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martes, 3 de noviembre de 2009

UNA BUENA CENA

Hace algunas noches, sin venir a cuento, sin prepararlo, sin causas ni porqués, sin preparación previa, así porque si y sin más, acabamos cenando un reducido grupo de personas que nos queremos. Que mejor que compartir las viandas diarias y/o nocturnas con gente que te aprecia y a la que estimas.

No fue una de esas cenas en sitios preparados con velas, sofás por asientos, y camareros de cera que apoyan la botella de vino en su antebrazo mientras tu pruebas si te gusta, o si la temperatura es la apropiada (por cierto que metan en la cárcel a perpetuidad al que dijo que el vino tinto se bebe a temperatura ambiente, a qué ambiente? Sevilla en agosto? O Anchorage en febrero?...). Que va no era uno de esos sitios. Bien pensado tampoco había vino en la cena, sino una sangría que lo único que tenia de bueno y autentico era el agua de los cubitos de hielo que enfriaban ese mejunje con vino barato y peor licor –eso si la fanta limón era fanta limón-

Era un lugar abierto con mucho espacio para que los niños jueguen, y allí estaba el pequeño J para hacernos reír a todos. J es una personita que aún no ha cumplido dos años (añitos me parece tan cursi, que me niego a escribirlo, coño ya lo he escrito!!!!) no ha perdido la inocencia, y tampoco la ha encontrado, lo que si que ha encontrado son sus pies y las posibilidades de correr y dar patadas que ellos le ofrecen. Mientras todos comían y bebían yo me dedique a correr detrás de J, cogerlo, achucharlo, morderlo, besarlo, tirarle arriba y abajo, en resumen disfrutar de su presencia.

Jugamos un ratito, y cansado –uffffff no se si sabéis lo que puede llegar a correr una criaturita de casi dos años, y más si le sigues el juego.- decidí mostrarle las estrellas y una preciosa luna en cuarto menguante que adornaba el cielo bajo nuestras cabezas. Parece que el pequeño abatido de tanto correr también decidió parar un rato y hacerme caso durante unos escasos minutos.

Decidí contarle un cuento enseñándole la Luna, el viejo cuento de “la princesa de Bakhtan”, uno de sus protagonistas es el antiguo dios egipcio de la Luna: Khonsu, (ya le compraran sus padres y amigos las ñoñerías de Disney), yo apuntaba a la Luna, le llamaba Khonsu y le contaba el viejo cuento sobre este dios lunar. Lo cierto es que no es un cuento para niños, ni para adultos… pero, lo adapté como pude. El niño reia, escuchaba extrañado. Le hacía gracia escucharme señalar a la Luna y llamarla Khonsu, y sentir palabras que él aún no entendía. Se mantuvo quieto y expectante poco tiempo, -Si es que tiene sólo dos añitos, otra vez dije el diminutivo…- pero parece que disfrutó del relato.
Yo al menos si.

Cansado de escuchar a su viejo tío se zafó de mi historia, se largó corriendo, llevándose mis cariños y abrazos escondidos bajo su camisa en algún momento blanca. Abrazó sin ningún pudor a una niña desconocida unos meses mayor que él, le señalo la luna y dijo “Tthonzu” Tthonzu” y empezó su charrameca incomprensible.

Khonsu siguió enseñoreando el cielo de agosto yo sonreí y ataqué esa infame sangría que me supo mejor que el mejor vino de la mejor tinta de toro.

3 comentarios:

  1. Tierno y bonito lo que cuentas! Ojala hubiera en el mundo un Konshu, que como a la princesa, quitara de dentro de los cuerpos los espíritus malignos. Creo que el mundo iría mucho mejor si el espíritu maligno de la corrupción y el poder fuera suprimido por Konshu. Un abrazo Lola

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  2. gracias Lola, a mi me gusta pensar que mucha gente tiene un khonsu en su interior

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  3. Pues yo quiero un tio asi, que me cuente cuentos de la luna y otros...me adoptas??

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