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jueves, 24 de abril de 2014

TAL VEZ SEA MOMENTO


Tal vez sea el momento de pactar las reglas del juego, de quitar la mejilla, de poder aunque no se quiera, de querer aunque digan que no podemos, (al fin y al cabo la fe, el querer, mueve montañas y araña corazones) de respirar despacio y aún con el corazón embargado y en bancarrota decir sin pudor que no en esos lugares engalanados con nuestro dinero en el que se debe gritar no.

Tal vez sea el momento de recordar lo que hizo tu lengua en mi cuello, de buscar tu aroma en mis manos, de que se nos olvide olvidar. De no echar sal en las heridas, de llamar rojo al rojo, de que mi pecho sea tu almohada y en ella tengas dulces sueños y sueñes conmigo. De que se claven mis ojos en tu mirada como se clava la verdad y la razón con el tiempo. De robarle un par de flechas a Cupido y lanzarlas a tu corazón.

Tal vez sea momento de robarte un pellizco y dártelo en el culo, de decir un coño fuerte cada vez que decimos cien avesmaria callando. De llamar peluqueros a los estilistas, cocineros a los restauradores, putas a las trabajadoras del sexo, ladrón a los usureros, carpinteros a los ebanistas y cariño a quien tú quieras.

Como siempre, ahora es tiempo de que sigas guapa y fresca, adivinando donde duele el tiempo y acariciando esa herida, darle el bálsamo que inventó tu boca. Tal vez sea tiempo de que sigas siendo y estando.

Tal vez, ahora, aún con la que está cayendo, sea momento de disfrutar de las hogueras que aún calientan y perdernos en el baile de sus llamas celebrando los besos dados. Tal vez sea tiempo de disfrutar que ahora es siempre ahora.

Tal vez sea momento de atrapar nuestras quimeras, de dormir con las ventanas abiertas y, con el pijama que dan tus besos, perseguir esos sueños aparcados en un rincón del sendero. De perdernos de los caminos que llevan al infierno. De perder juicios, incluso, o sobretodo, el nuestro.


Tal vez sea momento de apagar e irnos…… O tal vez de encender y seguir.

domingo, 6 de abril de 2014

TRES AÑOS DE AMOR



Lo he dicho más de una vez. Lo sé. Tal vez  ser padre sea eso; repetir las cosas. Hasta la saciedad, hasta que se entienda lo que quieres decir, hasta que se empape el mensaje como se empapa la lluvia de otoño en las hojas caídas.

Lo he dicho más de una vez. Lo sé. Llegaste, hoy hace justo tres años. Llegaste como la lluvia prometida y necesaria en los campos del Sahel. En los corazones yermos. Llegaste hace tres años, dejando atrás el invierno y con las redes de tus manos cargadas de sueños y  futuro.  Con los dedos repletos del hechizo que hace florecer de mil colores las flores, como el revolotear de mariposas en rizos queridos. Llegaste, hoy hace tres años, con tu sonrisa esplendorosa, con tus manitas apretando las mías, con tu cuello tieso y tu cabeza mirando arriba, queriendo comerte el mundo, incluso antes de inhalar el primer aire de aquel 7 abril. Llegaste como analgésico a las heridas de la piel, como bálsamo a las del alma. Llegaste, hoy hace tres años,  con el abracadabra que te hace saber que la felicidad es algo pequeñito y cercano. Trayendo la primavera y el porvenir entre tus dedos, las flores blancas que alumbran las cerezas que nacen en el valle del Jertes, y en Sant Climent.

Fíjate, en estos tres años te has transformado  en las huellas que encuentra el naufrago en las playas desiertas en las que se hunde su barco. En los extremos del hilo de Ariadna. En las piedrecitas que dejar, como migas de pan en el sendero, para encontrar el camino de regreso. En la cera que une las alas con las que volaremos tu y yo, hasta que puedas volar solo, cerca del sol. En el brillo de las Pleyades.

Ya ves, en sólo tres años te has convertido en la brillante estrella polar que  marca mi norte. En la colina empapada del agua que dará el arroz del mañana, la cosecha de fresa y risas.  Has venido a demostrar que cumplir años no está tan mal, que las arrugas de mis ojos y el blanco de mi pelo es tan sólo la certeza de que vale la pena vivir, estar vivo. Seguir.  Formar parte de ese circulo vital más viejo que yo, y que todo nuestro pasado.

Tal vez aún no sea el momento. Ya te explicaré. Pero no aprietes más de lo que puedas. Parpadea con fuerza, y no te preocupes;  por más que veas hay más por ver de lo que podemos. No cojas más de lo que des. No busques más de lo que quieras encontrar. No eches sal en las heridas de nadie, ni en las tuyas. Bueno. Aún es pronto. Ya seguiré. Tú hazme el caso que quieras. Tu madre y yo intentaremos darte mapas, brújulas, libros, partituras. Tú, ya decidirás. Equivocaque  mucho. Intenta solventar esos errores. Llora solo cuando toque, jodeté, disfruta, vive. Y cuando al final de los finales pienses que no hay nada, mira un poco más y, seguro, siempre estaré yo. Si caes en un recodo del camino sin duda mi mano estará cerca.

Tres años. Nada. Toda una vida para ti. Para tu madre y para mi. Tres años en las que no existen las noches frías porque cuando vienen los truenos y el hielo te agarras fuerte a mí y a los rizos de mama. No existe el frio porque veo en tus ojos mis travesuras y en tus manos las trastadas que sufrieron  y gozaron (con el tiempo)  mis padres intentando esconder las sonrisas que provocan esas ocurrencias. Repetidas. Mágicas.

Cumples tres años. aún no sabes leer, pero  te interesas por las letras y los números (más por los números para alegría de tu madre ) Ahora es momento de decirte que estas letras, sin números, quedan empapadas de un te quiero de los que no me callo, de los que no quedan prendidos en el aire como quedan colgados los sueños que no cumples. Mira, tan sólo un te quiero, que, tal vez entiendas cuando yo sea abuelo. Tal vez en ese momento entiendas que tenerte cerca es una sensación, sencillamente, indescriptible, como indescriptible es el beso deseado. Comparable, quizás, a la sensación que debe habitar en la sístole de un cazador de estrellas que se encuentra con Andrómeda rendida y brillando a sus pies, las acaricia para luego dejarlas brillar en lo más alto del cielo que alumbra tu sonrisa. Tres años con la misma sensación tras el esternón que debe de tener un pintor que descubre un color que tan sólo pueden ver los dioses. Que un pescador que se hace amigo y cena con Neptuno.

Te duermes exigiendo cuentos de lobos buenos. De manzanas perdidas que curan todos los males y heridas. Escuchando las viejas aventuras de Odiseo y Telemaco, imaginando en voz alta que somos el Ulises que puede tensar cualquier arco. Tú, cielo, tú eres un Telemaco ansioso por vivir por conocer, por saber, por entender, por tensar arcos y andar caminos. Por ser, vivir y estar. Un guerrero que deja en el vientre de sus padres más felicidad de la que jamás sabrás contar.


Tienes tres años y tu risa es un globo de luz que se acerca a los soles lejanos que alumbran mi camino y los aperos que necesito para hacerte feliz. Tres años en los que son las palmas de tus manos el milagro que siembra de pan y besos el futuro.  Tres años, en los que me has robado el sueño te has hecho dueño de mi tiempo y mis horas para demostrar que vale la pena que pasen los años….. Felicidades, muchas Felicidades Piccolo.