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miércoles, 7 de enero de 2015

12 UVAS



Acababa el año y las raíces del árbol de la vida ahondaba un poco más en el fango del infierno, las hojas, que aún no habían caído y que nunca lo harían, se enseñoreaban en la copa acercándose un poco más al cielo de nubes azules y naranja de felicidad que todos deseamos. En definitiva, seguía girando la rueda, goteando la clepsidra, pasando el tiempo. Como siempre; rápido e inexorable.

Una vez más era la última noche del año, Final del ayer y prefacio del mañana. La gente tenía fiesta y disfrutaba con sus seres queridos de las últimas horas del año, deseándose felicidad, enviado mensajes, mintiendo, riendo y llorando. Pero no todo el mundo tenía fiesta ni la posibilidad de divertirse. El mundo exige que mucha gente trabaje para que el planeta siga con sus giros diarios.

Yo trabajaba, Por fortuna a partir de las 23.40 parecía que todo se mantenía entre una esperada calma y la expectativa del jolgorio y risas que vendrían tras sonar la última de las 12 campanadas. Lo cierto es que en esos minutos el lugar de trabajo estaba tranquilo y en paz.

Entraste a la sala en la que yo estaba, justo quince minutos antes de la primera campanada. Batas, indumentaria de trabajo, uniformes en general no quedan bien a nadie. Y a ti, tampoco, pero estabas guapa, con la cara algo cansada tal vez de las fiestas anteriores. Iniciamos  una insulsa conversación sobre las fiestas, los excesos, la familia y nos lamentamos de tener que estar de guardia un día como ese.

-Sabes? Yo hace años que empiezo el año de la misma manera, Creo que hoy, que trabajamos, será el primero en mucho tiempo que lo empezaré diferente- dijiste desabrochándote un botón. – bueno, chica!! Las 12 uvas nos las podemos comer igual, todo anda tranquilo por ahora- - Jajajajajajajaja- Reíste como una diablesa impúdica, mientras traías dos paquetitos con uvas y una botella de cava. – No me refería a comer 12 uvas.-

Te sentaste a mi lado, sonreíste, desabrochaste un poco más tu bata, mire el delicioso hueco que se formaba al final de tu cuello, y baje la mirada hacía esos dos maravillosos, tersos y pequeños montes que habían algo más al sur. Yo estaba nervioso, tú simpática. Abriste el cava, te lo recriminé, estábamos trabajando. – Por eso- dijiste divertida, pusiste sólo una copa, me la diste a beber, y bebiste tú después.

Tras mirarnos a los ojos con calor y deseo me besaste la mejilla, me susurraste al oido –ssssssh, te voy a enseñar como empiezo yo siempre el año.-

Empezó un juego de besos, de abrazos, de despojarnos de la ropa de trabajo. Miré el teléfono deseando que no suene nunca más. Me tiraste al suelo, y tu lengua y su saliva cambio mi ropa por el líquido de tu boca que recorrió todas las partes de mi piel. Obviamente algo creció en mi cuerpo, y tú lo metiste en tu boca. Hacías que entrara y saliera despacio y deprisa. Una y otra vez, jugando con tu lengua y conmigo. Mientras hacías esa bendita operación ibas despojándote de tu ropa y el reloj se iba acercando a la medianoche, a la hora de las brujas, a la del placer que parecía tenias enredado en tu pecho, en tus pezones y que me ibas a regalar en ese instante.

Cuando daban los cuartos ni tu ropa ni la mía estaban donde debían estar, te tumbaste en el suelo abriste tus piernas mostrando el delicioso tesoro que allí había. Húmedo e invitándome a entrar. – ahora, entra ahora, y ves entrando y saliendo al compás de las campanadas- Mientras lo hacía tu agarraste mi cuello con una mano y el final de mi espalda con otra, apretándome dentro de ti. Así, Así me gusta empezar a mí el año.

Acababan las campanadas y tú seguías moviendo las caderas y yo mi cintura. Es cierto que de vez en cuando la vida te besa en la boca, y ese final de año, esa noche, la vida y tú me besasteis en la boca y en todas partes. Uffff.


Mientras aún sonaban petardos y guirnaldas de pirotecnia lucian en la noche fría de ese primer día de enero tu humedad empapaba tu entrepierna. Sonreías pizpireta y cogiste las uvas. – Ahora tendremos que comérnoslas, no?- dijiste mientras cogias una uva con dos dedos y la introducías en ese lugar que hasta hace poco ocupaba mi hombría.  Al sacarla me miraste a los ojos y la metiste en mi boca. Repetiste la operación muchas veces comiendo tú y yo esas uvas que sabian a ti, a mi, a sexo, a vicio y a vida.

3 comentarios:

  1. No cabe duda de que es una manera muy diferente y apasionada de despedir el año.
    :)
    Saludos.

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  2. Ya quisiéramos todas empezar así el año o terminarlo, según se mire.

    Kiss

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  3. Dime Carlos ¿Reaidad o ficción? En cualquier caso, cuando pierda la mirada en el mar de tus ojos no esconderé el deseo platónico (o no) de ser la musa de tu próximo relato...
    Muack

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