Déjame que desenrede la madeja de
dudas que se agazapan y habitan en tu pelo, mientras, dame aire con la ternura del abanico
de tus pestañas. Saborear de tus labios el vientecillo de libertad que mece las
hojas de las jacarandas en este recién nacido otoño.
Déjame que escriba con hielo, en
tu espalda desnuda, una poesía de esas que no borra el tiempo y que quedan
acurrucadas por siempre entre las manos de tu alma.
Déjame pasar los inviernos bajo
tu piel y buscar contigo un Shangri-la perdido en el que no se encuentre ni
James Hilton ni las tediosas horas del inapetente devenir diario. Sin relojes
ni calendarios ni rutinas. Un lugar en
el que poder compartir sonrisas, abrazos y vinos. Un lugar en el que volver a
mostrarte mis heridas y soplar en las tuyas.
Déjame hacerte un abrigo con
hojas de romero y arrullarte con la lumbre de mi pecho en las primeras noches
de noviembre. Déjame, eso si, las
puertas abiertas por si quiero que me dé el aire. Deja miguitas de pan por si me pierdo poder encontrar el camino de
regreso al cielo del paladar de tu boca. Déjame imaginar tu cuerpo desnudo, el
color de tu ropa interior, que me pierdo entre tus piernas y en el hueco de tu
ombligo, d´jame que lo imagine y después… sácame de dudas.
Déjame que me refugie las
lluviosas noches de enero en esa trinchera que hace el hueco de tus manos que
me emborrache con tu aroma y el licor de tu boca para soportar mejor el relente
de esas noches.
Déjame ser la crisálida en la que
crezcan las alas de tus anhelos el olor a camagrocs en las últimas tardes de
octubre. Tu abrigo cuando la escarcha helada deje las calles de nuestra ciudad
llenas de humedad y frio.
Ufff...
ResponderEliminarYo te resuelvo las tuyas, pero sácame tú de dudas, Carlos!!! Pocas no tengo...
Jajajajajj
Estoy deseando volver a cruzarme contigo!!! Muack