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miércoles, 19 de febrero de 2014

UN NIÑO CAMINA EN EL DESIERTO.



Casi cada mañana nos despierta el café, tras las primeras luces del alba, con dolor y tristeza, con noticias que parecen resbalar por las endurecidas pareces de nuestro corazón, a base de contemplar miserias a través de la aséptica pantalla de plasma y leds de nuestros televisores de cuarentaypico pulgadas. Pulgadas y destellos de luz que no hacen más que alejarnos del viento, del susurro que recorre las hojas de las copas de los arboles que tan lejos nos quedan, que nos alejan al fin y al cabo, del brillo de las estrellas, de la oscuridad de la noche y de la vida.

Yo, fíjate, sigo sensible al mal ajeno. El otro día no pude evitar que lagrimas de rabia y de un dolor ancestral recorrieran mis mejillas, justo antes de dar el primer beso de la mañana a mi piccolo motivo de ser y de estar. No pude evitar que mi puño se cerrara en si mismo con ganas de golpear algo o a alguien.  Lagrimas que entristecían mi cara, humedecían mis ojos y mis mejillas al ver la imagen de Marwan. Un niño de cuatro años, Sirio, victima de una guerra que no conoce, que no entiende, que es incapaz de comprender en su mente infantil, en su alma de joven Ángel.  Victima de la guerra que azota la tierra en la que el destino le hizo nacer. No sabe, claro está,  de normas ni fronteras (y tristemente muchos   se empeñan en hacer fronteras donde yo pondría puentes y poesía…..), no sabe el joven Marwan, como decía, de motivos ni razones para la violencia, de las causas por los que alguien cambia un clavel por un fusil, no sabe del porqué el no juega. No sabe ni tan sólo porqué huye. No sabe porqué huye de un presente que no le sonríe. No sabe del lado de quien caminará hacia un futuro que parece muy cierto, muy gris y muy triste. Victima de los adultos de allí donde nació, y en cierto modo también victima de mi y de ti que me lees con un vino en la mano o en móvil mientras esperas que el semáforo se ponga verde. Victima, en definitiva, de la pasividad, de la aceptación de que podemos tolerar que miles de personas acaben refugiadas en cualquier campo de cualquier desierto. A la sombra de cualquier esperanza.

Andaba entre Siria y Jordania. Sus padres huían. Huían de un presente sangriento, de una guerra, que como todas está organizada por generales con medallas, palacios, buena carne y toallas de lino blanco, generales  que jamás se manchan las manos ni cavan trincheras. Esos padres, como yo haría, intentaron ofrecer algo más a su hijo, ofrecerle otros nidos con paja más cómoda, un lugar en el que crecer, en el que ser feliz, en el que no morir de un tiro en la frente o de hambre o de miseria.Un lugar en el que existir, en el que el cansancio debería llegar tras una tarde de risas y besos, no de una jornada de hambre y miedo. Decidieron atravesar el desierto. Atravesar un desierto. El pequeño Marwan se perdió, (y no importa si atravesó sólo el desierto, o si tan sólo estuvo desamarrado de la mano de su padre unas horas…..)

Creo que la arena de ese desierto temblaba de rabia y se encolerizaba a cada paso que esos pequeños pies que deberían de calzar un 27 ó 28 pisaban, junto a su desilusión, a su falta de juguetes, al acorralamiento de su futuro, a sus ojos tristes, al futuro sin lugares ni promesas, a los escombros de su poco pasado, las dunas que difícilmente le llevarían a un lugar mejor. Temblaba esa arena y temblarían los antiguos dioses mesopotámicos, si es que en algún momento existieron allá en ese lugar. Anshar llora impotente en el cielo primigenio y se pregunta si fue correcto dejarnos libre albedrio.

 Ismael Serrano, en una preciosa canción y hablando de otro desierto, pero que para el caso es este desierto, es esta historia, es esta desilusión que debería atenazar la sístole de todos los que nos queda una brizna de humanidad en la diástole de nuestros corazones, algo así como: “No digas que aquí hay silencio, podrás decir que no oyes,….”  Es cierto. No hay silencio, yo escucho fuertemente como Marwan, y tantos Marwan desconocidos gritan, no sólo de sed y de hambre. Gritan de desconsuelo, de falta de futuro. Oigo como sus sonrisas anhelan una caricia en el pelo, una cometa brillando al sol, un coche que no sea una ambulancia que les lleve a un derruido hospital. Oigo como desean lluvia que limpie y les traiga futuro.

No hay silencio, no debería haberlo. Si un niño de cuatro años, ha sido capaz de atravesar un desierto con una bolsa de plástico en la que guardaba, más celosamente que pandora su secreto, sus ilusiones, sus esperanzas, sus pocas posesiones. Un trozo de trapo con el que amarrar, no tu pelo, sino sus sueños, con el que taponar las heridas que le traiga la noche, el sufrimiento de las horas andando. Una bolsa de plástico en la que seguro que habita la promesa de un mundo mejor, la frágil certeza de que tal vez mañana ningún Marwan recorra ningún desierto huyendo de ningún lugar. Nosotros deberíamos de ser capaces, al menos, de levantar nuestro dedo y nuestra voz, deberíamos de ser capaces de decir que no estamos dispuestos a tolerar que esto pase. Deberíamos de ser capaces de gritar que NO,  no toleraremos que esto suceda como suceden las cosas normales, como sucede la noche al día, como pasan las cosas que deben de pasar. No. Simplemente No. Un niño anda en el desierto, perdido, o no, eso qué más da?, y nosotros, nosotros donde andamos que permitimos que eso pase? . No tengo repuestas. Lo siento. No las tengo

Disculparme, pero en ocasiones necesito   reconciliarme con el mundo…. Y se me hace muy difícil, mucho, y más viendo como los dirigentes del país en el que las parcas me han dado a nacer deciden suprimir la justicia universal.




7 comentarios:

  1. Vivimos en el infierno, un infierno cruel que afortunadamente para nuestros hijos, nosotros lo vemos pasar de lejos, sufrimos injusticias sí, pero comparadas con las de ese y otros muchos niños, somos afortunados.
    Lo peor de todo ésto es que somos conscientes de que nosotros, no podemos hacer nada, que los que juegan a la guerra son los que mandan y que se hará lo ellos quieran.
    Al final, lo mas triste de todo es la puñetera desesperanza.

    Que bonito Carlos.

    Un beso.

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  2. La mayor tristeza es la distancia defensiva con la que observamos esas imágenes, sin percatarnos que lo único que nos diferencia de Marwan es la circunstancia dada... El resto es todo desierto y silencio.... El mismo desierto, el mismo silencio. Un gustazo leerte. Besotes.

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  3. me encanta el pensamiento que dejas con tus palabras
    Buen texto
    buen blog

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  4. Princesa se te echaba de menos por este lugar. Una vez más bienvenida y bienhallada. Es cierto juegan con la desesperanza, con los sueños.

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  5. MELVIN, es verdad, la única diferencia es haber nacido un puñado de kilometros más aquí o más allá.

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  6. RECOMENZAR. Que bueno que te guste. Ojalá visites más este lugar.

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  7. Un dolor en el pecho me recorre la piel, con tu relato... y que puedo hacer yo.. más que sufrir y levantarme día a día, atrapado en mi propio que hacer diario, pensando que lo que hago cada dia sirve para hacer de este mundo algo mejor e intentar trasmitir a mi hijo unos valores que lo hagan fuerte para combatir con su trabajo y esfuerzo que el mundo sea mejor dia a dia. Hasta cuando, existiran estas crueldades.. Maldita seaaaa!

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