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miércoles, 20 de febrero de 2013

IN MEMORIAM.



Me gustaría decir que ya no duele, que ya no escuece esa herida que dejaste tatuada en el alma el día que se paró la aguja gorda, la fina y la finita del reloj. Mentiría. Pero lo cierto es que ya no es una herida que mortifique el día a día. Simple y llanamente ahí está como están esas cosas molestas que te acompañan por siempre en la mochila del camino diario.

La vida, con todas sus complicaciones y vicisitudes, es todo lo amable que puede ser y soy un hombre feliz. No me quejo. No tengo porque hacerlo. Pero en ocasiones, sin causa ni motivo, sin fechas señaladas ni porqués viene del sur un olor a tabaco negro, un recuerdo de pocas palabras, un semblante serio y una mirada dulce que marchó cargada de dignidad y grandeza. Como en aquella canción de ese duo dinamico que te gustaba y que hablaba del fin del verano, de ese trozo de verano que marchó contigo.

Ya ves, a pesar de que la vida es buena, en ocasiones viene un dolor que se agarra por dentro sin causa ni razón, a ratos deja el viento una tristeza que se queda por dentro unos segundos y te aprieta en los pulmones, recordándote lo frágil de la vida y las bobadas por las que en ocasiones nos enfadamos. Tal vez me enojo por no saber si hubieses llamado a mi hijo, también cirere, o tal vez, taronje…. No creo, crec que Li haguessis anomenat llimoner, li agraden les llimones i és fort i amb un gust especial, com el que te aquesta fruita ….

No estoy triste, no lo estoy. Son sólo recuerdos que vienen en ocasiones. Algunas noches de estrellas errantes o cuarto menguante, con algunas notas de guitarra, cuando veo una armónica que yo no sabré enseñarle a mi hijo a tocar y que tú tan bien hubieras enseñado. Es añoranza y ganas de maldecir a todos los dioses por crueles y cabrones, por injustos. No passa res.  Es sólo el desconsuelo que queda por siempre agazapado en las manos y en los nudillos por saber que hay muchas risas que no compartiremos, alegrías en las que no participaras, éxitos de mi hijo que no celebraras. Es sólo eso.

Gracias, eso si, por dejar un mundo de colores, tus manos en las de mi piccolo, lecciones que no están escritas y que no se pueden escribir. Intentaré estar a la altura y trasmitirlas. Y no te preocupes, allá donde estés, si es que tras ese viaje tiempo atrás emprendido, se va a algún lugar (ojalá, pero me temo que no…) ese dolor punzante que habita perennemente en el pecho, en ese lugar del corazón en el que se establecen las cosas importantes, las que no se olvidan, se trasforma rápidamente en afecto y ternura.