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martes, 26 de junio de 2012

EL PRECIO DE LAS COSAS.


Esta Maldita crisis, fíjate, está cambiando el mundo. O tal vez, debería decir que está cambiando nuestro mundo Europeooccidentalblancobienpensanteycaucasino. En el Sahel se siguen muriendo de hambre como hace cinco años y como hace diez, en Mexico siguen mojándose la espalda y jugándose la vida por cruzar el rio grande. Sudamerica sigue en la crisis que para ellos se inicio en el S. XVII, China y media Asia no ve más que arroz y trabajo en el horizonte. Africa es como, siempre fue, un lugar del que enamorarse en el que ir a vivir, y tal vez morir, pero sigue sin futuro, sin comida ni agua ni pan. Como decía, esta maldita crisis esta cambiando el modo de vivir, nuestros corazones y como no el precio de las cosas.

Baja el precio de la vivienda (y aún así hay miles de casas siguen vacías y miles de personas que no tienen donde dormir ni donde pacer) Baja el precio de las acciones (aunque la mayoría de los mortales jamás hayan invertido en nada más que su vida). Hasta los menús, en zonas de curritos y alrededores de oficinas bajan de precio.

Sin embargo, ya ves, yo sigo pensando que hay cosas que siguen sin precio, que ninguna agencia de riesgo podrá obligar a que deje de cotizar una mirada. Sigo sin saber que precio tiene un ratito a tu vera, cuanto y donde cotiza un ese segundo eterno en el que se queda congelado en el aire entre un ; “¿te he dicho alguna vez que te quiero?” y la respuesta de tus ojos en los míos.

Busco en los mercados bursátiles el valor, el precio, de esa satisfacción inconmensurable, impagable, que inunda todos y cada uno de los rincones de mi alma, si, si incluso esos a los que tú no llegas, cuando mi piccolo hecha una siesta conmigo y acomoda su cabecita en los recovecos de mi pecho, acomoda su respiración al baiben de la mía mientras sus ojos, despacito, como los de un cachorro de león somnoliento van cerrándose. La cantidad a pagar cuando noto como su preciosa boquita escupe el chupete para esbozar un “paaaaaaaapa” justo antes de dormir acurrucado en mis brazos. El viento que pasa por la ventana se queda congelado en el aire bailando con las notas musicales con la dulce voz de Mary Black entonando Babes in the Wood. No sé, aún, a cuanto cotiza ese preciso instante en que morfeo habita tu pechito y el oxigeno que nos rodea se transforma en miel y deseos.


No sé, llamarme ingenuo, el precio de un beso, de un abrazo, de un hombro amigo, de la cerveza de las derrotas, del cava del éxito, del polvo del camino compartido, del barco de madera que me hizo mi padre, del dolor de la vereda, del éxito de los caminos, del vino con el que compartimos sueños, deseos, esperanzas y certezas.


Aqueronte cobraba una moneda al traspasar con su barca el Estigio. Pero nadie puso precio al canto de las sirenas, al fuego de Prometeo, al extraño paso de agua que es la vida entre Escila y Caribdis. No he encontrado tampoco, en ningún libro de económicas el precio de la afilada hoja de cobre con la que cortar los nudos gordianos que día a día hallamos a nuestro paso.

Es curioso como cada día valen menos las acciones y tienen más valor tus besos, tus caricias y el pan partido y compartido. El recuerdo y el deseo.

Fíjate, somos capaces de poner precio a un pingus del 97 o del 2006. Y sin embargo una copa de cualquier tinto compartido contigo y tu sonrisa enredada en tu pelo carece de precio y de valor.

Sube la prima de riesgo y bajan negocios y sueldos. Parece escaso el pan y el vino, la luz y la sal. La factura del agua aprieta los bolsillos. Cuesta olvidar, tirar “palante”.

Sin embargo, llámame soñador o piensa que soy un candoroso necio, sigo prefiriendo tus manos acariciando las mías. Sigo valorando más la sonrisa de mi pequeño cada vez que tira el chupete como quien tira facturas que no piensa pagar y desprecia sinsabores.

Y la verdad, hasta que no encuentre el verdadero precio de, entre otras cosas, el brillo de felicidad que recorre esos enormes ojos casi negros cada vez que jugamos juntos, esa sonrisa de felicidad... seguiré pensando que no todo está tan mal. Seguiré pensando que la esperanza no tiene precio y no cotiza en más lugar que en nuestros corazones.

lunes, 18 de junio de 2012

VERANO Y PROHIBICIONES.



He vivido toda mi vida cerquita del mar, caminando en su orilla, mojándome mis pies descalzos con el agüita del mediterráneo.

El otro día fui con  la mejor compañía posible a disfrutar de un arrocito y un buen vino blanco y helado a la playa que me ha visto crecer, que me ha visto ganar, amar, perder, llorar… que me ha visto,a l fin y al cabo, vivir. Y ya ves, ahora    que los días se visten de calor y sombras alargadas, que Ra está más alto y radiante en el cielo. Ahora que celebramos el solsticio de verano, que quemamos, en el fuego primigenio que nos trajo Prometeo, lo viejo dejando que las llamas y sus espurnas se lleven muy lejos lo malo del año pasado y pedimos a las estrellas bondades para el porvenir. Ahora que deberían de ser momentos de libertad superlativa, pude ver una noticia, un cartel que me heló la sangre.

Prohibían, bajo multa de 750€ hacer hogueras en la playa la noche de San Juan. (no sé muy bien por donde ronda el salario mínimo interprofesional, pero creo que por debajo de esta cifra snif snif)

Estupefacto y atónito, asombrado, desconcertado. Vamos a ver!, de qué tienen miedo? de que se queme el agua del mar? Ahí fuera son momentos difíciles y duros para todos (menos para Urdangarin, la Banca, Millet y un puñadito de desalmados) pero en general, son tiempos difíciles y duros. Todos necesitamos evadirnos un ratito. Soñar con un presente mejor. Abrazarnos al calor de una hoguera en noche estrellada de verano, mientras miramos como refulgen sus llamas deseando que esa luz ilumine el mundo, lo inunde de la cordura que falta, que las briznas de deseo que se esparcen en el aire se transformen en certezas de felicidad al amanecer del nuevo día.

Claro que no pasará, claro que el mundo seguirá triste y gris al amanecer, pero porqué prohibir algo tan sencillo?, atávico me atrevería a decir, como unas hogueras en San Juan. Mientras escucho que Esperanza Aguirre quiere permitir abrir los comercios las 24 horas del día y los 365 días del año.  Evidentemente a comprar se puede ir, pero reunirnos al amor de una hoguera como se ha hecho desde tiempos inmemoriales no. Eso no se puede hacer.

Y puestos a prohibir, sugiero que prohíban que me mires a los ojos, vaya a ser que un escalofrió recorra mi espalda, erice mi vello y me haga sentir vivo. Propongo prohibir que los niños jueguen a la pelota y sueñen con princesas, que las niñas dejen de soñar con tener el pelo más largo y que lleven patines por los paseos. 
Que prohíban la risa y la algarabía, cantar mientras te duchas, acariciar tu pelo.

Parece que el mundo cada día está más loco, y no sólo en lo económico. Al menos, en ocasiones, recibimos noticias esperanzadoras hoy escuchaba que Bruce Springsteen dedicaba la canción “the River” a un pobre chico madrileño que murió de cáncer a los 20 años dejando la vida, y el deseo en su enfermo pecho de ver a “el boss”. Ya ves, las personas más grandes siempre demuestran que lo son en los detalles más pequeños.

Por lo que estudie y por aquello a lo que me dedico comprendo y entiendo perfectamente que las normas son necesarias y precisas. Pero deberían de ser tan sólo para facilitarnos las vidas para vivir mejor. No para poner un velo de oscuridad y tristeza en todos y en todo. Estamos en un lugar sinsentido en el que se hacen normas/leyes que aprueban las exenciones fiscales y “”amparan”” a aquellos que han defraudado, robado y acumulado mucho dinero “negro” y otras normas que prohíben hacer hogueras en la playa. No sé a vosotros, pero el desconcierto, el desconsuelo cada vez me parece mayor.

miércoles, 6 de junio de 2012

NUNCA ME GUSTO LA ECONOMIA.

Es verdad, la economía está fatal, y nadie tiene dinero para nada (aunque hoy escuchaba en la radio, que se están vendiendo más cajas fuerte que nunca) los bancos parece que están por la labor de esquilmar nuestros paupérrimos ahorros con tal de ellos no caer ni un peldaño de sus escalera de ignominia, corbatas caras y contratos demoniacos.

Pero tú sigues bella y radiante. El verano ha venido desde el parnaso a iluminar tu sonrisa y teñir de moreno tus piernas y aclarar tu pelo. Y sabes? No sé muy bien cuánto vale un café en el piso dieciocho del lugar donde estén las oficinas de Bankia, pero sé que una cerveza fresca, o un buen vinito tomado en tu regazo mientras arrullo tu melena y me enredo entre tus dedos no tiene precio.

Los ahorros del mundo, de Europa más bien, parecen encerrados en el interior de una manzana envenenada, que ya, todos hemos mordido gustosamente hiriéndonos el paladar, los bolsillos y el alma. Es verdad, eso es verdad.

Pero también es cierto que hay cosas que no se acaban nunca, como el fondo del ánfora de pandora, nunca se acaba, del mismo modo que jamás se acabará la esperanza y el deseo de la buena gente de que las cosas funcionen mejor, funcionen diferente. Que el mundo cambie y no a golpe de talonario. Hoy, Ahora está naciendo un niño que no trae en su corazón avaricia.

La prima de riesgo se dispara como un fusil en manos de un socio de la sociedad del rifle borracho y engañado y yo sigo muy bien sin saber quién es esta señora. Cada vez son más los ladrones que se van impunes, no sólo sin pagar por lo robado, sino también sin dar respuestas ni devolver nuestro dinero. Es verdad. Eso es así.

Pero también somos cada vez más los ofendidos, cada vez hay más voces que en diferentes tonos, denuncian lo que sucede en nuestros congresos y pasillos. Y creo que no vamos a callarnos la boca, creo que seguiremos gritando.

Es verdad, los preferentes no pueden justificarse ni con la retahíla de farsas y embustes que nos brindan con mal licor aquellos que engañaron y robaron los ahorros de tantos, sobretodo de aquellos a los que tantísimos años y trabajo les costó acuñarlos, a aquellos que ni tan sólo entendian lo que firmaban (ya ves si fiaban de "su director de siempre", clar es la caixa, es la nostra)

Pero también es verdad que un rosario de alegrías danzan a mi alrededor cada vez que tú sonríes, cada vez que compartimos copas y besos, caricias y abrazos. Es verdad, las cosas parecen no ir bien, pero el cielo se viste de naranja y las cigüeñas vuelven al campanario en el que nunca estuvo Dios y siempre estuvo la creencia, que baña nuestros corazones, de que la vida es para estar feliz, para vivirla feliz y que ningún tipo de prima de riesgo o de producto financiero toxico es más fuerte que ese ansia de vida.

Es verdad, cae la bolsa. Constantemente se desploma el Ibex, el Down jones y la madre que los pario a todos. Es verdad todo el mundo parece preocupadísimo por la pérdida de uno o dos puntos de estos índices bursátiles y nadie se ocupa lo más mínimo de todos aquellos que no llegan a final de mes, de todos aquellos que tienen la nevera medio vacía y el vaso vacio del todo. A estos nadie los rescatará.


Es verdad, pero también lo es que el futuro no espera y está a la vuelta de la esquina, y sabes? Creo que trae vientos de cambio, creo que ese futuro próximo tiene la intención de que brillen con muchísimo más brillo las estrellas de los vencidos. Nada está escrito. Y tú y yo y otras muchas manos prefieren preocuparse por lo que sucede en el Sahel que de los malditos bonos europeos. Acariciar el pelo de alguien querido. Compartir sonrisas. Dibujar dragones. Soñar contigo.