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sábado, 1 de marzo de 2014

AHORA QUE ES TIEMPO DE DISFRACES.




Una vez más, como cada año, el Rey Carnestoltes, precediendo la austeridad y la penitencia de la cuaresma cristiana, viene con sus sonrisas y ungüentos que curan heridas del alma, dándonos órdenes de cómo vestirnos. Nos indica a susurros inaudibles que nos quitemos los trajes y corbatas de siempre, los vestidos de reuniones interminables, la bata de trabajo. La monotonía al fin y al cabo. Nos dice que nos vistamos distinto, que soñemos lo que queremos ser, y nos vistamos de nuestro sueño. Que lo vivamos, aún en el corto tiempo que dura el sonido de una nana en el oído de un pequeño. Y la verdad, se me ocurren muchos disfraces con los que vestirme.

Tal vez de la  botella vacía que queda tras una tarde de charla, conversaciones y besos. O del mensaje que podamos dejar en esa botella pidiendo un mundo mejor, más humano, más amable. De la ola de tu Mediterráneo que moverá esa botella y su mensaje hasta las palmas de tu mano. Ponerme, quizás, la mascara que es el eco de tus labios cada vez que marchas diciendo que me quieres, que dejas un beso prendido en la mesita y bailando en mis labios.

No estaría nada mal ponerme la ropa del oscuro vértigo que resurge cada vez que salto entre tus pestañas o, tal vez, de la gota de sudor que recorre tu columna para acabar su camino allá donde acaba tu espalda y en su culotte negro cada vez que mis dientes muerden tu cuello y un escalofrió recorre tu nunca.

Quiero ponerme el antifaz del arañazo en tu espalda, del hombre que habita en tus sueños y sabe hacer el fuego primigenio para darte el calor que necesita tu pecho. De la estrella polar que marca tu norte y mi sur. De las manos y los dedos que se entrelazan entre tus brazos y las flores vespertinas que recoges al atardecer. Del sueño sexual que hace que despiertes jadeando en las  noches de cuarto menguante. De la postal que recibes cuando mi cuerpo está lejos y mi ausencia cercana. Del pirata que te secuestra y te lleva por mares lejanos y fantásticos, lejos de los folios y números diarios y te besa en playas sin normas. Del vampiro de capa negra que muerde tu cuello, de aventurero en tus sueños, del canalla impenitente que te hace estremecer.

Y, fíjate, que seria interesante ponerse el disfraz de la puerta abierta a la esperanza a los días que vendrán, de la ventana sin cerrojos que deja pasar el aire fresco. De tu mejor canción, de la poesía que aún no te he escrito. De la vibración de tu voz recitándome al oído poemas de Omar Kayamn. Del susurro que queda pendido en el aire cada vez que dejas de decirme un te quiero. De blues acompasado a tus pasos.

De suicida por amor que se arrepiente. Justo, un segundo antes de saltar y encuentra soluciones en tu cama. De la estrella que brilla en tu dedos, de las constelaciones y las pleyades que recorren tu espalda.

Buscar entre los cajones del ayer y los cachivaches que por ahí andan guardados material para hacerme el antifaz veneciano del carmín de tus labios, el perfume en tu cuello, la prenda que tapa tu culito, los zarcillos brillantes  que adornan tus oídos. Del hilo de Ariadna que te muestra la salida de tu laberinto. Del arco tensado de Ulises. Del ascensor en el que te quedas atrapada, de las promesas que no cumplí. De la lluvia que empapa tu pelo.


Ponerme esa ropa que me trasformaría, aún por unas horas, en el avión que te trae de vuelta a casa, no a cuatro paredes, a esa casa que habita en tu corazón. El bombón de licor que explota en tu boca. Del lugar al que volver, del sitio donde quieres estar. De demonio bueno, con alas de ángel. O disfrazarme, ya ves, de la paz que anida en los rizos de tu pelo.

1 comentario:

  1. Bravo señor... De lo mejor que te he leído... Tremendo post, que grande!!!

    Una abraçada forta :)

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