Andan las oficinas medio vacías,
como pidiendo auxilio. Los bares más llenos de lo habitual, sonriendo y ofreciendo
felicidad durante un ratito por unos euros, u olvido, o lo que precises. Vuelan
las bandadas de palomas más bajo y más despacito, como si no tuvieran miedo ni
prisa por llegar al parque en el que nuestros viejos igual de cansados, pero
más morenos les darán su ración de pan a cambio de su porción de compañía.
Duerme la ciudad, como la
princesa que pinchó su corazón, su dedo corazón quise decir, con una rueca.
Permanece algo entumecida como el príncipe de ojos azules y “bienpeinao” que se
sabe destinado a besar a la princesa. Pero que preferiría besar a ese chulazo
que recuerda de la universidad y del barrio, ese que tenia los ojos más bonitos
y diabólicos que jamás pudieran soñarse, ese que también leía a Neruda, ese que
se encontró en el Parnaso. En el Bar Parnaso quise decir, aquel día en que
ambos disimularon haberse visto.
Mi ciudad anda medio dormida y medio desnuda.
Sus calles sigan llenas de banderas que no entiendo. Ahora, está también llena
de banderas multicolor que hondean libres y que si que entienden. Entienden de
libertad, de vida. De juego y sexo. De vivir y dejar vivir. De fiestas y
responsabilidades. Entienden, al fin y al cabo, que vida sólo hay esta y que no
está para perderla en banderitas.
Permanece la ciudad sólo medio
dormida, como si aún no hubiera terminado de hacer las maletas. Sólo medio
desierta, agazapada como esperando una gran noticia o el último abrazo. Hay
menos gente en sus calles y a pesar de que la humedad se enseñorea en los
huesos, se puede respirar. Pasear en moto. Andar por ella y hollar sus calles
con descaro como quien toca el culo a esa chica pizpireta que te lo ha pedido
con la mirada.
Y tal vez ahora, en agosto, sea cuando
Satán escribe sus memorias y deja el calor de su infierno en nuestras calles.
Pero ahora la ciudad está casi deshabitada, vacía. Fíjate, será que aunque
cerca no estás aquí. Suerte que esta noche hay una enorme luna llena y los dos
veremos la misma.
Estas calles vacías parecen brindarnos la oportunidad de buscar la
inspiración para estas letras. (Y tal vez encontrarla como la encontró Catulo,
escribiendo en su seudónimo de Lesbia cosas como
"Dame mil besos, luego cien
mil;
luego otros mil, luego otros cien mil;
luego hasta otros mil, luego cien mil.
Después, hechos ya muchísimos miles,
revolvámoslos, para que no lo sepamos nosotros,
ni ningún malvado pueda mirarnos con malos ojos,
cuando sepa cuántos besos nos dimos."
Agosto nos suda menos cuando más espacio tenemos para movernos a nuestras anchas. Que el mundo sigue girando, pero nosotros respiramos. Y Madrid en verano, vestida de noche, enamora hasta al mercurio.
ResponderEliminarBonito post.
Saludos
Y es que hace calor y hoy a los 8 de la mañana andando por mi pueblo lo he encontrado vacio y sucio. y he tenido una sensacion de estar siendo testigo de un país que se esta hciendo decadente a pasos agigantados... besos
ResponderEliminarPrefiero septiembre el fresco comienza en Miami
ResponderEliminarsaludos