Cuarenta, ya ves, es nada. Un momento en el tiempo, un
momento sin más. Tal vez momento de seguir, de vivir de amar. Lo cierto es que
somos jóvenes y hermosos, porque uno, venga como venga la partida, es joven y
hermoso mientras se sienta así.
Y, tienen algo los
años que las letras, las palabras o los silencios que quedan pendidos entre la
estrofa de una y otra poesía no pueden expresar. Tal vez, eso, esa huella vital
tan sólo quede apuntada en esas bellas arrugas que el tiempo va dejando en
nuestro rostro, como deja azúcar septiembre en las uvas, como deja luz el
verano tras el sol vespertino y tardío.
Fíjate, amiga, que el
tiempo pasa y va dejando en el zaguán de los recuerdos, sonrisas, lágrimas,
recuerdos, planes, alegrías. Años. Una maratón con el tiempo justo. Antojos por
cumplir, palos por tirar, piedras que no han nadado en ningún rio, sueños por
soñar, vinos bebidos, besos que no se han dado, abrazos en la sombra. Fracasos.
Éxitos. Decepciones que encuentran la salida en el abrazo de un amigo, en las
manos del pasado, en los pies que van al
futuro. Y, Fíjate, que a pesar de todo de los años siguen viniendo siguen,
pasando…. Tal vez lo más importante, sean las sonrisas compartidas, las
confidencias escondidas, la amistad sincera en esos rincones del alma que
quedan agazapados en el baúl del tiempo, en la caja de los recuerdos, En las
botas del porvenir.
Ya ves, amiga, sólo, cuarenta gotas de agua en la clepsidra
de nuestras vidas, en los granos de arena que poco a poco, cadenciosos, pasan
por el estrecho devenir de los momentos que nos abrazan, que nos molestan, que
nos sonríen, que nos motivan a llorar, a reír, a agitar las manos. A vivir al fin y al cabo. Un precioso momento para
volver a mirar atrás, para respirar. Seguir y andar. Para suspirar con la
certeza de que queda mucho por vivir y que todo va a ir bien.
Mira, amiga, mira que tiene el tiempo, como mínimo, cuarenta
sonrisas. Cuarenta sombras. Cuarenta heridas. Cuarenta luces. Cuarenta motivos
para no contar los años y mil para contar las circunstancias que hacen que
tiemble nuestro corazón, que naufrague nuestra voluntad, se pierda la
intensidad de nuestras convicciones. Cuarenta amaneceres. Cuarenta ladrones sin
pistas para encontrar la luz tras la negra noche. Un hilo de Ariadna que nos sacará
del más oscuro de los laberintos.
Fíjate, amiga, que en
los brazos de tus amigos. De aquellos que te quieren, que aún no son
tan viejos ni tienen los brazos muy cansados hay un hueco para la
esperanza una lumbre refulgiendo por si hace falta y se hielan tus manos. Un
abrigo para los días de frio. Un paraguas por si llueve. Unos labios dispuestos
a soplar en las heridas. Una brújula por si pierdes el norte. Un abrazo. Y, tal
vez, la vida sea una bachata, un baile en el que moverse sin dudas ni vergüenza
ni miedo en los pies. Un baile que bailar descalza.
Fíjate, amiga, que tal vez la vida no sea más que el castañear de la
estrella que te mira cuando no duermes sola. Que el hombre que te ame descubra
que el mejor tiempo es el que pase contigo. Respirando tu aire. Enredado en tus
manos. Cepillando tu pelo.
La edad, a fin de cuentas, tan sólo es una cifra. Lo importante es cómo se sienta uno, cada año es experiencia que se suma en la cuenta y debiera ser alegría por lo vivido :-)
ResponderEliminarYo creo que si se le olvida siempre podrá releer esto.
Salud.