En ocasiones, en muchas ocasiones, no sabes como suceden las cosas, no sabes en realidad que ha pasado, como ha pasado, por qué ha pasado… En realidad da un poco igual. En ocasiones, también, tienes momentos cargados de magia y de momentos exquisitamente sexuales.
Tampoco sé muy bien como empezó esta historia; supongo que como siempre, con besos y caricias robados a los dioses, con vino robado a la tierra, con miradas robadas al alma, esas que te llevan al campo de batalla más de una vez recorrido que es el sexo. Pero en mitad de un beso, de uno de esos que se olvidan un segundo después de haberlo dado, harto de ser el único desnudo, te arranqué la poca ropa que abrigaba tu cuerpo, que cubría tu piel y tus mal escondidos deseos. Te la arranqué no apetecían sutilizas, ni te quieros soplados al oído como el que sopla heridas. No apetecian poetas ni poemas. Cuando dijiste las primeras palabras de la pasión que debería de estar desatada y permanecia amarrada a ves a saber donde.
- Eiiiiiiiii, no sé si sabes que por ahí yo jamás….
No dije nada. No hablé. No hacia falta. Vi claramente como leíste en el verde acero de mis ojos lo que decía a silenciosos gritos mi deseo, como entendiste claramente que ya no eres una niña, que hace muchos años que dejaste de serlo, que no tenías porque ser siempre una dama.
Así que en vez de hablar o gemir, deje caer desde mi boca más saliva a la punta del final de aquella parte de mí cuerpo que tantas veces entró en tu boca para empaparse de tu saliva, para dejar su blanca lluvia en el cielo rosado y sin estrellas del paladar de tu boca, para recorrer blanca tu lengua y tus labios, esos que yo mil y una noches había besado.
Acerqué mi virilidad al final de tu espalda. Allí donde se le da un nombre mucho más interesante. Empujé. Gritaste. Sentiste dolor, un dolor que se mantuvo en tu memoria el tiempo que se mantiene el primer mal olor de una olla de café, ese que luego da paso a un maravilloso aroma que todo lo invade de vida y huracanes de deseo y desaprisionan la pasión del árbol del pudor. Pudor inexistente ya. Pero no era olor lo que te invadía, era parte de mi hombría lo que estaba dentro de ti.
Giraste tu cabeza y tu pelo, tu lengua y tus manos que se apretaban contra el suelo buscaron el tanga que minutos atrás arranqué de tí. Lo mordiste fuertemente como las indias en las pelis de vaqueros muerden un palo de abedul mientra les extraen balas de sus heridos brazos. Gemías, medio gritabas. Gemidos que andaban de puntillas y con mucho cuidado por ese fino hilo enhebrado de plata que separa el dolor del placer, con miedo a caer en el lado equivocado. Seguí moviéndome, entrando y saliendo de ti, agarrado a tu pelo y perdida mi vista en la curva de tu espalda y sus lunares.
Tus gemidos definitivamente cayeron, de bruces y sin remisión ni excusa ni duda, del hilo de plata. Cayeron al lado del placer y allí se quedaron retozando un buen rato, aprisionados en los brazos del disfrute, yaciendo en una gloria casi recién experimentada. Permanecieron el tiempo justo para que yo terminara mi movimiento, para que yo acabara explotando dentro de ti dejando bien patente que el sexo es la cosa más natural del mundo y que nosotros nos llevábamos muy bien con la madre naturaleza.
Depositamos en la cuenca del hueco de tu ombligo, líquidos y fluidos de nuestro cuerpo, entre otros, tu sudor y mi saliva. Allí se mezclaron con la misma magia que los ancestrales alquimistas embarullaban sus mejunjes y potingues en busca de la eterna juventud, desconocedores, quizás, que esa eterna juventud tan sólo puede encontrarse en juegos como los que tu y yo acabábamos de disfrutar.
Tampoco sé muy bien como empezó esta historia; supongo que como siempre, con besos y caricias robados a los dioses, con vino robado a la tierra, con miradas robadas al alma, esas que te llevan al campo de batalla más de una vez recorrido que es el sexo. Pero en mitad de un beso, de uno de esos que se olvidan un segundo después de haberlo dado, harto de ser el único desnudo, te arranqué la poca ropa que abrigaba tu cuerpo, que cubría tu piel y tus mal escondidos deseos. Te la arranqué no apetecían sutilizas, ni te quieros soplados al oído como el que sopla heridas. No apetecian poetas ni poemas. Cuando dijiste las primeras palabras de la pasión que debería de estar desatada y permanecia amarrada a ves a saber donde.
- Eiiiiiiiii, no sé si sabes que por ahí yo jamás….
No dije nada. No hablé. No hacia falta. Vi claramente como leíste en el verde acero de mis ojos lo que decía a silenciosos gritos mi deseo, como entendiste claramente que ya no eres una niña, que hace muchos años que dejaste de serlo, que no tenías porque ser siempre una dama.
Así que en vez de hablar o gemir, deje caer desde mi boca más saliva a la punta del final de aquella parte de mí cuerpo que tantas veces entró en tu boca para empaparse de tu saliva, para dejar su blanca lluvia en el cielo rosado y sin estrellas del paladar de tu boca, para recorrer blanca tu lengua y tus labios, esos que yo mil y una noches había besado.
Acerqué mi virilidad al final de tu espalda. Allí donde se le da un nombre mucho más interesante. Empujé. Gritaste. Sentiste dolor, un dolor que se mantuvo en tu memoria el tiempo que se mantiene el primer mal olor de una olla de café, ese que luego da paso a un maravilloso aroma que todo lo invade de vida y huracanes de deseo y desaprisionan la pasión del árbol del pudor. Pudor inexistente ya. Pero no era olor lo que te invadía, era parte de mi hombría lo que estaba dentro de ti.
Giraste tu cabeza y tu pelo, tu lengua y tus manos que se apretaban contra el suelo buscaron el tanga que minutos atrás arranqué de tí. Lo mordiste fuertemente como las indias en las pelis de vaqueros muerden un palo de abedul mientra les extraen balas de sus heridos brazos. Gemías, medio gritabas. Gemidos que andaban de puntillas y con mucho cuidado por ese fino hilo enhebrado de plata que separa el dolor del placer, con miedo a caer en el lado equivocado. Seguí moviéndome, entrando y saliendo de ti, agarrado a tu pelo y perdida mi vista en la curva de tu espalda y sus lunares.
Tus gemidos definitivamente cayeron, de bruces y sin remisión ni excusa ni duda, del hilo de plata. Cayeron al lado del placer y allí se quedaron retozando un buen rato, aprisionados en los brazos del disfrute, yaciendo en una gloria casi recién experimentada. Permanecieron el tiempo justo para que yo terminara mi movimiento, para que yo acabara explotando dentro de ti dejando bien patente que el sexo es la cosa más natural del mundo y que nosotros nos llevábamos muy bien con la madre naturaleza.
Depositamos en la cuenca del hueco de tu ombligo, líquidos y fluidos de nuestro cuerpo, entre otros, tu sudor y mi saliva. Allí se mezclaron con la misma magia que los ancestrales alquimistas embarullaban sus mejunjes y potingues en busca de la eterna juventud, desconocedores, quizás, que esa eterna juventud tan sólo puede encontrarse en juegos como los que tu y yo acabábamos de disfrutar.
Eso si que es empezar bien el año...
ResponderEliminarEnhorabuena por empezar el año tan bien.
ResponderEliminarMis mejores deseos para el resto de año que queda por delante.
Un beso
Hacer del sexo mas guarro,mas bestial algo tan hermoso como lo que acabo de leer, no lo sabe hacer mucha gente, ahí es donde radica tu elegancia, tu saber estar, tu caballerosidad, sensualidad, y tu hombría... "que no tenías porque ser siempre una dama" (me ha encantado esa frase..)
ResponderEliminarEspero que sigas el resto del año tan bien. UN besito
Mmmmmmmmm, así sí se empieza bien, aunque la entrada a estas horas es contraproducente, digamos que altera el organismo y oye...que dan ganas de copiarlo todo enterito y llevarlo a la práctica.
ResponderEliminarUn beso?....
Mmmmmmm......Estupenda manera de empezar el año!!
ResponderEliminarQue siga, que siga así el resto del año.
Besos Carlos, recién horneados
Ups, sexo salvaje.El amor fue parte también?
ResponderEliminarBién por ambos, si ese fue el final deseado ;)
Felíz 2011!
¡Te has superado escritor!!!!
ResponderEliminarBesos Carlos
Eso no ha sido un momento sino un momentazo y cómo lo has contado ha sido un gusto.
ResponderEliminarSer siempre una dama a veces puede ser aburrido.
Empezamos bien el año por lo que leo, me alegro por ti y por esa chica que ya ha aprendido que se debe ser dama a ratos.
ResponderEliminarBesos.
Empiezas el año fuerte eh!! Pues que el nuevo año te traiga más momentos como este!
ResponderEliminarSaludos.
En el sexo no hay nada prohibido, todo es posible y la imaginación juega un papel muy importante.
ResponderEliminarTe superaste amigo.
Besos
Qué sinfonía de sexos que juegan a reirse.
ResponderEliminarQué sinfonía de placers hurtados a los dioses...
Maravilloso Carlos.
Te beso y feliz año
Así me gusta Carlos, empezando el año con fuerza y garra....je,je,je...
ResponderEliminarUn besazo majo.
¡Caramba!, vaya comienzo de año... si hasta el teclado parece que se derrite...
ResponderEliminarSimplemente poderoso, honesto... esta si es una realidad crudita...
Un Abrazo
Entre placeres nos deslizamos. Me llevas con tus textos desde la música a las caricias, al disfrute de la piel... en libertad.
ResponderEliminarMe gusta el respeto y la sutileza de tus palabras.
Un abrazo-
Tío, es que hasta echando un polvo salvaje eres elegante... Explícito y sensual, atrevido y romántico, sugerente y directo.
ResponderEliminarVamos..., una genialidad. ¡Qué los Dioses te acompañen!
La elegancia hecha palabra, para describir con buena letra sexo placentero sin caer en el peligro de cualquier vulgaridad...Si lo haces todo tan bien, debes tener mucho peligro...
ResponderEliminarNo se si es el portatil o la lectura, pero de pronto hace mucho calor......
Vaya, buena forma de contarlo, lo has dicho todo sin ser explícito, cosa que se agradece...
ResponderEliminarBesicos
Fenomenal... el texto y el acto en si!
ResponderEliminarQue se den muchos más, como este o cómo apetezcan.
Que tenguis un bon any!!!!
Buuuff, nene, me has puesto como una moto. Menuda manera de empezar el año :-DD
ResponderEliminarBesos salvajes.
De verdad, Carlos, que te has superado. Esa frase de "...no sé si sabes que yo...." me ha recordado tiempos pasados. En el mundo del sexo todo es posible y jugar hace que una pareja dure y dure y dure....
ResponderEliminarUn fuerte abrazo. Lola
Linda noche aunque movidita...
ResponderEliminarBaltasar ha sido pillado cruzando en patera el estrecho, Gaspar detenido en un control de alcoholemia de la Guardia Civil y Melchor está de luna de miel por su reciente boda gay con uno de sus pajes… Los tiempos cambian pero los deseos son siempre los mismos: FELIZ AÑO 2011.
Muakksss
Bueno con una entrada de año así, cualquiera...
ResponderEliminarUn abrazo, Carlos.
Jejeje, aprovechaste que estrenabas el año para estrenarlo todo. Levantemos la copa del placer para brindar por este nuevo año y los nuevos gozos.
ResponderEliminarMe encanta tu faceta sólo para adultos, Carlos. Espero que sigas ahondando en ella... y que, de paso, nos lo cuentes ;)
Un beso desde mi Jardín.
Hola!me he colado en tu rinconcito...y no veas ehh...menuda manera de empezar el año!!espero que el ritmo no decaiga jaja, carpe diem, memeto mori ;)
ResponderEliminarAla!!!, pues sí que empezamos bién el año, eh!!, toda una carga sexual bellamente plasmada con el mejor de los estilos amigo, mis felicitaciones por el escrito, por el año entrante, que te siga todo igual, y te deseo que te colme de ilusiones, sueños y proyectos, te mando un abrazo desde el sur.
ResponderEliminarPues no sé, dudo entre aplaudirte o abofetearte, en cualquier caso, el relato me ha parecido magnífico, de un erotismo fino y elegante.
ResponderEliminarBesos.
WOW, me sonrojaste tío.
ResponderEliminarSí, sin duda, está muy bien escrito. Con las palabras precisas y con ejemplos clarividentes. Pero ella quería y estaba dispuesta? creo que al final logró disfrutar, por tanto, también gozaría...
ResponderEliminarun saludo.
No hay nada que excite más que un "tu sabes que yo nunca ...." allí es cuando las ganas de trasgedir se apoderan de nosotros. El sexo anal es algo que hay que darse el trabajo de aprender, como tú bien dices, despues del dolor al iniciar se disfruta tanto, que bien lo vale.
ResponderEliminarUau que bien contado. Me encanta lo del hilo de plata que separa el placer del dolor, efectivamente así es.
ResponderEliminarHola! vengo del enlace de -Princesa-
ResponderEliminarMe ha encantado, unas metáforas preciosas.
Enhorabuena,
Nuda