Parece que, como cada año, el sol y la luna
han ido girando según lo previsto, que los solsticios se van aposentando en los
sillones que les corresponden, que la nieve empieza a deshelarse perezosa sobre
las cimas de las montañas. Parece, ya ves, que pronto el sol brillará más
fuerte, y las olas vendrán, despacito, acompasadas y cadenciosas, a acariciar
tus piernas con el agua y la sal
templadas.
Y, oye, el mundo sigue inhóspito y cruel. Maldito
y estúpido. Buscando culpables en las victimas. Perdonando a los verdugos y echando
de sus casas, sin perdón ni piedad, a niños que tal vez mañana no coman
caliente. Pero, perdonadme, en ocasiones apetece olvidarse un rato de todo lo
gris que envuelve los días y dejarse mecer por las cosas buenas.
A mí, personalmente, me apetece convertirme
en sombra, de esas que tanto se agradecen tras el sol, y habitar en tu reflejo.
Perderme en tu mirada. Enredarme en tu pelo. Compartir una canción al oído, o
una poesía, o el roce de tus labios. Una lumbre en la que quemar periódicos y
sus noticias. Robarte el escalofrió que recorre tu espalda cuando te sientes
observada por mi verde mirada.
Podría esperarte en tus sueños, agazapado en
algún rincón que sólo ocupe yo, y allí, en ese sueño, bajar a una palma de tu
ombligo. Enterrarme en tus piernas y beberte a sorbos a ligeras lamiditas y
besos. Probar contigo espejos, el veneno afincado en los botes pequeños, la
confitura que se esconde en las botellitas de colores diminutas.
Apetece ser feliz a pesar de la pesadilla del
mundo. Vivir, respirar, soñar, quemarse los ojos de la felicidad que puede anteceder al verano.
Traer paz y flores. Regalar un libro de José Luís Sampedro ( te debo un post
maestro). Imaginar como sería su vieja sirena. -Tal vez se parecería a ti-,
incluso soltar alguna lagrima recordando al hombre de tez aceitunada y, casi
mis ojos, que habitó en su sonrisa etrusca. Vivir y escuchar. Tocar y sentir.
Parar y seguir.
Serán estos primeros calores, de camisa
blanca sin corbata, los que traen en el
aire vespertino de anocheceres tardíos, las ganas de dejar en el hueco de un árbol
de la ciudad todos los besos que aún no te he dado, algún recuerdo del pasado.
El proyecto de un viaje a tu ombligo.
... "Apetece ser feliz a pesar de la pesadilla del mundo"
ResponderEliminarestoy contigo, preciosas palabras, me ha encantado¡¡
un besazo¡
Una apetencia generalizada, sospecho.
ResponderEliminarMe alegra volver a leerte, Carlos. :)
Besos.
Preciosa manera de abrazar al calor de piel y alma que nos llega... ;-)
ResponderEliminarUn placer siempre visitarte amigo...
Muackss!!
Va llegando el calorcito pero con él no llegan las buenas noticias así que lo mejor es olvidar lo malo y hacer lo que tú haces...
ResponderEliminarM encantò el post y espero que el proyecto del viaje al ombligo no se quede solo en proyecto y lo puedas hacer realidad .Un abrazo
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