Me gustaría decir que ya no
duele, que ya no escuece esa herida que dejaste tatuada en el alma el día que
se paró la aguja gorda, la fina y la finita del reloj. Mentiría. Pero lo cierto
es que ya no es una herida que mortifique el día a día. Simple y llanamente ahí
está como están esas cosas molestas que te acompañan por siempre en la mochila
del camino diario.
La vida, con todas sus
complicaciones y vicisitudes, es todo lo amable que puede ser y soy un hombre
feliz. No me quejo. No tengo porque hacerlo. Pero en ocasiones, sin causa ni
motivo, sin fechas señaladas ni porqués viene del sur un olor a tabaco negro,
un recuerdo de pocas palabras, un semblante serio y una mirada dulce que marchó
cargada de dignidad y grandeza. Como en aquella canción de ese duo dinamico que
te gustaba y que hablaba del fin del verano, de ese trozo de verano que marchó
contigo.
Ya ves, a pesar de que la vida es
buena, en ocasiones viene un dolor que se agarra por dentro sin causa ni razón,
a ratos deja el viento una tristeza que se queda por dentro unos segundos y te
aprieta en los pulmones, recordándote lo frágil de la vida y las bobadas por
las que en ocasiones nos enfadamos. Tal vez me enojo por no saber si hubieses
llamado a mi hijo, también cirere, o tal vez, taronje…. No creo, crec que Li
haguessis anomenat llimoner, li agraden les llimones i és fort i amb un gust
especial, com el que te aquesta fruita ….
No estoy triste, no lo estoy. Son
sólo recuerdos que vienen en ocasiones. Algunas noches de estrellas errantes o
cuarto menguante, con algunas notas de guitarra, cuando veo una armónica que
yo no sabré enseñarle a mi hijo a tocar y que tú tan bien hubieras enseñado. Es
añoranza y ganas de maldecir a todos los dioses por crueles y cabrones, por
injustos. No passa res. Es sólo el
desconsuelo que queda por siempre agazapado en las manos y en los nudillos por
saber que hay muchas risas que no compartiremos, alegrías en las que no
participaras, éxitos de mi hijo que no celebraras. Es sólo eso.
Gracias, eso si, por dejar un
mundo de colores, tus manos en las de mi piccolo, lecciones que no están
escritas y que no se pueden escribir. Intentaré estar a la altura y
trasmitirlas. Y no te preocupes, allá donde estés, si es que tras ese viaje
tiempo atrás emprendido, se va a algún lugar (ojalá, pero me temo que no…) ese
dolor punzante que habita perennemente en el pecho, en ese lugar del corazón en
el que se establecen las cosas importantes, las que no se olvidan, se trasforma
rápidamente en afecto y ternura.