Últimamente parece que algunos se desgarran las vestiduras porque una cuantas personas acudan a la puerta de su casa a expresar su opinión. ¿tanto miedo da la verdad? ¿la voz?
Unas personas que están cansadas, hartas y hastiadas de ser los débiles, los perdedores, a los que siempre les toca la hiel y la sal, a los que se les niega la felicidad, para que unos pocos tengan la miel y las rosas a raudales. Ya está, ya está bien. Seamos serios y llamemos las cosas por su nombre.
La vivienda,
la vivienda digna es un derecho y no sólo porque lo diga el artículo 47 de la
constitución. “”Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y
adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necearias y
establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando
la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la
especulación…” No sólo por este precepto constitucional, que se olvida
mientras se enarbolan algunos otros como si fueran leyes divinas, sino porque
el más elemental de los sentidos nos hace ver la necesidad de salvaguardar un
hogar. De tener un sitio donde reís y llorar, donde vivir y pacer.
Este
derecho, se está conculcando cada vez más, en virtud del derecho, legitimo por
otro lado, de hacer negocio, de prosperar y de crecer que tienen los bancos.
Pero si bien es cierto que estos bancos están en su derecho de hacer negocios.
Estos deben de hacerse con unos límites, con una razón. Tenemos dos bienes
jurídicos protegidos que chocan como trenes en la noche. A saber; el de todo
ser humano a vivir con dignidad, y el de los bancos a hacer sus negocios. Pero
no nos olvidemos de un principio que debe regir, no sólo nuestro derecho, sino
que debería regir también nuestras vidas “el
Fabor Debitoris” Algo así como la
protección a la parte más débil.
Es
obvio, la parte más débil es el desahuciado, el que echan de su casa, al que le
quitan el pan y la sal, al que le roban los recuerdos y lo expulsan a patadas
de su hogar dejando en ella los cuadros por recoger, los recuerdos marchitos,
el olor del sudor por la pasión y el miedo. Los echan de sus casas dejando
allí, las primeras sonrisas de sus hijos, los primeros pasos de sus nietos, los
callos de sus manos cansadas de trabajar para levantar durante años lo que
algunos se llevan en minutos. Dejan allí, ya ves, el desconsuelo y el aroma del
último guiso aderezado con lagrimas y pimienta. No pueden los bancos desahuciar
los cachos de corazón que quedan colgados en el techo y enraizados en las
lámparas. Las risas que han recorrido el viento que entra por las ventanas. El
ruido sordo de los gemidos de la noche anterior. Lo eterno del silencio que
queda tras abrirse la puerta de una patada de la policía con un secretario
judicial detrás y un directivo del banco con una corbata del precio de todos
los muebles en el cuello, intentando tal vez, tapar sus vergüenzas.
Hay
mil soluciones, mil maneras. No son nuevas ni las quitas ni las esperas.
Debemos de proteger al débil, es una obligación moral, es lo que nos convierte
en humanos. Podemos adoptar la dación en pago. Una quita de la deuda adecuada
al valor de mercado. Una espera, el banco firma una hipoteca de treinta años
(donde está el problema si está unos meses sin cobrar hasta que la parte más
débil de ese contrato vuelva a trabajar?)
No
es extraño que muchos acudan a los domicilios de algunos a gritar su
desesperación y hartazgo. Estos, los gritados se escudan en su derecho a la
intimidad. Cogen la Constitución como si fuera un escudo que sólo protege a
ellos.
Esa
misma constitución en su artículo 10 nos dice: Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades
que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración
Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre
las mismas materias ratificaos por España.
Y esta, la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948
(ratificada por nuestro país muuuuucho más tarde) establece en su preámbulo: …”Considerando esencial que los derechos
humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se
vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión…”
Luego, los escraches, o como diablos quieran llamarlo.
No sólo son moralmente comprensibles, y razonables. Sino que deviene en una
actitud legal. Es licito y coherente que alguien que ve como caen las estrellas
sobre su pelo porque no tiene techo, que ya se le han secado las lagrimas de
sinrazón y desconsuelo, que ya no sangran sus heridas porque su cuerpo no
alberga más sangre, y que todo esto es así porque el estado no le protege y
prefiere ayudar a un muypoderoso banco. Es legitimo, como decía, rebelarse. Y
hacerlo, con un par de pancartas es una opción más que educada y respetuosa.
Me gustó mucho este post que mezcla tu conocimiento sobre el derecho y la realidad que golpea con fuerza este país desde hace ya demasiado!
ResponderEliminarUna abraçada company, i que mai s'acabin les paraules!
Si soluciones hay, lo que no hay es alguien que haga las cosas bien y con coherencia.
ResponderEliminarUn besote.
Siempre he creído que hacen más daños las palabras que los golpes, por eso estoy de acuerdo con toda manifestación que no implique violencia. Me parece aberrante que se traten de acallar las voces de ciudadanos que estan sufriendo tanto y que pidan que respeten el derecho a la intimidad de las familias de ciertos políticos, cuando son éstos los que no respetaron lo más mínimo los derechos fundamentales de las personas que se han quedado sin un techo para sus hijos y sin comida por no tener un trabajo digno.
ResponderEliminarLo que realmente me da rabia es que con esa puta mayoría sigan aniquilando esperanzas y sueños.
Me encantó leerte.
Petons de pluja primaveral.
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