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lunes, 5 de octubre de 2009

A MERCEDES SOSA.

Era el inicio de uno de esos veranos extremadamente calurosos, hará dos o tres años. Así que como en buen inicio de verano, que mejor que tomarse una cervecita fresca, eso hice, fui a un bar con terraza y vistas al Mediterráneo para esperar a unos amigos. Qué más se podía pedir? El Sol del indicio del estío, la espera de una muy buena compañía, una cervecita fresca, vistas a mi mar… Pues me equivoqué, pude pedir más.
De repente, sin aviso –como suelen pasar todas las cosas buenas.- escuché una voz desconocida para mi. Era una voz curiosa que parecía estar siendo arrancada de tu alma y arrastrada por tu garganta antes de que la dejarás escuchar a todos nosotros. Cantabas algo así como:
Tengo que partir, mi corazón,
antes que yo otros se fueron.
Regarás bien, mi corazón,

nuestro jardín y los recuerdos.
Y cuando pasees por el mercado
brindarás a mi salud con medio y medio
Y cuando pasees por el mercado
brindarás a mi salud con medio y medio.
No te conocía, me entusiasmó tu voz, la cerveza se torno más fresca, la brisa más agradable y hasta creo que pude oler la maravillosa sal del mar de estas latitudes. Claro está, que podía hacer sino interesarme por ti y por tu obra.
Lo hice. Me enamoraste. Eras una mujer grande, con un gran corazón, con gran inventiva, con coraje, una sensibilidad especial, de esas que sólo los poetas tienen, de esas que todos envidiamos.
Dedicaste tu vida a luchar, a gritar contra la injusticia. –hay quien te llamó la voz de la libertad de Latinoamérica-
Desgraciadamente no pudiste cambiar el mundo. –no te preocupes, seguiremos intentándolo.-
Pero algo si dejaste, mil letras, mil canciones, mil miradas, mil sentimientos, mil esperanzas….
Ahora nos dejas mil lagrimas, y tu voz gritando como siempre.
Con tu permiso tomo una de tus letras como la cigarra:
Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.
Cantando al sol como la cigarra

después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente que vuelve de la guerra.
Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui solo y llorando. Hice un nudo en el pañuelo pero me olvidé después que no era la única vez, y seguí cantando.
Desgraciadamente, esta vez, no vas a resucitar. Algunos procuraremos que tampoco mueras del todo, y brindaremos por ti, con medio y medio cada vez que tengamos ocasión.

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