Es verano, y aunque esta estación se ha empeñado en llegar tarde a tus ojos y a tu pelo ha llegado con fuerza, trayendo consigo el calor que preparará las uvas para la cosecha del próximo vino. Es verano y el mundo gira a otro ritmo, tal vez más cadencioso, más lento, rítmico pasando las horas al ritmo del pestañeo de tus ojos.
Incluso las noticias y los periódicos parecen querer darnos una tregua y a pesar de que nos cuentan las mentiras de siempre, o las verdades que ellos quieren y como ellos quieren, también nos ofrecen cosas entretenidas y amenas. Uno de los periódicos que habitualmente no leo tiene una propuesta, que yo creo atractiva, es la siguiente entrevista algún conocido y le pregunta qué es para el/ella la felicidad.
Me dio por pensar que podía ser una buena idea intentar desgranar, como se criban las buenas ideas, que es para nosotros la felicidad. A mi se me ocurren un montón de cosas.
La felicidad, que palabra más grande con tan enorme significado y que sin embargo cabe enterita en la sonrisa de un bebe, en el brillo de sus ojos, en el trampolín de sus pestañas.
Felicidad es coger la moto una placentera mañana de viernes hacer algunas curvas por la costa, como quien traza la figura de tu cuerpo como quien busca la costa que abraza tu ombligo. Conducir tranquilo y sin prisas, plegando la moto y burlando la gravedad. Acabar el paseo en un bar frente al mar y leer vuestros blog, o actualizar el mio, mientras tomo una cerveza helada o un vinito blanco seco y frio y espero notar tus pupilas en mi pecho.
Enfrentarte a un problema y solucionarlo.
Ver como duerme mi hijo. Perderme en su mirada, comérmelo a besos y suspiros.
Perderme en tu pelo sin prisas ni pausas. Morderte un pezón.
Un buen vino compartido. Quedar con uno de esos amig@s de siempre, de aquellos que han visto lo peor de ti y a pesar de eso, o sobretodo por eso, te quieren. Charlar horas y horas sobre todo y sobrenada, esperando que llegue el momento de hablar de lo crítico y duro de la vida, de algo que ha pasado. Ofrecer tu hombro, encontrar un hombro amigo.
Horas y horas de charla entretenida al calor de una hoguera y de unas tintas de toro. Saber que a los tuyos les va bien, que les sopla el viento del norte y les impulsan hacia donde ellos quieren.
Preparar una buena comida mientras escucho música. Ofrecerte mi mejor jerez y mi mejor sonrisa. Perderme en algún país de nombre extraño y de cultura desconocida. Mancharme mis zapatos de todas partes con nuevas experiencias vividas y compartidas. El olor del rododendro, subirme a un pino alto y allí contemplar el futuro con aire nuevo.
Leer un libro en la playa, escuchar el tumtum de tu corazón cuando hace mucho que no lo escucho. Un concierto. Mil miradas. Encontrar algo que ya hace tiempo dejaste de buscar. Llegar a final de mes sin problemas. El viento en la cara. El sol a la espalda. Un camino nuevo. Una senda revisada. Compartir tus éxitos.
Seguir el misterioso camino que ha dejado marcado las piedrecitas que llevabas engarzadas en el pelo y has ido dejando caer para que las siga. Salir del laberinto
Perderme por algún lugar conmigo mismo, con la única compañía de mis cámaras de fotos, mis vicios y virtudes, mis ángeles y demonios, mis fantasmas y mi porvenir y ese momento de silencio previo a realizar una buena fotografía.
Se me ocurren muchos, muchos momentos de felicidad muchos que dejo en el tintero.