En unos días cumpliré cuarenta
años. (ahí es nada) y consecuentemente muchos de mis amigos los acaban de cumplir o están a
punto de hacerlo. Ya sabéis, es una fecha sugerente , y, claro está; fiestas
sorpresas, celebraciones de uno y otro.
Hace muy pocos días estuve en una
de esas fiestas, y no pude menos que hacerme algunas reflexiones. Es
posible que con 40 nos encontremos a nosotros mismos esperando un “noséque”,
tal vez aquellos anhelos incumplidos que tuvimos subidos a las almenas de la
niñez, aquellas en las que nos rompimos huesos y forjamos el carácter y la
risa, o los que tuvimos en los bares de la adolescencia en los que nos enamoramos
eternamente. Pero muchos sueños no se han cumplido e incluso algunos sabemos
que jamás se van a cumplir. Pasa el tiempo y los minutos que van depositándose en
ese extraño lugar que llamamos pasado no ayudan a cumplir los deseos que
dejamos esperando “a otro día” para cumplirlos.
Ves a saber, amigo, ves a saber,
lo cierto es que los años pasan y las horas vuelan. Tal vez estemos a la mitad
del camino, con muchas veredas andadas y muchas por andar. El sol ya hace años
que quema en la piel y ha dejado bronce y arrugas, éxitos y risas. La luna ha
crecido y decrecido muchas veces en su eterna lucha contra la oscuridad
iluminando fracasos y borracheras. Quizás tengamos todo el futuro por delante o
todo el pasado…. Yo que sé.
Volviendo a la fiesta; nos encontramos
viejos amigos de la infancia, hombres y mujeres que son parte de tu vida desde
hace más de treinta años. Tampoco son pocos. Toda una vida, en la que hay
cabida para encuentros y desencuentros, risas compartidas y lagrimas robadas, frustraciones
y reyertas, aciertos y disputas. Hombros que
se han tenido cerca y abrazos que en ocasiones has echado de menos y a veces de
más. Son muchos años y estos, los años, han ido dejando en la mochila de cada
uno de nosotros divorcios e hijos, éxitos y fracasos empresas frustradas y
proyectos conseguidos dinero malgastado, hipotecas, dificultades, victorias que
bailan con las decepciones. Caídas que han logrado triunfos. En fin que ya
ninguno de nosotros es el niño que era, pero sin embargo somos los hombres que
somos, entre otras cosas, gracias a todo lo compartido años atrás.
Pronto nada de esto tuvo
importancia y tan sólo éramos un puñado de amigos celebrando el cuarenta
aniversario de uno de nosotros, festejando la bendita excusa para volver a
vernos. Con un vino mejor que el de antes, con una buena cena y una buena conversación.
Recuerdos, añoranzas, nuevos secretos y confesiones en silencio y lagrimas de
sal agazapadas y escondidas tras los ojos para que nadie pudiera ver que la
emoción estaba a punto de resbalar por nuestras mejillas.
Continúo la noche y las copas.
Incluso el tequila que antes era para las dudas ahora quemó nuestras gargantas
entre risas y abrazos. Cuando thunderstruck de AC/DC sonó, coincidiendo con un reparador chaparrón de verano y el resto del bar dio por perdida
cualquier posibilidad de permanecer allí en paz, fuimos los amigos de siempre,
los hermanos que jamás dejamos de ser.
Habitamos ese lugar de antes, en
el que el futuro era urgente pero lejano, cuando el mañana era un libro en blanco
que escribir a mano lleno de promesas y sueños por cumplir. Ese lugar en el que
todo estaba por hacer y el mañana no era más que un eterno ahora a la espera
del futuro. Un futuro que ya está aquí.
No todo se ha cumplido y este
presente que hace bien poco era un futuro incierto no ha satisfecho todas las utopías
personales y globales que pretendíamos. Nunca
seremos los de antes, pero somos los de ahora y eso no está nada mal.
A mi me empiezan a sonar los 35 y parece que el mundo se mueve alrededor de un eje sobre el que áun no he sabido situarme. Los amigos son los de siempre y también los que me he ganado en las últimas batallas. Profesional, hipotecada, segura y feliz. Pero son 35... Y yo soy de las que se muere por volver a tener 20, a pesar de haber ganado en tranquilidad y sabiduría. Quizás lo consiga este sábado, después de un par de tequilas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gran reflexión Carlos sobre el paso del tiempo, de los años y todo aquello que va quedando en nuestro pozo...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte :)
En unos días cumpliré treinta y ocho años. (ahí es nada) y sí, me encuentro a mí misma esperando un no sé qué.
ResponderEliminarDe todas formas....si con éstas edades estupendas (ni loca las cambiaba por los veinte) no tenemos nada que esperar de la vida, menudo rollo no?.
besos.
Este también es el año en que estrenaré esa década, ayyyyyyyyyyy, como conmemorarlo?, aún no lo se, hasta finales de año no me toca, pero me da vértigo, más que nada porque con la experiencia de los años, quisiera volver a vivir estos últimos 20¡¡¡
ResponderEliminarLos cuarenta años, tanto en hombre como en mujer, es una edad maravillosa donde ya te vas haciendo adulto de verdad, empiezas a madurar y empiezas a saber y valorar la vida.
ResponderEliminarCon un futuro por delante que si sabes usarlo te podrá llevar a la máxima felicidad que se puede tener en la vida. Te lo dice alguien que ya tiene poco futuro pero mucho pasado.
"pero somos los de ahora y eso no está nada mal." así es, el presente es un regalo que hay que aprovechar, la vida nos la han dado, y es maravillosa si la vivimos a nuestra manera.
ResponderEliminarSaludos,
Alma.
Privilegiados cuarenta. Es la edad de las segundas oportunidades, el momento de mirar el pasado con perspectiva y mirar al futuro de manera desafiante. En esta edad, uno cree haber adquirido la madurez absoluta, pero eso lo debería juzgar su propia madre.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo!
Tesoro yo descubrí a los cuarenta cosas que jamás imagine que fuera a descubrir y aunque dicen que las mujeres desaparecemos, justo a esta edad, yo no e ligado más en mi vida, ¡Vale! Yo no e ligado nunca, pero me hacía una ilusión, ja ja ja
ResponderEliminarUN besote y felicidades.