Tal vez, como siempre me pasa en
estas fechas, el principio del Otoño y la caída de las hojas acres y las nubes
con formas de dragones sin fuego me pille algo melancólico, sensible, emotivo y
con sueños en las pestañas. No sé. Quizás sólo sea el polen que invisible vuela
por el aire sobre las margaritas que siempre dicen que me quieres, y sobre las
golondrinas que regresan. No sé.
El caso es que este hombre que
soy. Mediterráneo. Acostumbrado a ver el mar casi a diario, a que la única
visión infinita sea el eterno azul de Poseidón. Tras él montañas de mirada
cercana y finita. Montes que aquí, en mi tierra, abrazan como una madre celosa
el azul añil y sus ciudades. El caso, como decía, es que me he enamorado de una
ciudad sin Mar. Una ciudad cuyas vistas Mesetarias son infinitas y dejas de ver
allá donde los ojos y sus dioptrías
llegan.
Es verdad, no es la primera vez
que mis pies hollan ese lugar donde se cruzan los caminos, donde no se concibe
el mar. Pero, mira, no siempre uno se enamora a primera vista. Tal vez como da
la sensación de que nadie es de allí, hace que cualquiera se sienta como en
casa. Como en un pequeño barrio por grandes que sean los edificios que expanden
sus sombras sobre tu espalda.
Alguien decía que “ Siempre hay un motivo que me lleva hasta ti,
que ha muerto el silencio en las calles de Madrid” Quique González “desde las ventas hasta chamberí…” dice El maestro Sabina, “ Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid” El admirado Ismael en su poesía abrazada de música decía “soy afortunado vuelvo a Madrid”. Y tantos, tantas canciones tantas imágenes. Y, yo, yo también soy afortunado,
porque no sé cuando, pero volveré a Madrid.
Tal vez fuese el Piccolo jugando
por Chueca. Haciendo gracias en otro
idioma por las terrazas de Malasaña mientras cerveza helada “bientirá” recorría
mi garganta. Que se perdiera tres segundos por los mercados de ostras, vino y
copa grande, callos y arroz. Ves a saber. O los rizos, que como un reloj de
bronce nos acompañan, jugando con un vientecillo que nunca ha pasado por el
tamiz de la sal del mar pero que trae recuerdos de libertad de lucha. Las
pintadas por las paredes que recuerdan que hay una dignidad que jamás conocerá
el vencedor. No sé. Y puede que ese no saber sea lo mejor de todo.
El puente donde ya casi nadie se
suicida. Los bares de la Latina y un vermuth compartido en casa de un anciano
rey de vinos. Ratos de hablar, casi olvidados del reloj y su esclavitud, de
todo un poco. De todo. De nada. De lo que ha pasado recientemente de su miel y
su hiel, de lo que queremos que pase en días por venir. Libros y poesía. Hijos
y Nietos. Abrazos de bienvenida. Abrazos de hasta luego. Una comida de viernes
pendiente y copas de cada día por beber.
Madrid, un lugar al que ir, al
que volver, en el que perderse por mercados de San Miguel y de San Anton, por
calles cuyos nombres desconoces y no te importan. Camareros en Chueca que te
dan unas copas y una cuerda con la que
jugar y atar entretenido al pequeño regalo de la vida. (ves a saber de donde
sacó ese hombre una cuerda detrás de la barra) las sonrisas las sacaba de
dentro, y eso, oye!!, se agradece.
Madrid. Un laberinto de
sensaciones, que se agazapan en el zaguán de los buenos momentos. Un lugar en el que tienes
la sensación que encontrarás un amigo. Puede que para el momento en que lo
necesites. Tal vez para siempre.
La verdad que nunca me había llamado la atención, pero después de leer tu entrada me apetece visitar Madrid.
ResponderEliminarEl síndrome otoñal también me ha afectado y creo que este año más de lo normal...
Petons
No t'ho perdis. ves i gaudeix-lo. val la pena.
Eliminarpetons
me complace leerte me hace bien para mis sentimientos
ResponderEliminarNada mejor que saber que mis letras (ya sabes escritas con tinta azul y pluma de buho enamorado de alombra) haga bien a tus sentimientos. Sólo por eso ya vale la pena seguir escribiendo.
EliminarUn saludo
No conozco Madrid, pero me encantaría, veo las fotos que suben mis amigos de España, adoro esas construcciones con cúpulas antiguas, la gente en el metro, las avenidas. Cierto, no siempre uno se enamora a primera vista, y a veces el mar se lleva adentro. ;)
ResponderEliminarUn abrazo
Es una ciudad preciosa que vale la pena conocer. Pero es cierto. El mar nos lleva adentro. Inevitablemente
ResponderEliminarMadrid, la ciudad de los encuentros y reencuentros, de recuerdos y cuerdos soñadores, de las risas y las prisas.
ResponderEliminarMadrid, el cobijo de nostálgicos, poetas y locos. El lugar al que siempre me gusta ir.
Cobijo de poetas. Cierto.....
EliminarBueno Carlos, tengo la suerte de conocer Madrid, aunque estuve hace ya algunos años, pero me encantó.
ResponderEliminarTe recomiendo volver a ir. Se ve con otros ojos, y, el menos en mi caso, con el tiempo es mejor
EliminarGracias por permitirme coger este agradable puente aéreo BCN-MAD en mitad de una dura jornada laboral.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Salud!
Amigo, bienvenido y bien hallado de nuevo. Me alegra volver a verte por aquí, que te gustara este puente aéreo.... Un saludo
EliminarHe visitado Madrid varias veces, ya que tengo familia allí, y siempre me ha parecido que hay una magia especial en ciertos rincones. Me sigue sorprendiendo que en una ciudad tan grande y tan plagada de personas, puedas encontrar espacios en los que te sientas solo, libre o alejado del mundo (y otros espacios tan emocionales como el monumento al 11M).
ResponderEliminarPD: Me ha encantado el detalle de la canción.
¡Un besín!
Es verdad es un lugar especial. Maravilloso. Es buena la canción. Verdad.?
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