No sé si puedo
restablecerte las fotos que perdiste en el móvil o averiguar esa contraseña que
se te olvidó. No creo que pueda ayudarte a recuperar esa hoja de Excel que naufragó
entre las tripas de tu ordenador. No sé si podré ayudarte a reparar la televisión
o solventar el problema que dices que
tienes con esa lámpara que hace años dejo de funcionar. Y lo siento, jamás se
me dieron bien los animales ni la pintura de brocha gorda.
Pero si sé que
cuando te aceche el frió tengo aquí guardada una manta de hilo y lana para que
te arrope del hielo que pueda recorrer tu espalda en estas tardes de finales de
Enero. También sé que cuando te encuentres tan incómoda como una princesa en
una pensión, puedes contar con la ternura de los recovecos de mi pecho, mientras
mis manos trenzan tu pelo y tus dudas.
Sé también, que
cuando tengas sed, en el hueco de mis manos encontraras agua pura y fresca para
saciar tu sed y refrescar tu garganta. Cuando tengas dudas tengo una botella de
tinta de toro y otra de oporto para compartir mientras el sol se marcha por el
oeste. Puedo ofrecerte, si te apetece o la necesitas, una copa con sabor a Sábado por la tarde mientras conversamos sobre el sortilegio que todo lo
siembra en Otoño.
Sé que cuando te
duela el tiempo y sus horas hagan sangrar tu alma puedo ser bálsamo para esa
herida, soplar en ella, lamer las gotitas de sangre. La llama que alumbre tu
imagen en el espejo del lavabo. El soneto con el que sueñas, o la caliente fantasía
que te roba el sueño y de madrugada dirige tus dedos al sur de tu ombligo.
Sé que puedo ser
los segundos en los que aguantas la respiración para recordar esa verdad
desnuda y descarnada y descarada que insulta tus certezas los viernes antes del
mediodía.
No sé si puedo
cuadrar en abril tu declaración de renta y los números del año anterior para que
el Sr. Montoro esté contento. Pero creo que puedo ser resguardo para sus
tormentas.
Puedo, ya ves,
dejar mi saliva en tus labios el huracán tras tu esternón. Incluso, en ocasiones,
creo que puedo ser, la maldición que habita en tus ojos, la compasión de tus
manos, la maldad que como gotas de agua fría recorre tu espalda. La prohibición
que salta en tus pestañas. El ronroneante sonido de tus orgasmos, la presión de
tus manos en mi cabeza apretándola entre las piernas. El olor de tus muñecas y
tu cuello.
A mi me has convencido, así que imagino que la tienes loquita, sobre todo si al final consigues cuadrarle la declaración de la renta...
ResponderEliminarUn besote.
Lo cierto es que la declaración de renta me la hace a mi. Jajaja pero ssshhh es un secreto
ResponderEliminarMaravillosa y exquisita tu voluntad…y además, seguro que muy bien llevada a cabo!!
ResponderEliminarUn placer visitarte ;-)
Bsoss!!
Ginebra. Aquí siempre eres mas que bien recibida......
EliminarPues si, vale la pena ser y estar,para todo lo que relatas con esa exquisitez, seguro que compensa todo lo demás. Un placer siempre leerte, me emocionan tus palabras. UN ABRAZO
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