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viernes, 26 de septiembre de 2014

TE DESEO


Sucede a veces que las ideas bailan un delicioso tango en mi cabeza, se enredan en mi pelo navegan por mis ojos jugando con la poesía, los recuerdos, los sueños y las esperanzas. Sin embargo en ocasiones las musas vuelven a su casa en el más alto pico  que habita en el monte parnaso. Se van las ideas a dormir a otras camas y  a otras canas, tal vez anden perdidas en tú almohada susurrándote mi nombre mientras duermes. Aunque lo cierto es que no ando muy inspirado yo últimamente. Tendré que irme de copas con alguna musa.

Acabó el verano y entró esa estación del año, en el que los arboles desnudan sus ramas y ponen una alfombra amarilla bajo tus pies. Tan dada a la nostalgia al recogimiento, la melancolía. Viene cierta morriña en el viento y apetece compartir abrazos, confesiones  y  vinos  (debo confesar que a mi es la que más me gusta).

Además mucha gente que conozco cumple años por estas fechas hombres y mujeres a los que les tengo un cariño especial, así que aquí van mis deseos para todas esas personas.

 Te deseo que los días por venir sean tan placidos y agradables como esos cinco minutos de más bajo las sabanas en los primeros días del otoño. Que algún día vuelvas por aquel lugar en el que fuiste feliz sin que nadie te juzgara ni pusiera pegas a tus anhelos. Que llame a tu puerta el cartero de Neruda y te traiga una carta manuscrita.

Que pongas a arder los viejos recuerdos y los malos momentos. Que aprendas a volar y subas al cielo con los ojos cerrados. Que te visiten en sueños todas las personas que te amaron y te despiertes con quien más quieras. Que una nube azul y naranja  se refleje en tus ojos y venga cargada de besos, chaparrón para tu boca. Que quieras y puedas.

Te deseo, ya ves, que a pesar de la evidencia de ir madurando, mantengamos, siempre en algún lugar del corazón esa inmadurez que disfruta de las incertezas. Que siempre hayan preguntas sin respuesta, poemas de Omar Khayyam, un fruto fresco, un futuro incierto.

No puedo más que desear que jamás debamos de pedir perdón por andar descalzos sembrando semillas de risas en la ladera en la que nacen tus más dulces sueños. Que se pierdan en los más sucios rincones de la ciudad las soeces palabras de impresentables que tan sólo ensucian el aire con su verbo, esas que quedan en el oído  como el molesto rumor de un avión que no tomarás y que se aleja en las nubes.

Te deseo una barra de pan de centeno y un vino de la ribera del Duero, un momento conmigo, unas botas nuevas y diez miles de millones de sonrisas.




miércoles, 17 de septiembre de 2014

HAIKU

Sube despacio
bajo a tu ombligo
sigo en tu cuerpo.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿PARA TODO PASA EL TIEMPO?


El Tiempo pasa,  y pasa siempre. Un día y otro y otro más. Y en ocasiones,  sin días especiales, o en días señalados. ¿Qué más da? Duele, con el recuerdo,  el alma un poco más de la cuenta, como duelen los viejos huesos rotos cuando se avecina tormenta.  

Aunque el tiempo pase, y pase siempre, da la sensación que algunos días siempre marque la aguja gorda del reloj, recién las nueve, la más pequeña y finita tan sólo el minuto 64, parada insultante ofensivamente, que esa tan finita de otro color, se detenga para siempre justo cuando acaba de llegar al 5 sin llegar al 6 ni al 7.

En fin, que el tiempo pasa, y algunas cosas parecen no pasar, parecen quedar perennemente en algún lugar de la memoria como queda el olor del buen jazmín cuando ya se han marchado todos los olores de la noche.

 Algunas lastimas duelen siempre por dentro por lindo que sea el envoltorio que esconde ese dolor, por lejano que pueda parecer el averno que inunda de pesadumbre los momentos en que solo y atribulado pides un vino para brindar con las nubes y el cielo esbozando una sonrisa, brindando con el viento y tu ausencia.

Viejas fotos, eternos recuerdos, presencia en el aire. Ausencia  realidad. Evocación alegre ante la certeza de las palabras de Borges “la muerte es una vida vivida. La vida una muerte que viene” (que la próxima vez que tenga que venir, venga tarde, venga sonriendo y sin doler y que nos deje tocarle el culo antes de llevarnos a ese lugar que hay tras las estrellas.)


Queda la memoria de los ojos de acero verde más bonitos que jamás hayas visto. El recuerdo que pretende dormir sin tener pesadillas en la almohada de plumas y clavos que el tiempo pone en la cama de nuestras vidas.

martes, 2 de septiembre de 2014

HAY PERSONAS.



En nuestras vidas nos vamos topando con personas, hombres y mujeres con las que de un modo u otro acabamos compartiendo retazos de vida, trocitos de cielo, experiencias, heridas, trabajo, momentos trascendentes, cambios. O, tan sólo, un simple café y un sencillo buenos días. Personas, que de un modo u otro van forjando nuestra manera de ser, de comportarnos e incluso de mirar. Claro, cada uno es como es y cada cual vive la presencia de otros como puede o quiere.

Hay personas que marchan de nuestra vida como lo hace la huella de un niño dejada en la arena  a la orilla del mediterráneo. Arrastrada por la fuerza de las olas del destino. Sin dejar marca ni rastro. Como si nunca hubieran existido, sin dejar tras de si  ni una historia, ni un presente, ni un pasado ni un leve recuerdo. Ni tan siquiera un susurro de lo que se compartió, de lo que se vivió.

Las hay que enraízan en nuestro cuerpo como enraízan los jazmines en verano trepando en tus sentimientos como el olor de esta planta enredado en tu pelo, que arraigan en el esternón como  los olivos al sol del sur. Dejando su esencia en nuestra espalda, su eterno recuerdo entre los dedos, su memoria perenne como las hojas de las acacias. Algunas de estas también acaban desapareciendo o alejándose de nuestra presencia, pero lo hacen del mismo modo que va escapándose el agua que habitó en el hueco de tus manos; Sin que medie tu voluntad, sin que tú quieras que marchen.

Algunas quedan por siempre acompañándote en el camino. Dejándote, si es preciso, sus zapatos, porque hace mucho se pusieron en los tuyos. Sufriendo tus males, riendo tus risas, alegrándose por tu felicidad y por las golondrinas que revolotean por tu cabeza. Esas que siempre están en los taquígrafos que escriben tu biografía, en las luces que la alumbran y en las sombras que la ennoblecen. Esas,  aún lejos, están cerca porque así lo sientes, porque lo notas en los huesos como se nota la tormenta. Las que no preguntan, bien porque saben la respuesta, bien porque no les importa. Esas que han conocido, que conocen, tus heridas y han sufrido cada una de ellas y soplado sobre todas. Las que enmarañan sus manos con las tuyas y andan tu vereda.

Algunas personas, aún desapareciendo, dejan tatuados en nuestra piel un precioso e imborrable recuerdo similar a esas formas que los orfebres cordobeses daban a las filigranas de sus zarcillos. Dejan una impronta que se transforma en sonrisa cuando tu cabeza loca, a la que se le olvida olvidar, trae su recuerdo a tu mente.

Hay personas que aman como quien hace piezas en una fabrica o limpia un baño ajeno; a disgusto, sin ganas, “porquetoca”. Las hay que lo hacen como un gato salvaje y hambriento perdido en un bosque  o como las gacelillas que buscan  agua en la sabana africana, con fuerza, pasión desatadas, con tesón, sabiendo que lograran lo que buscan.

Las hay que mientras tu abres los ojos abren sus manos, sus brazos, para que te cueles dentro y nunca soltarte, para arroparte, arrullarte como el que arrulla a un niño helado y adherido de frío.

Algunas personas (las que más) pasan sin pena ni gloria, ni frío ni calor, desabridas, triviales, intrascendentes. Inexistentes. Con el único interés de ser olvidadas aún antes de que su desagradable olor abandone nuestras narices.

Otras, como si quisieran nivelar  la balanza universal, son imprescindibles en tu existencia, en los años de tu senda y quedan, como un buen aroma en la ropa limpia, envueltas en tu vida. Esas que cuando se requiere nos recuerdan lo que ya decía Benedettí :

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.

Porque no hay heridas que no cure el tiempo.