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miércoles, 14 de noviembre de 2012

PATAGONIA



Cuenta una vieja historia, que los primeros colones españoles que llegaron al sur del “nuevo continente” se toparon con los indios, Pehuenches,  Mapuches y Tehuelches. Eran tan superiores en altura (y seguramente en muchas cosas más menos en armamento) que les llamaron Patagones (un gigante de un cuento popular de la época) Así, poco a poco, como suceden estas cosas fue calando el nombre y despacito la zona pasó a llamarse Patagonia.

Ufffffffffffffff, un lugar inmenso de carreteras inacabables, rectas imposibles en esta vieja Europa nuestra. Y un paisaje rodeado de infinitos matices y colores, toda la gama de amarillos, ocres y marrones ante tus ojos. Arbustos, pastizales y arbolitos achaparrados y chiquitos aquí y allá. Kilómetros y kilómetros que el coche iba comiendo como quien come un plato que parece inacabable. De tanto en tanto aparecía, como aparecen los milagros, ante los ojos, ya acostumbrados a tanta distancia, chiquitos santuarios, envueltos en banderas rojas, dedicados a Gauchito Gil. (interesante su historia….) Claro inevitable pararse y mirar, y dado a que gracias a Dios no soy creyente y Gauchito Gil no es parte de la liturgia Católica, ningún daño podía hacer que le pidiese por nuestro camino y porque una luz brillante acompañe de por vida a mi piccolo.

Kilometros y kilómetros de quilimbai, charcaos, colopiche, amarillos choiques y neneos dieron paso al inmenso mar. En esta ocasión un Mar fuerte y generoso. El primer contacto en barco de ese pequeño que hace más de un año robo la parte más importante de este corazón ansioso por latir.

Los dioses de los viejos Mapuche, estaban, sin duda de buen humor movían sus hilos y tejían los movimientos de la naturaleza, y Gaia, simpática ese día se dejaba hacer. Un cielo azul pellizcado de tonos grises acero encumbraba un cielo inquebrantable y lejano. El azul penetrante e intenso del atlántico bajo el barco se reflejaba en los ojos oscuros del Piccolo, (que aún muy pequeño para recordar se extasió y embebió de buenas sensaciones, de “buena onda”).

Unos animales imposibles, casi mitológicos diría yo, se acercaban despacito y suave al barco, como luciendo palmito, como dejándose ver, como si quisieran dejar que se les acariciase. Cada vez que uno de ellos sacaba su inmenso lomo del  mar para expulsar agua y respirar el pequeño lo señalaba con ojos inmensos y un dedito extendido, como si de un experimentado cazador de 19 meses se tratará, y gritaba entusiasmado “balena, balena, balena”….

Pasearon estos maravillosos monstruos con sus crías ante nuestros ojos una y otra vez, bailando con las pequeñas olas, con la espuma y con los sentimientos de estos animales racionales que decimos ser. De tanto en tanto mostraban orgullosas sus colas con las que golpeaban el incontable agua del océano, como si nos dijeran con su golpe y estallido “no sois los señores de este planeta”

2 comentarios:

  1. termina la història dejando ganas de más descubrimientos, de más belleza narrada!!

    me sumo a la envidia sana de Rodolfo :)

    una abraçada company!

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