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viernes, 21 de marzo de 2014

UN POCO DE SEXO

Recién entraba en nuestras vidas, y en el planeta, la década de los noventa, caía la tarda sobre el mediterráneo como cae la luz sobre el monte parnaso. Tras el humo del cigarro que fumabas entre trago y trago de la cuarta cerveza se veía el veneno de tu pelo negro y rizado, ni largo ni corto. Radiante. Tu sonrisa y tus ojos de mujer que se deshace en sueños cada vez que recuerda aquello que hace temblar su entrepierna. Estabas guapa, muy guapa, sin excusas ni evasivas. Guapa sin más. Pizpireta y feliz.

 Mientras las olas del mar, cerca de nosotros acariciaba los millones de granos de arena inertes sonaba la recién estrenada canción “Veneno en la piel” de Radio Futura. Y como si ya supieras de memoria esa canción, en el momento indicado soplaste espuma de cerveza sobre mi nariz. Sonreímos. Prodigabas tu sonrisa con esmero, como en la canción, y lo cierto, es que me dio por pensar que querías ponerte el disfraz de bruja pecadora…. Recogí ese guante.

Saqué un boli y cogí una de esas servilletas, que más que limpiar tu cara arañan tu piel, mientras te miraba escribí sobre el papel; “-Estas muy guapa-” te pase el papel y el boli mientras volvía a beber de tu cerveza, (la mía se acabó hacia rato y sobraba el camarero a nuestro lado) “-tú también-” devolvía el papel. Me tocaba escribir “-de que color es tu ropa interior-”. “-de verdad te interesa?-“ devolviste escrito en el papel. Te miré a esos ojos de muñeca feliz y asentí con mi cabeza y mi mirada. Mientras emborronábamos de tinta azul la servilleta con su reborde rojo, el mundo seguía girando.

Éramos jóvenes y hermosos, lo éramos porque uno siempre es joven y hermoso mientras se siente así. Busqué entre mis manos y tu pelo intentando buscar algo ocurrente que escribirte en esa servilleta cada vez más emborronada. Tus labios me dieron la idea. – voy al baño dijiste. –“llévate mi reloj, cuando el minutero marque 23 abre la puerta con tu ropa interior en la mano, así veré su color-“ te  escribí en la servilleta que te di junto a mi casio con calculadora. Tu cara y tus ojos se iluminaron entre incerteza y pasión. Yo temblé un segundo por dentro. Esperaba tu reacción. Cogiste la servilleta, la guardaste en el bolso. Cogiste el reloj, - ahora marca y 21…. Tienes 120 segundos- y te marchaste moviendo un culo de pantera hacia el baño. 

Me sentí ridículo contando en voz baja hasta 120. Golpee la puerta del baño de aquel bar medio vacío. Sonaba “y no amanece” de los secretos. Abriste con los tejanos colgados del tirador, una minúscula braguita negra en tus manos que depositaste en las mías. Preciosas dije mientras nos fundimos en un beso, escondidos en aquel lavabo, agarré tu culito, besé tu lengua, tu pelo, tu cara, tus ojos. Mordí tu lengua. Bajé mis manos a tu vientre y algo más abajo introduje mis dedos notando aquella bendita humedad. Tu entrepierna mojada y la dureza de la mía pararon el planeta y su eterno giro. 

 Nada de lo que pasará fuera de ese pequeño y ajeno espacio de apenas tres metros cuadrados importaba. Tan sólo tu saliva bailando con la mia. Me sentaste en el único lugar en el que podía sentarme. Bajaste en cuclillas luciendo un excelente equilibrio y forma física. Tu boca absorbió mi virilidad, mi hombría entraba en tu boca y salía brillante y reluciente del camino húmedo que allí dejabas. En esa postura me mirabas y parecías una bruja buena, una especie de diablesa que sabe lo que quiere y que es capaz de conseguirlo. Parecía que quisieras robar el color de mis ojos. Que durmiera en ti la pasión y que se hubiera despertado hambrienta en el minuto 23. 

 Yo estaba a punto de dejar algo en el interior de tu boca, pegado a tu lengua. Justo en ese instante dijiste. Espera. Espera. A mi ya no me importaba que alguien fuera pudiera escuchar (improblable, porque What it Take de Aerosmith inundaba el aire). Te levantaste y frente a frente te sentaste sobre mi. Una joven valkiria morena cabalgando, descontrolada y gimiendo. Suspiraste arqueaste tu cuerpo hacia atrás. Yo dejé de pensar de controlar, de intentar que mi lluvia blanca no inundara tu interior. Dos pequeñas muertes tuvieron lugar en ese inusual lugar. Sonreíste. Sonreí. Dejaste tus braguitas en mis manos te pusiste tus tejanos y saliste diciendo. Espera unos segundos para salir. 

 Cuando llegué a la mesa habían dos nuevas cervezas. El invierno seguía su curso, la guitarra de Joe Perry seguía rasgando el viento, yo tenia el sabor de tu piel y tal vez de tu dolor en mi lengua. Tú sacaste del bolso la servilleta manuscrita con una letra tan preciosa como tus dedos de uñas rojo intenso y con mis garabatos. Con sonrisa de diablesa la guardaste en el bolsillo de tus tejanos…… ¿Cuánto tiempo estaría allí guardada?

10 comentarios:

  1. Dios!!! devuelva esas bragas, ya!

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  2. Tienes arte compañero para narrar estas historias!

    Enhorabuena :)

    Una abraçada gran i forta!!!

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    Respuestas
    1. Gracias amigo. Lo cierto es que me cuesta que no suene vulgar.... Una abracada.

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  3. Me deleito con tus palabras Carlos
    Segui escribiendo
    Sos un genio
    para mi
    y me encantan tus textos

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  4. Lo importante es que el disfrute durará en tu mente años luz.
    Muy agradables deben ser las visitas a ese bar y a éste al que acudo por primera vez y seguro no será la ultima.
    Saludos desde Tenerife.

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  5. Donde dices que está ese bar? ��
    Desde luego Carlos, un boli en tus manos se convierte en arte. Mo dejes nunca de escribir por favor.

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