En nuestras vidas nos vamos
topando con personas, hombres y mujeres con las que de un modo u otro acabamos
compartiendo retazos de vida, trocitos de cielo, experiencias, heridas,
trabajo, momentos trascendentes, cambios. O, tan sólo, un simple café y un
sencillo buenos días. Personas, que de un modo u otro van forjando nuestra
manera de ser, de comportarnos e incluso de mirar. Claro, cada uno es como es y
cada cual vive la presencia de otros como puede o quiere.
Hay personas que marchan de nuestra
vida como lo hace la huella de un niño dejada en la arena a la orilla del mediterráneo. Arrastrada por
la fuerza de las olas del destino. Sin dejar marca ni rastro. Como si nunca
hubieran existido, sin dejar tras de si ni una historia, ni un presente, ni un pasado
ni un leve recuerdo. Ni tan siquiera un susurro de lo que se compartió, de lo
que se vivió.
Las hay que enraízan en nuestro
cuerpo como enraízan los jazmines en verano trepando en tus sentimientos como
el olor de esta planta enredado en tu pelo, que arraigan en el esternón
como los olivos al sol del sur. Dejando
su esencia en nuestra espalda, su eterno recuerdo entre los dedos, su memoria
perenne como las hojas de las acacias. Algunas de estas también acaban
desapareciendo o alejándose de nuestra presencia, pero lo hacen del mismo modo
que va escapándose el agua que habitó en el hueco de tus manos; Sin que medie
tu voluntad, sin que tú quieras que marchen.
Algunas quedan por siempre
acompañándote en el camino. Dejándote, si es preciso, sus zapatos, porque hace
mucho se pusieron en los tuyos. Sufriendo tus males, riendo tus risas,
alegrándose por tu felicidad y por las golondrinas que revolotean por tu
cabeza. Esas que siempre están en los taquígrafos que escriben tu biografía, en
las luces que la alumbran y en las sombras que la ennoblecen. Esas, aún lejos, están cerca porque así lo sientes,
porque lo notas en los huesos como se nota la tormenta. Las que no preguntan,
bien porque saben la respuesta, bien porque no les importa. Esas que han conocido,
que conocen, tus heridas y han sufrido cada una de ellas y soplado sobre todas.
Las que enmarañan sus manos con las tuyas y andan tu vereda.
Algunas personas, aún
desapareciendo, dejan tatuados en nuestra piel un precioso e imborrable
recuerdo similar a esas formas que los orfebres cordobeses daban a las
filigranas de sus zarcillos. Dejan una impronta que se transforma en sonrisa
cuando tu cabeza loca, a la que se le olvida olvidar, trae su recuerdo a tu mente.
Hay personas que aman como quien
hace piezas en una fabrica o limpia un baño ajeno; a disgusto, sin ganas,
“porquetoca”. Las hay que lo hacen como un gato salvaje y hambriento perdido en
un bosque o como las gacelillas que
buscan agua en la sabana africana, con
fuerza, pasión desatadas, con tesón, sabiendo que lograran lo que buscan.
Las hay que mientras tu abres los
ojos abren sus manos, sus brazos, para que te cueles dentro y nunca soltarte,
para arroparte, arrullarte como el que arrulla a un niño helado y adherido de
frío.
Algunas personas (las que más)
pasan sin pena ni gloria, ni frío ni calor, desabridas, triviales,
intrascendentes. Inexistentes. Con el único interés de ser olvidadas aún antes
de que su desagradable olor abandone nuestras narices.
Otras, como si quisieran nivelar la balanza universal, son imprescindibles en
tu existencia, en los años de tu senda y quedan, como un buen aroma en la ropa
limpia, envueltas en tu vida. Esas que cuando se requiere nos recuerdan lo que
ya decía Benedettí :
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Sutil para tus enemigos y elegante para tus amig@s... muy bueno.. !! la vida hecha un circulo.. ;-)
ResponderEliminarPrecioso escrito Carlos, y ciertamente, hay todo tipo de personas que pasan a lo largo de nuestras vidas, todas dejan huella, unas más, otras menos, otras a penas perceptible, ni siquiera la presencia. Pero de todas aprendemos algo, todas se llevan un trocito de nuestras vidas, un minuto de esencia, un aire de aunque sea solo de buenos días, al mismo tiempo tambien aprenden algo de nosotros, algo que quizás sin saberlo le hemos enseñado en unos minutos sin saberlo ambas partes.
ResponderEliminarY la vida sigue...... y seguimos encontrando personas.....y nada es nuevo.
Me ha encantado todo el escrito. Un abrazo.
Así es…la vida se compone de esos trechos y experiencias vividas o sufridas con aquellos que van surgiendo en nuestro camino. Son nuestro sustento ante un mundo materialista “quizá por necesidad” que nos ahoga y nos priva de la verdadera esencia que sí nos nutre y nos aviva el alma. Todo se hace nada si no tienes con quien compartirlo y vivirlo, y nuestro camino es una sucesión de encuentros maravillosos y otros no tanto, que iremos atesorando o eliminando.
ResponderEliminarTus textos siempre inspiradores mi querido amigo, incitan a la reflexión, y a ese sentir que todos llevamos en nuestro interior cual tesoro bendito…
Bsos y cariños! Feliz día ;-)
No es difícil poner nombre, apellidos y rostro a esas personas, de café o de toda un vida, de las que hablas... Y, al margen del tiempo y del calado, no podemos prescindir de ninguno de esos trocitos de cielo como tampoco podemos hacerlo de las heridas o de un simple buenos días.
ResponderEliminarGrande Benedetti.
Un saludo!
Ufffff.... Brutal!
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