(En memoria de todos aquellos, estén todavía o no, que nacieron hace mucho tiempo, que lucharon y vivieron, que ayudaron a construir gran parte de todo lo que es aquí y ahora)
Tenían sus ojos la tristeza de
los cuentos de Dickens, sus pies arrastraban el cansancio de años caminando, de muchos años
“tirandopalante”. Las manos arrugadas como las uvas pasas de la tierra que
dejó, con su familia y una maleta medio vacía de todo sólo llena de ilusión y esperanza, para
irse a “deslomarse” algo más al norte, un corazón cansado de latir dentro de un
pecho de León, que aún agotado, tenia el recuerdo de la fuerza del roble que
había sido. Su cabeza bien amueblada y con historias para escribir tres libros
tristes.
No era tan viejo como para haber
luchado en la guerra pero si como para haber visto muertos a su alrededor, “paseíllos”
en las oscuras calles del pueblo, pelos rapados a navajazos de odio e
intolerancia. Se acordaba, de lejos, pero se acordaba del dolor del látigo del
hambre golpeando bajo las costillas y en el estomago, al que de tanto en tanto
se engañaba con harina de algarroba.
Escuchaba a sus hijos, mientras
abrían otra botella de vino y recogían los platos de la cena aún llenos de carne
y de pescado, de lo duro de la vida, de lo mal que está el trabajo, de lo
precario de los sueldos, de la imposibilidad de cambiar nada. Escuchaba a su
yerno quejarse de que lo habían despedido, tras veinte años en la misma empresa,
dándole de indemnización el equivalente a tres años de sueldo y un subsidio de
desempleo de dos años, qué haría ahora? Preguntaba a los comensales con
cuarentaypico años y sin trabajo.
Sonreía tras sus ojos humedecidos
del tiempo. Pensaba en lo que oía, escuchaba “lo valientes” que eran todos los
que estaban en esa mesa porque se manifestaron en la última huelga el día del
trabajador, (todos menos el yerno despedido, él, serio y responsable fue a la
oficina el día del trabajador porque habían informes que acabar y el jefe le
dijo que lo tenían que terminar “si o si”. Le dio tiempo. Lo acabó un par de días
antes de su despido) manifestación que hicieron, eso si, justo antes de irse a
aquel restaurante de la playa a comer un arrocito con bacalao previo a una cata
de gin tonics.
Su mente, que de vez en cuando
marchaba al pasado, mientras cerraba sus ojos unos segundos, lo trasportó a las
huelgas de marzo de 1951 en Barcelona, a
lo veloces que eran entonces sus piernas huyendo de quien le perseguía con
uniformes palos y pistolas en mano via Laietana arriba. Ni puta idea, pensó, ni
puta idea tenéis vosotros de lo que es una crisis ni mucho menos de lo que es
echar cojones para solucionarlo.
Seguía escuchando “blablablabla”,
entre copa de vino y copa de vino. Clavo sus ojos sobre los ojos de sus hijos y
sus nietos como el que los clava en una vieja canción, tal vez en Grandola Vila
Morena. No dijo nada, decidió seguir en su huida hacia adentro, en su regreso
al pasado. Era placentero regresar aunque fuera sólo unos instantes para seguir recordándose, joven, guapo, fuerte y
guerrero. Calló para evitar una discusión tan estéril como innecesaria, bebió
un sorbito del café descafeinado con sacarina y pensó lo bien que le sentaría a
esa porquería un chorrito de coñac.
El pasado es el dueño de todos los recuerdos presentes, pasados y manipulados... Saludos.
ResponderEliminarCierto, el pasado es dueño de nuestros recuerdos...
EliminarEl pasado se hace presente, para llegar a ser algún día futuro..........el recuerdo manipulado solo pervive en la memoria......del que lo disfraza.
ResponderEliminarEl pasado siempre esta presente...... Al menos debería estarlo para no repetir errores
EliminarEsto me hace pensar en si estaríamos mejor en una Genocrácia.. donde ni tan bueno es lo más nuevo ni malo todo lo viejo.. Gran relato amigo, en memoria de los abuelos.. Me pregunto si nosotros podremos transmitir los mismos valores que heredamos de ellos.. y si nosotros tendremos el valor de cambiar el futuro de nuestros hijos... con unos gobernantes que tan sólo saben mirase el ombligo. He dicho!!
ResponderEliminarEs importante, amigo, escuchar a aquellos que ya han vivido lo que nosotros hemos de vivir..... Aprender de ellos..
ResponderEliminarAlgún día ( ojalá que así sea) cualquiera de nosotros haremos lo mismo, si nos dejan o podemos.
ResponderEliminarY es que a veces escuchar la sabia voz de la experiencia nos puede resultar pesada si no lo hacemos desde el cariño.. me has traido gratos recuerdos de personas que ya no están.. y desde luego te lo agradezco, de corazón
Un beso Carlos .. y buena semana
vine a desearte lo mejor en este maravilloso diciembre
ResponderEliminarMe ha gustado mucho...
ResponderEliminarToda una vida y plenitud de sabiduría y experiencias...
Muchos besos