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lunes, 11 de agosto de 2014

AGOSTO EN MI CIUDAD


Andan las oficinas medio vacías, como pidiendo auxilio. Los bares más llenos de lo habitual, sonriendo y ofreciendo felicidad durante un ratito por unos euros, u olvido, o lo que precises. Vuelan las bandadas de palomas más bajo y más despacito, como si no tuvieran miedo ni prisa por llegar al parque en el que nuestros viejos igual de cansados, pero más morenos les darán su ración de pan a cambio de su porción de compañía.

Duerme la ciudad, como la princesa que pinchó su corazón, su dedo corazón quise decir, con una rueca. Permanece algo entumecida como el príncipe de ojos azules y “bienpeinao” que se sabe destinado a besar a la princesa. Pero que preferiría besar a ese chulazo que recuerda de la universidad y del barrio, ese que tenia los ojos más bonitos y diabólicos que jamás pudieran soñarse, ese que también leía a Neruda, ese que se encontró en el Parnaso. En el Bar Parnaso quise decir, aquel día en que ambos disimularon haberse visto.

Mi  ciudad anda medio dormida y medio desnuda. Sus calles sigan llenas de banderas que no entiendo. Ahora, está también llena de banderas multicolor que hondean libres y que si que entienden. Entienden de libertad, de vida. De juego y sexo. De vivir y dejar vivir. De fiestas y responsabilidades. Entienden, al fin y al cabo, que vida sólo hay esta y que no está para perderla en banderitas.

Permanece la ciudad sólo medio dormida, como si aún no hubiera terminado de hacer las maletas. Sólo medio desierta, agazapada como esperando una gran noticia o el último abrazo. Hay menos gente en sus calles y a pesar de que la humedad se enseñorea en los huesos, se puede respirar. Pasear en moto. Andar por ella y hollar sus calles con descaro como quien toca el culo a esa chica pizpireta que te lo ha pedido con la mirada.

Y tal vez ahora, en agosto, sea cuando Satán escribe sus memorias y deja el calor de su infierno en nuestras calles. Pero ahora la ciudad está casi deshabitada, vacía. Fíjate, será que aunque cerca no estás aquí. Suerte que esta noche hay una enorme luna llena y los dos veremos la misma.
Estas calles vacías parecen brindarnos la oportunidad de buscar la inspiración para estas letras. (Y tal vez encontrarla como la encontró Catulo, escribiendo en su seudónimo de Lesbia cosas como
"Dame mil besos, luego cien mil;
luego otros mil, luego otros cien mil;
luego hasta otros mil, luego cien mil.
Después, hechos ya muchísimos miles,
revolvámoslos, para que no lo sepamos nosotros,
ni ningún malvado pueda mirarnos con malos ojos,
cuando sepa cuántos besos nos dimos."

Como decía, parece la ciudad invitarnos a encontrar la inspiración o la ocasión para perdernos un rato con el único sonido del ronroneo del motor. Con la única compañía de un vino blanco y fresco en el que encontrar las musas, el arrebato que me lleve a garabatear en una servilleta de papel estas palabras.


3 comentarios:

  1. Agosto nos suda menos cuando más espacio tenemos para movernos a nuestras anchas. Que el mundo sigue girando, pero nosotros respiramos. Y Madrid en verano, vestida de noche, enamora hasta al mercurio.

    Bonito post.
    Saludos

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  2. Y es que hace calor y hoy a los 8 de la mañana andando por mi pueblo lo he encontrado vacio y sucio. y he tenido una sensacion de estar siendo testigo de un país que se esta hciendo decadente a pasos agigantados... besos

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  3. Prefiero septiembre el fresco comienza en Miami
    saludos

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