Acababa el año y las raíces del
árbol de la vida ahondaba un poco más en el fango del infierno, las hojas, que
aún no habían caído y que nunca lo harían, se enseñoreaban en la copa
acercándose un poco más al cielo de nubes azules y naranja de felicidad que
todos deseamos. En definitiva, seguía girando la rueda, goteando la clepsidra,
pasando el tiempo. Como siempre; rápido e inexorable.
Una vez más era la última noche
del año, Final del ayer y prefacio del mañana. La gente tenía fiesta y
disfrutaba con sus seres queridos de las últimas horas del año, deseándose
felicidad, enviado mensajes, mintiendo, riendo y llorando. Pero no todo el
mundo tenía fiesta ni la posibilidad de divertirse. El mundo exige que mucha
gente trabaje para que el planeta siga con sus giros diarios.
Yo trabajaba, Por fortuna a
partir de las 23.40 parecía que todo se mantenía entre una esperada calma y la
expectativa del jolgorio y risas que vendrían tras sonar la última de las 12
campanadas. Lo cierto es que en esos minutos el lugar de trabajo estaba
tranquilo y en paz.
Entraste a la sala en la que yo
estaba, justo quince minutos antes de la primera campanada. Batas, indumentaria
de trabajo, uniformes en general no quedan bien a nadie. Y a ti, tampoco, pero
estabas guapa, con la cara algo cansada tal vez de las fiestas anteriores.
Iniciamos una insulsa conversación sobre
las fiestas, los excesos, la familia y nos lamentamos de tener que estar de
guardia un día como ese.
-Sabes? Yo hace años que empiezo
el año de la misma manera, Creo que hoy, que trabajamos, será el primero en
mucho tiempo que lo empezaré diferente- dijiste desabrochándote un botón. –
bueno, chica!! Las 12 uvas nos las podemos comer igual, todo anda tranquilo por
ahora- - Jajajajajajajaja- Reíste como una diablesa impúdica, mientras traías
dos paquetitos con uvas y una botella de cava. – No me refería a comer 12
uvas.-
Te sentaste a mi lado, sonreíste,
desabrochaste un poco más tu bata, mire el delicioso hueco que se formaba al
final de tu cuello, y baje la mirada hacía esos dos maravillosos, tersos y
pequeños montes que habían algo más al sur. Yo estaba nervioso, tú simpática.
Abriste el cava, te lo recriminé, estábamos trabajando. – Por eso- dijiste
divertida, pusiste sólo una copa, me la diste a beber, y bebiste tú después.
Tras mirarnos a los ojos con
calor y deseo me besaste la mejilla, me susurraste al oido –ssssssh, te voy a
enseñar como empiezo yo siempre el año.-
Empezó un juego de besos, de
abrazos, de despojarnos de la ropa de trabajo. Miré el teléfono deseando que no
suene nunca más. Me tiraste al suelo, y tu lengua y su saliva cambio mi ropa
por el líquido de tu boca que recorrió todas las partes de mi piel. Obviamente
algo creció en mi cuerpo, y tú lo metiste en tu boca. Hacías que entrara y
saliera despacio y deprisa. Una y otra vez, jugando con tu lengua y conmigo.
Mientras hacías esa bendita operación ibas despojándote de tu ropa y el reloj
se iba acercando a la medianoche, a la hora de las brujas, a la del placer que parecía
tenias enredado en tu pecho, en tus pezones y que me ibas a regalar en ese
instante.
Cuando daban los cuartos ni tu
ropa ni la mía estaban donde debían estar, te tumbaste en el suelo abriste tus
piernas mostrando el delicioso tesoro que allí había. Húmedo e invitándome a
entrar. – ahora, entra ahora, y ves entrando y saliendo al compás de las
campanadas- Mientras lo hacía tu agarraste mi cuello con una mano y el final de
mi espalda con otra, apretándome dentro de ti. Así, Así me gusta empezar a mí
el año.
Acababan las campanadas y tú seguías
moviendo las caderas y yo mi cintura. Es cierto que de vez en cuando la vida te
besa en la boca, y ese final de año, esa noche, la vida y tú me besasteis en la
boca y en todas partes. Uffff.
Mientras aún sonaban petardos y
guirnaldas de pirotecnia lucian en la noche fría de ese primer día de enero tu
humedad empapaba tu entrepierna. Sonreías pizpireta y cogiste las uvas. – Ahora
tendremos que comérnoslas, no?- dijiste mientras cogias una uva con dos dedos y
la introducías en ese lugar que hasta hace poco ocupaba mi hombría. Al sacarla me miraste a los ojos y la metiste
en mi boca. Repetiste la operación muchas veces comiendo tú y yo esas uvas que
sabian a ti, a mi, a sexo, a vicio y a vida.
No cabe duda de que es una manera muy diferente y apasionada de despedir el año.
ResponderEliminar:)
Saludos.
Ya quisiéramos todas empezar así el año o terminarlo, según se mire.
ResponderEliminarKiss
Dime Carlos ¿Reaidad o ficción? En cualquier caso, cuando pierda la mirada en el mar de tus ojos no esconderé el deseo platónico (o no) de ser la musa de tu próximo relato...
ResponderEliminarMuack