuerza digna de titanes hacia arriba con decisión y firmeza para intentar evitar que caigan los últimos granos del maldito reloj de arena en el que todos estamos encerrados,. Que agarran con mano de hierro en guante de seda y acero antiguas fotos, viejas canciones, románticos recuerdos, para hilvanar junto a sus seres queridos un pasado muy cercano, muy presente. Que regalan, flores arrancadas con sus manos, ya sin fuerzas, pero aún duras y con la decisión necesaria, a sus seres queridos de los que jamás debieron de separarse, de los que han tenido la fortaleza de reencontrarse dejando en el pasado los vahos del desentendimiento. Edificio de toda una vida. Para sacar todo el buen color de una existencia bien, o mal, vivida.

Que quizás, casi, casi, no puedan levantarse de la cama, del sofá, o de la silla, pero que sin embargo, en vez de estar haciendo castillos de naipes con sus fracasos, están construyendo castillos de arena, de arena solida que no se disolverá, con sus recuerdos, con sus manos cansadas, para un futuro que ellos no verán, no olerán, no disfrutaran. Pero que sus seres queridos si lo harán. Regando con agua mágica cirerers que darán el mejor fruto cuando ello/as ya no lo vean.

Que saben que el tiempo, no hace promesas. Ni las cumple. -si acaso las malas-. Que saben que todos los trenes están perdidos, que ya nada es urgente ni básico, y que no obstante con una entereza que yo jamás tendré, son capaces de anteponer una sonrisa a su dolor, su luz menguante a la insoportable oscuridad de la vida, del porvenir.

Hombres y mujeres, (y en ocasiones –desgraciadamente- niños y niñas) que tras una aparente fragilidad corporal, por estar encerrados en una carcasa que ya no responde, rodeada de guiñapos, antaño músculos fuertes que abrazaban, amaban y protegían a sus seres queridos y que ahora son sólo la abatida sombra de una sombra mal iluminada de lo que pretéritamente fuesen. Y que no obstante muestran una fuerza para sobrevivir un día más. Que aprietan con un ímpetu brío y coraje digno de los enemigos de los dioses, los dientes, el corazón cansado de latir, para sonreír un ratito más. Aquellos que, pese a su indisponibilidad, escupen, otro día, un rato más, un minuto más, a la jodida parca inhóspita y desagradable. Aquellos que pronto la abrazaran, pero que hoy no, hoy no. Hoy mientras yo derramo una lagrima se apretaran las uñas en las manos y aguantaran un ratito más la última gota de la Clepsidra.

martes, 27 de abril de 2010

A LAS MAMAS.

Hace unas semanas escribí algo dedicado a los papas, me sobran y sobraban los motivos, -también me sobran para este- , pero vamos sigue sin gustarme los días de… pero oye! Será Maat, la diosa de la justicia, o este solecillo de finales de abril, o yo que me se, pero vamos que algo me invita a escribir sobre las mamas.

Y no me refiero a las madres de la plaza de mayo, -que también, para ellas tendríamos que dedicar mil blogs, mil palabras, mil besos, mil abrazos, y mil lagrimas por sus hijos robados y suicidados al mar, pero este no es el caso.-

No, no es ese. Me gustaría más bien hablar de esas madres, abnegadas, altruistas, maravillosas, esplendidas, las que siempre tienen un beso, siempre un abrazo, Las que siempre tienen la puerta abierta, la mesa puesta con el mejor plato que puedas comer, la nevera llena, la cama hecha, las que jamás han tenido arena de desierto en su corazón por enorme e inexplicable que hubiera sido la trastada cometida o por cometer.

Esas que nos han acunado, amamantado, enseñado a ser personas. Los hombres y mujeres que ahora somos. Capaces de hacer todos y cada uno de los sacrificios que un ser humano pueda hacer en toda su vida, en un solo segundo tan sólo para verte feliz. Las que siempre tienen una excusa preparada para y por ti, las que siempre tras dar la increíble excusa te propina una bronca y te da una lección tan enorme, o más, siempre mucho más, que la que hubieras aprendido de no mediar sus artes exculpatorios.

Las que se quitaron su pan, para que tengamos nuestro pescao, las que hicieron encajes de bolillo con guantes de portero de futbol para llegar al fin de mes de esos últimos coletazos de sueldos de la dictadura. Las que remendaron todas las roturas con vete a saber tu que hilo sacado de vete a saber tu dónde. A las que las horas les han pasado muy muy deprisa viéndonos crecer, viéndonos marchar.

Las que hacían , y hacen, magia para fabricar sonrisas fuere cual fuere la circunstancia, la lucha, o el problema.

Esas personas, con las que siempre, siempre, puedes contar. Sabiendo con una certeza más allá de lo comprensible. que pase lo que pase jamás estarás solo/a, guerreras valientes y capaces de destrozar el mayor de los ejércitos ( a pesar de la locución Bellaque matribus detestata) para ayudarte. Que se partirán en dos cada vez que tú tengas un dolor. Capaz de llenar de sonrisas tu cesto y regalártelo. Sin más, porque si, porque es tu madre, porque te pario, porque te tuvo dentro de ella, porque compartió tu sangre y su alimento.

Esas que dejaban pétalos de caricias bajo la almohada cada vez que hacían tu cama, cada vez que planchaban una de tus camisas. Estrellas del Sur y Estrella polar siempre dispuestas a ser guía, a ser equilibrio a mostrarte el camino.

En fin, unos seres mitológicos, mágicos, casi divinos. La verdad, confieso mi absoluta inutilidad para escribir algo decente sobre las madres. Imposible plasmar en palabras los sentimientos que pueden despertar. Un amor tan incondicional, tan puro, tan real. Quizás una mirada, un beso o un abrazo lo transmitirían mejor. Así que no se vosotros, pero yo voy a abrazar a mi madre y a decirle que le quiero mucho.

jueves, 22 de abril de 2010

Una realidad innegable, es que al final, siempre llega el final. Que nada es eterno y que todo empieza y todo acaba. En este caso lo que ha acabado es un pequeño viaje. No me han llevado mis pies descalzos al país de Oz, ni he nadado, saltando desde tus pestañas, al mar de tus lagrimas de felicidad hacia ningún lugar. Ha sido un viaje más prosaico, menos poético. Pero no obstante cargado de magia y encanto.

Un lugar, hasta ahora desconocido, un lugar en el que si te dejas perder por sus rinconciños puedes encontrar piedras para tirar a la monotonía, mordazas para callar el vulgar runrún de los quehaceres diarios. Un lugar en el que si escuchas puedes oír como se calla el ruido. En el que querer, quererse y dejarse querer. Y como lo prometido es deuda, hoy no golpearé este teclado para deciros nada. Me callaré y pondré unas fotos. Al cap i a la fi, una imagen vale más que mil palabras. (cierto es que esto se dice con siete palabras…)














































miércoles, 14 de abril de 2010

UN VIAJE.

No se si lo que voy a contar os sucede a menudo, o no os sucede nunca. Pero, no os pasa que hay ocasiones en las que el alma desprendida de toda vergüenza y despojada de toda razón le dice al cuerpo lo que debe hacer.

Invita a las manos a coger los pantalones cortos de viejo Peter Pan con canas, ponértelos para saltar desde el trampolín de tus pestañas al mar de tus lagrimas de felicidad, dar brazadas y nadar hasta la vieja y perdida Atlantis para ver si allí, entre sus muchas Islas, encuentras la Isla del tesoro de mapa perdido y enterrado hace tantos tantos años en algún lugar de tu memoria. Seguir investigando los atolones y pedazos de tierra no fuera el caso que por allí estuviera Avalon y la espada que perdiste cuando eras crío.

Esos momentos en los que tirado en alguna playa cercana a tu casa, o peor aún, desparramado en la oficina, tu mente se niega a seguir golpeando el ordenador para escribir ves a saber que informes totalmente alejados de la poesía. O estas involucrado en el millón de obligaciones diarias. Y, de repente, te descalzarías de trajes y zapatos para empezar a andar por el camino de Oz. Notar como sus piedrecitas pellizcan tus pies desnudos mientras tomas la mano de Judy Garland y le acompañas un tramo de su vereda hacia ciudad esmeralda. Buscando por esos lares algo de inteligencia, de valor, y de corazones perdidos.

Instantes, en que dejarías tu cordura amarrada el sofá, y tomarías tu mochila y botas de todas partes junto a tu jarrillo de latas y comenzarías a subir montañas hasta Shangri-La. Descansar allí compartiendo experiencia con sus viejos y sus niños. Reponer fuerzas tras beber Te con hojas de naranjos en flor y caminar hasta el centro del jardín del Edén para buscar una serpiente a la que invitarle a una manzana con piel, mordida por ti. Decirle que no hay más pecados que los que ella quiera ver y tras beber con la Bicha y con Gabriel el vino de la reconciliación continuar camino hacia ves a saber donde me llevan las Parcas, quien sabe igual tejen para que acabe durmiendo en el Parnaso y allí tras despertarme acompañado de Terpsícore y Talía desayunar ambrosía mojada en leche caliente con miel, y en ese jardín compongo el más bello poema para ti.

No sé! un nuevo camino a algún lugar por hollar por mortales, y no se trata ahora de pretender encontrar el arco iris que nos lleve hasta Asgard, ni las sendas sin atajos ni crampones que nos encaminen hasta el Olimpo, ni tan sólo escalar por sus mágicas lianas el Yaxché no, no se trata de eso. Todos esos lugares son para los dioses y mientras ellos nos dejen en paz a nosotros, nosotros podemos dejarlos en paz a ellos en sus hogares. Quizás caminar hasta las minas del Rey Salomón y esconder todo su tesoro y joyas, o quizás nadar con delfines al Oeste, Al Dorado, para enterrar allí muy profundo todo su oro. Que nadie nunca lo vuelva a buscar. Tras alguno de estos viajes imposibles volver a mi tierra de nunca Jamás.

Chic@s no sé, será el verano, o este incipiente y maleducado solecillo que entra en mis ojos, pero que dan unas ganas tremendas de mandar a tomar por culo los aguaceros de la cotidianidad y tomar vereda sin atajos ni rumbo fijo. Claro está, no hacia ninguno de esos lugares, porque sigo buscando, aquí en Barcelona, algún mapa o litografía que me muestre las sendas imposibles a esos sitios inexistentes. Pero me conformo con menos, me conformo con tomar un avión e ir a algún lugar real, más mundano, más cercano. Y allí hacer fotos.

sábado, 10 de abril de 2010

Y SI TE ESTAS MURIENDO?

Normalmente pensamos que somos inmortales, siempre jóvenes, siempre fuertes, siempre capaces, siempre con toda la vida por delante. Es cierto que no somos tontos, que sabemos que tarde o temprano tendremos que dejar, por la fuerza, este lugar en el que vivimos, comemos, lloramos, bebemos, follamos, somos felices e infelices. Pero lo vemos lejano, apartado de nuestra realidad. De esa realidad que a mi me gusta crudita y poco hecha. Es como una imagen lejana y triste de algo que sabemos que pasará pero que parece que no.

La muerte, es tan natural como la vida, pero qué pasa si te estás muriendo? Qué pasa si te viene a visitar la Parca? Qué pasa si tienes a Epona rondándote a ti o tus seres queridos? Y no me refiero a esa visita que la pálida dama hace en las canciones, los poemas o las películas; mujer vestida de negro, con una sonrisa maliciosa en labios oscuros y que te deja besarla y tocarle el culo mientras se lleva tu vida entre sus brazos. Ni esa muerte que llega placida cuando eres un viejecito/a con toda tu vida vivida y con todos tus nudos gordianos desechos. No. Me refiero a, cuando no tienes edad para morir, y sabes que dentro de ti hay un animal furioso con dientes y uñas afiladas y podridas que va royendo, arañando tu cuerpo y tu alma y tu corazón, desgranando y desagrando poco a poco tu fuerza, apagando despacito la llama que te mantiene tieso espigado y vigoroso ante los, ya duros, embates de la vida. Cuando ese animal desgraciado además no tiene ni tan solo la decencia y bondad de arañarte el cerebro y volverte loco para, al menos, no ser consciente de tu dolor y próxima desaparición.

Hoy (sábado) leo con el primer café matutino, en uno de mis bares mañaneros de siempre, una entrevista de Víctor-M. Amela a Julio Gómez, un médico de cuarenta años de aspecto bonachón, de hombre de nuestro norte bien comido, de mirada algo ojerosa y apesadumbrada, mirada de alguien acostumbrado a mirar el dolor ajeno acostumbrada a ver lo que los ojos de los mortales no debería de ver jamás. Es un medico bilbaíno especialista en cuidados paliativos. Asiste a los enfermos terminales, a los que van a morir. Es interesante, mucho, habla de dolor psíquico, dolor, físico, dolor social, dolor espiritual. Y no sólo del que sufre el que se va a morir sino también sus familiares. Permite a estos que expresen su rabia, tristeza. Nos deja lindezas como: morimos como hemos vivido: uno enfrenta de cara las cosas, otro escurre el bulto… Habla de cómo paliar ese dolor, y no sólo habla de medicinas ni de morfina habla, sobretodo, de dignidad. Del que muere y del que va a ver morir.

Debe ser espeluznante que se te derrame la vida por los costados, cuando la sístole y la diástole de tu maltrecho corazoncito están empezando a descompasarse y empiezan a bailar al son del silbido de Hela, que se empiece a marchar el alma a pedacitos a mordisquitos de infelicidad. Saber que, finalmente, has perdido la batalla que nadie gana, cuando te quedan ganas de seguir luchando, cosas por hacer, besos por dar, caricias por recibir, comidas por disfrutar, cirerers por regar.

Me ha hecho pensar, claro, es inevitable…. Pero cómo reventar ese dolor, angustia, ansiedad, tristeza, ira, miedo? cómo ser capaz de ser hombre (o mujer) y mirar hacia delante? Saber que no todo va a ir bien. Cómo no dejarse caer en los brazos de la desesperanza? cómo no maldecir al destino mil millones de veces antes del primer pis de la mañana? cómo no mancillar el nombre de todos los dioses del cielo y del infierno? cómo sonreír?….. Cómo seguir? cómo dar un paso más? cómo bajarse de ese avión de desconsuelo con cierto y desagradable rumbo? cómo sacar del zaguán de nuestra alma las pocas sonrisas que quedan? En definitiva, cómo ser fuerte?

Muchas preguntas y no tengo ni una respuesta, bilis y agallas para sufrir lo que venga y pasar lo que llegue. No creo que haya más. La última pregunta que le hacen a Julio Gómez es ¿cómo enfrentará usted su final? Su respuesta Intentaré que la muerte me encuentre bien vivo!

lunes, 5 de abril de 2010

BRIZNAS DE FELICIDAD.

Hablar De felicidad o infelicidad, de dichas y desdichas es muy recurrido y es también muy normal entre los seres humanos, al cap i a la fi, somos eso, seres humanos, y supongo, que tenemos no sólo la necesidad, sino la obligación de ser felices. En que recónditos e insospechados parajes se agazapa la felicidad y la dicha para no ser encontradas, pues la verdad, no tengo ni puta idea. Pero es cierto que nosotr@s nos empeñamos en buscarla en cualquier rinconciño e intentamos hallarla por medio de grandilocuencias; Un buen trabajo, mucho dinero, un enorme proyecto, una casa más grande, un coche más grande… vamos, un sinfín de historias en las que nos embarcamos sin bañador ni salvavidas y que realmente no nos aportan la felicidad deseada.

Por otro lado, yo no creo que la felicidad o la desgracia existan así en términos absolutos. Creo que existen momentos de felicidad y momentos de desgracia. Tenemos que bailar con ambas caprichosas diosas. Intentando que con una de ellas el baile sea lo más corto y rápido posible y con la otra, lo más largo y agarradito que se pueda, y si además te brinda la posibilidad de tocarle el culo. Pues mejor.

Todo esto se me ocurrió el otro día cuando salí a cenar con dos buenos amigos, uno al que veo casi a diario y que conoce todas, o casi todas mis heridas, y que nunca ha dudado en ayudar a sanarlas. Otro que, creo que sólo la distancia hace que no sea así. Nos vemos menos y vive,…. Bueno lo cierto es que no vive en ningún lugar, y aunque tenga su base vital por la meseta castellana de tanto en tanto se deje caer por este ajado mediterráneo, mío y vuestro. Lo cierto es que salimos los tres hombres a cenar y brindar por la amistad, las aventuras corridas y por correr, los éxitos y los fracasos de la vida y en un momento de la noche en un bar de mi ciudad, nos encontrábamos los tres bebiendo el gin tonic número “n” (si ese que tiende a infinito, Ya sabéis como son esas noches: excesos, copas, soluciones encontradas al fondo de la copa y en las estrellas del cielo nublado de la vieja Barcelona, a problemas económicos, laborales y de corazón…) sentados en un recoveco medio cubierto de hiedra y piedra en una mesa redonda con el resto del bar bajo nosotros, bebiendo, sudando, viviendo, bailando, y toda Barcelona con sus luces parpadeando y engalanando el aire en su constante lucha perdida a las luces de las estrellas. Pues en ese instante me sentí feliz, era un momento pequeño y tan sólo una brizna una pizca de felicidad, pero felicidad al fin y al cabo.

Me dio por pensar en esos pequeños instantes, que no por superfluos o leves dejan de ser instantes verdaderos de felicidad, de esa ajena a nada más que la propia satisfacción que entra en el alma como un vendaval de buenas vibraciones.

Busqué por ahí dentro esos pequeños momentos, y lo cierto es que el vino, el gin tonic y la incipiente borrachera me dejó encontrar algunos instantes de felicidad, tales como:

El abrazo que recibes de esos sobrin@s que te ha enviado el diablo por encargo de dios, cuando les llevas un kinder sorpresa y su cara se transforma en un lago de alegría. Rompe el huevo de chocolate en dos y te da la mitad más grande mientras te abraza con su pequeños bracitos y te dice te quiero muuuuuuchísimo. Y te besa, te lame la cara y no quiere que dejes de jugar con el/ella en toda la velada.

Comer sardinas con las manos, en una calentita tarde de verano cuando el sol engreído y alzado al cielo te deslumbra la mirada.

Calentar el lado de tu cama.

Encontrar esa vieja camisa perdida, ves a saber donde y ver que te sigue gustando y te sigue quedando bien. Remover los viejos cajones de las cosas que dejaste en casa de tus padres y encontrar allá retazos de tu vida, momentos de tu adolescencia y tus primeros años de juventud reencontrarte allí con cosas que hace veinte años te hicieron sonreir.

Reducir unos segundos tu marca en el gimnasio, o incluso sacar fuerzas de yo que se me donde para volver a ir al gimnasio.

Cocinar para ti, y mezclar las especias, que sazonaran tu comida, en la palma de mi mano, para que se mezclen entre si y con las líneas de mi vida, mi futuro y luego esparcirlas para que aderecen el plato que compartiremos.

Un amigo que hace años que no ves y al que descubres de golpe que sigues queriendo y que él a ti también. Un viaje que no sale según los planes, sino mucho mejor…

Recibir de seguidito los besos debidos mientras se enreda tu pelo en mi cara.

Tantas, tantas cosas que quizás la lista fuese demasiado larga.