En tu habitación vuelan dragones y brillan
estrellas velando tu sueño. Ese sueño que ha venido a mecerse entre los balcones
de tus pestañas, mientras tú andabas repartiendo caricias y abrazos entre tu
madre y los recovecos de mi pecho, donde acabas, como casi cada noche, rendido
de las experiencias del día. Feliz y amodorrado. No hay nada mejor en el mundo
que verte dormido en paz.
Al dejarte descansando en tu camita no puedo
evitar pensar que el fuego que prometió Prometeo, al menos el que me prometió a
mí, eres tú y tu sonrisa, el brillo en
tus ojos, y el candor de tus manos, las chispas de felicidad que habitan en tus
dedos y recorre tu pelo.
Dos añitos, cariño. Dos añitos piccolo
guerrero. Hace hoy dos años que traes la primavera al mundo y a mis brazos. Dos
años en los que el tiempo no clava sus agujas en mi piel, sino que acaricia mi
cara con la ternura del roce de tus besos. Dos años en los que hemos aprendido
muchas cosas juntos, a andar y perseguir las pelotas y las palomas, a correr
tras los sueños, los dragones y el futuro, a cerrar los ojos cuando aprieta el
cierzo, a “veure les gotes quan plou”. Hemos construido castillos de arena y
viento en los que hemos dejado que habiten, por un rato, hasta que lo arrullen
y se lo lleven las olas, caricias y fantasías.
Las primeras palabras pasadas por el tamiz de
la infancia, las primeras frases inconexas y brillantes, los primeros abrazos
apasionados, naturales y sencillos. Esos con los que tus bracitos aprietan todo
mi cuerpo y mi cuello, mientras susurras “papaaaa” a mi oído justo cuando el
primer bigbang de felicidad primigenia estalla tras mis costillas y mi pecho.
Nunca nadie me cogió, ni cogerá, tan fuerte.
Ya ves, cuánto hemos vivido juntos en tan
poco tiempo, cuánto hemos aprendido. De la mayoría de cosas no te acordarás. No
te preocupes, yo te recordaré cómo
balbuceaste “paaaapa” hace tanto tiempo entre montañas y nieve, los primeros pasos que diste en la playa, del
resplandor de tus ojos reflejado en el de las “balenas”. De cómo gritas algunas
mañanas “ Carrrrrrlos Pernil”, o “maaaaaaama vine”
Te recordaré esta parte tan maravillosa de la
historia de mi vida, de tu vida, de la vida de tu madre. De la felicidad que esparces
sin saberlo, como un sensible campesino reparte buenas semillas en los campos
del sur, sobre nuestras espaldas y en
los toboganes de rizos de mama. Como enmarañábamos papeles con lápices de
colores imaginando que eran “balenas, pingüins o llops”
Mientras un tigre blanco, un oso, un águila,
un caballo, un hipopótamo, un mono, una vaca, un elefante, un León y su
cachorro, un perro negro, un dálmata gran i un altre petit, un zorro, dos
gatos, tres pingüinos, un castor, un mapache, una ardilla, dos cachorros de
tigre, una ballena, un búho del norte,
una tortuga, dos lobos grises y una pantera agazapada vigilan tus juegos yo me
asomo a la refulgente llama de tus ojos y me fundo entre tus besos y el
porvenir.
Lo mejor es que aún nos queda tanto por
hacer. Procuraré escribirte algo, como mínimo, cada año. Porque queda mucho: Contar las estrellas tirados en la arena de
nuestro mediterráneo mientras las olas acarician nuestros pies y la luna
(Khonsu, ya te contaré) nos sonríe. Nadar en el agua de ese Mar. Aprender a
sumar cuentos, a leer, a seguir. Los primeros nuevos dientes. Las primeras
heridas. Los primeros éxitos, los primeros fracasos. El primer amor…. Tanto que
aprender, tantas aventuras. Tantas cosas que uffffff, piccolo guerrero, aún
queda todo. Todo un camino que andar y mil flores que regar.
Siempre te acompañare en el viaje y en la
vida, incluso en los momentos en que tan sólo haya escombros a tu alrededor. –Sobretodo
en esos momentos estaré cerca y con mis manos dispuestas.- y no habrá árbol lo
suficientemente alto, camino difícil o mar embravecido que me impidan soplar en
tus heridas, empujarte hacia la cima que quieras conquistar, darte el aliento
que necesites si es que tus fuerzas se han agotado.
No voy a volar por ti, ni me pondré tus
zapatos. Será tu camino, tus decisiones y tu vida la que tendrás que afrontar
vivir y doler. Pero intentaré darte alas, enseñarte a mecerlas entre las nubes
y a llenarlas del buen aire que te impulsa y no te tumba. Procuraré darte
herramientas para que golpees fuerte el yunque de la vida y forjes todos tus
sueños y futuro. Espero, ya ves, no dejarme cosas en el tintero, serte siempre
sincero.
Fíjate, tan pequeño y tu sonrisa es ese
cuarto de luna creciente que siempre apuntalará mi alma.
Felicidades pequeño. Muchas felicidades.
Mis felicitaciones por esos dos añitos tan bién llevaderos entre los brazos de un padre que se derrite entre las sombras Carlos, un abrazo y un perfecto escrito para su posteridad.
ResponderEliminarPreciós, molt emotiu i una gran sort! Gaudeix :)
ResponderEliminarUna abraçada forta company!
Es precioso lo que haces y lo que te queda por hacer al lado de tu hijo, pero.... cuidado, que el tiempo pasa en un vuelo y hay que aprovecharlo. Un abrazo.
ResponderEliminarQue bien que hayas dedicado un post a tu niño, y es que es son adorables, yo tengo uno de la misma edad y es increible como un ser tan pequeño pueda ocupar un espacio tan grande en nuestro corazòn. Optimo post
ResponderEliminar