Lo cierto, es que en esta ventana
de realidades y poemas desprovistos de poesía, hemos hablado un poco de todo. De
faldas cortas y tejanos desgastados, del querer y el odio, de damas y
caballeros, de alegrías y tristezas. De la vida, al fin y al cabo.
El otro día fui conocedor, alguien compartió conmigo una
de esas noticias que no son noticias alegres. O tal vez si, tal vez si, digo,
porque deja una posibilidad de lucha, una obligación de presentar batalla a las
dolencias que al parecer va a sufrir el cuerpo, y como no, su inseparable alma.
Un momento en el que los análisis médicos lejos de ofrecerte una sonrisa
devuelven una bofetada.
Me preguntaba, fíjate, al ser
conocedor de esa noticia dicha por voz
de doctor a un amigo mediante las ondas que llevan nuestras palabras por el
aire, de la triste sensación que debe quedar en el corazón cuando deshojando la
margarita de la vida, al arrancar una de sus hojas de su cáliz, esta hoja te
dice que tal vez te quede poco por vivir y mucho por sufrir. Que tal vez, sólo
tal vez, no vas a ver crecer a tus hijos, ni sus fracasos ni sus triunfos.
Esa extraña huella, invisible e
indeseable, queda aprehendida en tu espalda cuando percibes que el aliento de
la negra dama está cerca y apretando en las costillas y en el riñón, trayendo
en sus manos dos billetes; uno para el barrio que hay detrás de las estrellas y
otro para seguir caminando hacia el carnaval que es la vida. El persistente
runrún que en la cabeza debe de decir una y otra vez “señor aparta de mi este
Cáliz”
Cuando se enreda en tu corazón la
posibilidad, cercana, o no, de dejar de ser antes de tiempo, de una larga
enfermedad. Miedo y pavor al mañana. Terror a que se seque la clepsidra dejando
en el tintero de tu vida renglones por escribir. Cuando el análisis de las células
dicen que es momento de preparar un arsenal de defensas, de hacer fuerte el espíritu
del guerrero que todos llevamos dentro. De Estar listo para la lucha, de ser
fuerte en la contienda, de presentar un combate, que, sin duda vas a ganar.
Ese instante en que un murmullo
atraviesa el muro de certezas, que todos nos hemos construido, y posa en el
cerebro la incertidumbre de cuánto durarán los mañanas. Ese odio a ti mismo,
que renace en tu diástole, mientras nace una lagrima en los ojos, por los besos
que no has dado, por el placer que te has ahorrado. Se queda uno sin palabras y
se encuentra uno con muchas de las dudas que ha evitado.
En fin. No sé. La vida no fue, ni
jamás será fácil. No queda más que enviar todas las fuerzas que se pueda a
aquel que las necesite. No queda más que acordarse de aquello que mi padre decía
muy a menudo; Día que pasa no vuelve.
Ay!
ResponderEliminarAyyyyyy
Eliminarcuanta razón tenia tu padre.
ResponderEliminarun saludo
Mucha, tenía mucha razón......
EliminarAsí es amigo! gracias por tu comment en mi blog...
ResponderEliminarCuánta razón tu padre...
Yo ahora con el mío, estamos pasando por uno de esos momentos...y es en estos casos, en los que la vida te pone a prueba, cuando te das cuenta de que hay que vivir cada momento, como si fuese el último, (siempre que se pueda claro) porque hay veces que es inevitable, que esa lágrima de la que hablas, asome.
Besazo!
Aprovecha mucho esos momentos. Disfrútalos. Vivelos.
EliminarMi abuelo me decía lo mismo. Mis padres me lo repitieron y yo también lo digo.
ResponderEliminarNos pasamos la vida sin pararnos a pensar en los momentos que perdemos y sin darnos cuenta de los momentos que podemos disfrutar. Cualquier instante es importante y todos necesarios, por bien o por mal. La vida es dura y la dama negra, irremediable cita ésa con ella, puede ser un alivio. Hay que pensarlo desde el punto de vista más altruista y menos egoísta. La dama negra no siempre viene para amargarnos la existencia, viene para enseñarnos a vivir a los que nos quedamos. Esa es la prueba que debemos superar.
Mucho ánimo y a pesar del dolor, encuentra ese lado positivo.
Besos.
Es cierto cualquier momento es importante y hay que vivirlos todos disfrutarlos todos... Sufrirlos todos. Bienvenido y bienhallado
EliminarSabemos de su existencia, que nos acecha desde su oscuro abismo que sí percibimos pero no queremos mirarlo. Dama que sin esperarlo nos muestra de pronto su mano…
ResponderEliminarNos enseñaron tantas cosas en la escuela…cómo vivir y sacar provecho de tan intrépido viaje, pero dejaron en el tintero como afrontar la meta.
Te perdí la pista en mi cambio de cuentas, pero de nuevo te encuentro por este laberinto de letras de aquellos que sentimos y escribimos…y como siempre, un placer leerte, sentir aquello que transmites, en este caso, duro y frágil sentimiento a la vez…
Bsos enormes…
Ginebra, que buenísimo volver a tenerte aquí. Nuevamente bienvenida y bienhallada...... Nos seguimos, nos leemos nos encontramos por estos lugares de letras y sonrisas
EliminarHola Carlos, acabo de ver tu mensaje en mi blog. Muchas gracias por tender esa mano, yo ya la he cogido y por aquí pasaré a tendértela de vez en cuando.
ResponderEliminarCurioso también que mi entrada de hoy tenga que ver con lo que decía tu padre.
Un abrazo.
He venido por primera vez a su blog. Me gusta, tanto en su diseño como en lo que escribes. Me apunté como seguidor suyo y lo invito a que venga a mi blog, se apunte de seguidor para quedar enlazados y seguirnos comunicando.
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